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¿Información o exceso?

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En 2010 el 15% de los escolares consumía ritalina
Boy opening a pill bottle
Purestock/Getty Images/Purestock

Entre temores y dudas de los padres, en Uruguay cada vez más niños serían diagnosticados con algún trastorno de conducta. El eventual tratamiento con psicofármacos, que tanto inquieta, aún divide las aguas.

Eugenia hoy tiene seis años. Cuando tenía cuatro, en el jardín le avisaron a sus padres que no se relacionaba con sus compañeritos y no mostraba mayor interés en terminar las tareas. Diagnóstico de un equipo multidisciplinario: trastorno del espectro autista (TEA) de alto funcionamiento, lo que en otras épocas se llamaba Asperger. Hoy se vincula mejor y está más aplicada. ¿Fruto del tratamiento, que no incluyó medicación, o simplemente creció y maduró? Diego tiene ocho y siempre fue un torbellino. Desatento, inquieto e impulsivo, con perjuicio de su rendimiento en clases, fue diagnosticado con un trastorno de déficit atencional con hiperactividad (TDAH). Atomoxetina mediante, ha mostrado una evolución notoria.

Daniela conoce a los padres de ambos niños. Cada tanto, hay conductas de su hijo Marcos, de cinco años, el último de su clase en jardín en aprender a hablar, que la sobresaltan: berrinches, insistencia en ver videos animados en inglés, un manifiesto desinterés por toda actividad que incluya letras o números, tics "raros". Sin embargo, nadie en la escuelita le comentó nada. Daniela duda si dejar de preocuparse o parar la oreja, ante tantos casos que escucha de TEA, TDAH, bipolares, dislexia o discalculia.

Varios padres y madres, como Daniela, se preguntan cosas como cuándo una conducta "distinta" pasó a ser un problema. Un estudio de la Universidad de la República (Udelar) de 2009 indicó que entre los escolares uruguayos hay una prevalencia del 7,6% de TDAH. A falta de datos nacionales, se estima que los casos de TEA —en toda su gran amplitud— significan el 1% de la población. Sin embargo, en los últimos tiempos se habla en distintos ámbitos de sobrediagnóstico de este tipo de trastornos. Sin embargo, en el Programa Nacional de Salud de la Niñez del Ministerio de Salud Pública (MSP) no cuentan con datos estadísticos oficiales que avalen esta presunción.

"Es difícil saber si hay sobrediagnósticos. Sí hay una patologización de conductas antes consideradas normales. En muchos casos, se ha bajado el umbral de lo que se consideran trastornos", dice Hugo Selma, neuropsicólogo y doctor en Psicología Clínica y de la Salud. Silvana Barlocci, psicóloga especializada en crianza y familia, apunta que más que sobrediagnosticación, lo que observa es "una sobrealarma a nivel familiar sobre algunas patologías". La medicina considera más conductas como trastornos y la población —cada vez más informada— está más sensible. El psicoanalista Jorge Bafico opina que hay "demasiados niños diagnosticados" con TDAH. Por el contrario, la psiquiatra infantil Natalia Trenchi rechaza ese extremo: "En Uruguay son más los niños que merecerían tener un abordaje en salud mental y no lo tienen que los que lo reciben sin necesidad".

Errores.

Si uno tiene demasiado nivel de glucosa en sangre, es diabético y hay que actuar en consecuencia, sin vueltas. Sin embargo, al no haber en salud mental factores "objetivables" que permitan determinar con precisión un trastorno, el riesgo de errarle a un diagnóstico aumenta, señala Selma. "Según distintos investigadores, en salud mental hay entre 20% y 30% de diagnósticos errados; eso es muchísimo". De acuerdo con este especialista, el ponerle un rótulo a un niño —autista, hiperactivo, bipolar— y eventualmente medicarlo es visto como la solución "más fácil" a un problema multicausal.

Al concepto tan largamente difundido de "diagnóstico temprano", Barlocci prefiere contraponer el de "diagnóstico oportuno" en este tipo de problemas. "Dentro de lo que es considerado normal, hay variaciones para que un niño adquiera determinadas habilidades. Entonces, si diagnosticás tempranamente, quizás entorpecés su crecimiento patologizando un desarrollo que quizá no es el corriente pero que es normal". Esta psicóloga también está en contra de las etiquetas. "El niño empieza a captar que hay algo en él que no está bien cuando va de un especialista (fonoaudiólogo, psicomotricista, terapeuta) a otro. Los padres u otros adultos lo empiezan a mirar de otra manera. Y él puede identificarse con esa mirada".

Ambos especialistas subrayan la importancia de tomar en cuenta los factores ambientales (el hogar, la escuela) para determinar si efectivamente la conducta del niño se encuentra dentro de una patología. Y si bien tienen reparos sobre suministrar psicofármacos a niños — "Si callo un síntoma, quizá me pierdo saber qué le está pasando en realidad", dice Barlocci— tienen claro que es una herramienta más a tomar en cuenta. Quizá la más temida.

