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La huella que persigue a los niños

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Las fotos pueden ser usadas en el futuro para molestar o incomodar.

Tecnología

Sentirse avergonzados cuando crezcan, sufrir bullying y hasta ser blanco de pedófilos son consecuencias del exceso de información que los padres comparten en redes.

La primera sonrisa, el primer disfraz o el primer cumpleaños. Todos son importantes momentos en la vida de los niños, y que hoy se comparten en redes sociales. Tanto, que la práctica conocida como sharenting —concepto que une los anglicismos share (compartir) y parenting (paternidad) y que consiste en publicar anécdotas de la infancia de los hijos a través de plataformas digitales— está siendo objeto de debate e investigación en varios países, por sus potenciales efectos a largo plazo en la vida de los niños.

Según cifras recogidas por la periodista estadounidense Nancy Jo Sales en su libro Chicas americanas: Las redes sociales y la vida secreta de las adolescentes, 92% de los menores estadounidenses tiene una identidad digital antes de los dos años y sus padres han subido más de 10 mil fotos suyas antes de que cumplan cinco.

En tanto, la Sociedad Nacional para la Prevención de la Crueldad contra los Niños, de Reino Unido, indica que cada video o foto publicada en Internet crea una huella digital del menor que puede seguirlo en su vida adulta.

Una de las vías, dice Andrea Aguirre, psiquiatra chilena especialista en niños y jóvenes, es que sientan vergüenza al descubrir las publicaciones de sus padres. "Se pueden sentirse incómodos si se comparte, sin su permiso, una foto con poca ropa o en posturas poco agraciadas. Esas cosas quedan para siempre y podrían sentirse avergonzados cuando crezcan", dice la experta.

Las publicaciones también son una puerta para el bullying , comenta Ana Marina Briceño, psiquiatra. "Lo foto de hoy puede que mañana sea la razón para que a un adolescente lo molesten en el colegio, lo que puede producir problemas emocionales como depresión o ansiedad, según su grado de vulnerabilidad", sostiene.

Se trata de casos que la abogada Carolina Contreras dice haber visto con regularidad. "En temas de cyberbullying esto es súper común: que los niños ocupen una foto de otro compañero que sus padres publicaron de cuando tenía cinco o diez años", dice Contreras. "A los adultos les preocupa que los adolescentes se expongan en las redes, pero ellos no están tan atentos a lo que publican de la infancia de sus hijos".

Además, opina la doctora Aguirre, se debe tomar en cuenta que desconocemos qué profesión ejercerán los hijos o si serán figuras públicas a quienes pueda perjudicar lo publicado años atrás.

"Al compartir fotos del comportamiento de los niños se crea una imagen de su conducta que puede ser muy distinta a la realidad", afirma. Esto podría definir cómo son percibidos por el entorno y afectar sus futuras relaciones sociales, comenta. También les roba la posibilidad de crear su identidad.

"La identidad la tienen que formar ellos a través de sus propias experiencias, no según los likes (me gusta) que reciben los padres", opina Aguirre.

Advertencias parecidas son las que hacen médicos de la Universidad de Florida en un artículo publicado el año pasado en la revista médica JAMA. Según escriben, las imágenes que los padres comparten en línea seguirán a sus hijos y los daños incluyen situaciones vergonzosas, la suplantación de identidad y el robo de fotos para publicar en sitios de pedofilia. Y en sus conclusiones suman un dato escalofriante: 50% de las imágenes que se comparten en portales de pedófilos han sido obtenidas de redes sociales.

Un dato que le hace sentido a Contreras, a quien le recuerda un caso ocurrido en Chile: "Eran dos niñas que aparecían en traje de baño en una foto que subieron familiares. Al tiempo se descubrió que un grupo estaba usándola para ofrecer servicios de prostitución". Por eso "cuidar la vida digital de los hijos se ha convertido en un deber", afirma.

En ello concuerda Carolina Cabrera, abogada de tecnología y protección de datos. Normalmente, explica, las imágenes vienen acompañadas de fechas de nacimiento, nombres de mascotas o referencias de direcciones. "Este exceso de información puede darle datos a gente enferma para que construyan la historia de nuestros hijos, con lo cual pueden contactarlos cuando crecen, contarles su propia historia y quizás ellos no sepan discriminar si es un ajeno o alguien que de verdad los conoce", dice.
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