Respeto.

En 2010, Uruguay fue cuestionado por Naciones Unidas por un elevado uso de metilfenidato, un psicoestimulante recetado para el TDAH más conocido como ritalina. El 15% de los escolares uruguayos la tomaban cuando la media mundial se ubicaba entre el 5% y el 10%. Por ese entonces, se aprobó la tesis de doctorado en Ciencias Sociales de la investigadora María Noel Míguez, que aseguraba que el 30% de los niños uruguayos consumían psicofármacos.

Bafico sostiene que en los tiempos actuales los niños reciben una estimulación permanente. "Cada época produce sus síntomas y, en cada época, su lectura y el modelo de enfermedad establecido por la medicina también está determinado por factores de control social ejercidos desde un lugar de poder". Este psicoanalista se refiere por "lugar de poder" a los laboratorios y su influencia en instituciones médicas y medios de prensa. Estas instituciones estarían, según su óptica, detrás de una eventual sobremedicación.

Natalia Trenchi, psiquiatra (o sea, autorizada para prescribir psicofármacos), siente como una afrenta que se machaque con la idea de sobrediagnóstico y sobremedicación. "Estamos hablando de sustancias químicas que actúan sobre cerebros vulnerables y en desarrollo. Yo pienso mucho antes de recetarlo y lo hago solo si los beneficios rebasan a los riesgos". Esta doctora hace un paralelismo con la ortodoncia, hoy mucho más extendida que antes. "En mi época, solo le ponían aparatos a quienes tenían dentaduras espantosas. Eso pasa porque la salud avanza. Se dice que hay más padres que antes que buscan ayuda en temas de salud mental para sus hijos. ¡Por suerte! En otra época, esos niños quedaban al margen de todo, escondidos, como ovejas negras en la familia. Esta campaña en contra de la medicación ocurre porque hay gente —psicólogos, no todos— no bien formada que no sabe todo lo que las neurociencias nos han enseñado en los últimos años, hoy se sabe de neurotransmisores y qué circuitos son afectados".

Para Trenchi, hay una suerte de "leyenda urbana" donde "resuena muy lindo desde el punto de vista humano y emotivo decir que todos los niños son felices y normales y que en realidad hay gente mala que quiere que no pase eso. Es muy irresponsable hablar de niños sobrediagnosticados y además nos deja a nosotros, los médicos, en un lugar espantoso, como que andamos enloqueciendo chiquilines. Además, hay que respetar a los padres con hijos diagnosticados que, al final, terminan sintiendo que están en falta. ¡Yo quisiera saber qué otra solución alternativa les ofrecerían!".

En todo caso, no hay reglas universales que dicten cómo intervenir. Hugo Selma, también docente en la Udelar y en la Universidad Católica, resalta que hay casos donde la medicación es necesaria. "Muchas veces la gente se centra en los efectos secundarios y no ve que no medicar generaría efectos mucho peores. Medicar es muy eficaz en casos de emergencia, para actuar en corto plazo o para regular la química cerebral relacionada con muchos trastornos, pero una intervención psicoterapéutica debe ser complementaria". El enfoque tendría que ser mixto; la mira, ampliada.

"Mamá, ya no siento al cuerpo enojado".

Un día, Diego entró a la habitación de Andrea y le dijo palabras mágicas. "Mamá, ya no siento el cuerpo enojado". Así, con estas palabras, sin entender mucho, Diego (los nombres fueron cambiados) explicaba cómo se sentía luego de tomar por primera vez un medicamento en base a atomoxetina para el trastorno de défict atencional con hiperactividad (TDAH). De esto hace unos tres años, hoy el niño tiene ocho. Así como hay activistas contra los psicofármacos, Andrea está ubicada en la otra orilla. Esa mañana, sintió que le quitaban un peso gigante en los hombros. Ese año había sido particularmente difícil. Diego había mostrado desde bebé una energía incansable. A los tres años ya habían empezado hacerle observaciones en la escuela. Pero para entonces ya era difícil cualquier actividad con él, desde ponerle una campera, meterlo en la ducha hasta sacarlo del auto. Andrea llegó al extremo de tener que abrazarlo fuerte para que se durmiera. "Lo he visto con y sin medicación, o sin la medicación adecuada, y la diferencia es abismal", dice Andrea, profesional universitaria. "Ante la duda, hay que consultar a un especialista con conocimientos actualizados y asesorarse. Si no lo hubiera hecho, no creo que Diego hoy pudiera jugar al fútbol, o ni siquiera tener amigos".

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En 2010 el 15% de los escolares consumía ritalina

SALUDLEONEL GARCÍA

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