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Tras la huella de los grandes escritores

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El proyecto comenzó en los años 90 y continúa hasta hoy

Un historiador y un poeta locales recorrieron Santiago de Chile en busca de las casas, calles y barrios en los que sus autores vivieron y crearon. Desde Gabriela Mistral hasta Joaquín Edwards Bello.

En los vestigios de otros tiempos ponía el ojo el escritor y periodista Joaquín Edwards Bello. "No hay quién nos iguale para demoler", decía sobre el centro de la capital chilena el Premio Nacional de Literatura de 1943. De igual forma, pero años más tarde, Eduardo Leiva y Mauricio Redolés comenzaron a identificar los lugares donde habían habitado los escritores y artistas que admiraban, rescatando una parte de la memoria cultural.

A mediados de los 90, Leiva, historiador del arte y vendedor de libros, asistía al taller literario del poeta Mauricio Redolés, quien había vivido en Londres y recordaba las placas en las residencias de importantes escritores e intelectuales. El taller se realizaba cerca del Parque Almagro y Redolés les contó que por ahí había vivido el poeta Carlos Pezoa Véliz. Leiva ya venía revisitando barrios y calles que los escritores mencionaban en sus crónicas, relatos, recuerdos literarios y novelas. Con apoyo de la Municipalidad de Santiago se propusieron dejar memoria del paso de figuras relevantes en la historia cultural por el centro de la ciudad. No siempre salieron airosos. Leiva casi llora cuando tras descubrir la casa en la calle Echaurren donde Pablo Neruda escribió los 20 poemas de amor, llegó a tomar la foto y solo quedaban escombros.

Cienfuegos, Huidobro.

En el pasaje Cienfuegos número 33 A vivió Vicente Huidobro en la década del 30, tal como reza la placa instalada afuera: "Su casa fue centro de reunión de los jóvenes poetas que integraron la generación del 38". No se advierte ningún lujo y la casa es bastante modesta para la fortuna de la familia, históricamente vinculada a la política y la banca. "Ya lo tenían medio chato —dice Leiva respecto de la familia del poeta—. Lo habían mantenido en Francia". Aquí vivió con su segunda mujer, Ximena Amunátegui, a su regreso de Europa y aquí lo conoció el abogado y escritor Volodia Teitelboim, quien se refería a él como "el maestro". "Lo conoció a propósito de que estaba armando con Anguita la Antología de la poesía chilena nueva, donde queda fuera Mistral y Huidobro aparece en forma más relevante que Neruda. Aquí se reunían. Contaba Teitelboim que los padres de Huidobro aún vivían en San Martín con la Alameda, la casa histórica de los García-Huidobro Fernández, él iba para allá, como eran dueños de la viña Santa Rita, entonces agarraba una botella de los vinos reservados, se la ponía bajo el brazo y se venía caminando a seguir dándole a la poesía". Teitelboim asistió, en 1995, a la inauguración de la placa, la primera de una serie que Leiva y Redolés lograron instalar. Los residentes de ese entonces no tenían idea de esta historia.

Santo Domingo con Cumming, Joaquín Edwards Bello.

"Mi barrio es un barrio con sentido común. Diría que todos viviríamos bien si no se metiera al centro la gente de allá arriba. Es un barrio de personas que han querido vivir como clase media, sin lujos. Aquí nadie quiere parecer príncipe", escribió Edwards Bello, Premio Nacional de Literatura y de Periodismo, en una crónica sobre el barrio en que vivió sus últimos años, a cuadras de la Plaza Yungay y lejos de la cuna de oro en que nació.

Pese a que hicieron la investigación y la placa quedó lista, no lograron obtener el permiso para instalarla. Los descendientes de Marta Albornoz, la segunda esposa del autor de El roto, se excusaron. Ella y Joaquín aparecen en una fotografía detrás de la reja de la ventana de la casa. "Al lado nació Armando Uribe", cuenta Leiva, quien pareciera tener el mapa completo de la ciudad en su cabeza, marcado de puntos imaginarios donde habitaron intelectuales, artistas y escritores. La casa donde vivió Edwards Bello por allá por los 60, está a la venta. "Chuta, ¿y sabes lo que es eso? Demolición segura", dice.

Balmaceda con Bandera, de Rokha.

Pablo de Rokha vivió por temporadas en el desaparecido Hotel Bristol, en Balmaceda con Bandera, frente a la Estación Mapocho, hoy sede del Departamento de Desarrollo Comunitario de la Municipalidad de Santiago. Fue el lugar en que se quedaba el poeta —considerado uno de los cuatro grandes de la poesía chilena— en sus viajes a Santiago cuando vivía en Concepción. Posteriormente, tras la muerte de su esposa, la poeta Winétt de Rokha, pese a tener casa en Santiago pasó temporadas más largas en el hotel. Por lo mismo, en alguna oportunidad la fundación De Rokha ha planteado la posibilidad de convertir el exhotel, que en su oportunidad tuvo 50 habitaciones, en un gran centro cultural que lleve el nombre del escritor. Hasta allí llegó el estadounidense Allen Ginsberg en 1960, para conocer al autor de Los Gemidos y enemigo acérrimo de Neruda. Se quedaba en la pieza de la esquina, una gran habitación redonda con balcones hacia el oriente. Desde ahí podía regodearse saliendo a comer y a beber al Mercado Central, La Vega y el barrio Mapocho.

Barrio Huemul, Mistral.

Poco antes de irse a México, la poetisa Gabriela Mistral vivió en el barrio Huemul, a comienzos de los años 20, mientras era directora del Liceo 7 de Niñas de Santiago, en calle Chiloé, hasta donde se iba caminando. Leiva leyó cartas de la madre de Mistral a la hermana, hablando de lo ruidoso que era el barrio debido al tranvía. Mistral tuvo dos placas, una en el barrio Huemul y otra para recordar su paso por la Escuela Normal de Preceptoras (hoy, Museo de la Educación Gabriela Mistral), donde acudió a dar exámenes para ser reconocida como profesora, pues ella nunca realizó estudios formales para ejercer la profesión y se formó de manera autodidacta, trabajando y enseñando. Leiva encontró la placa "botada" tras una remodelación del edificio, que anteriormente tuvo otros usos, por lo que próximamente será reinstalada en el museo.

Santa Rosa con Tarapacá, Los Diez.

Los Diez fue un heterogéneo (y entusiasta) grupo de intelectuales —integrado por pintores, escultores, músicos, arquitectos y poetas— que surgió tras la crisis económica de 1914 por iniciativa del escritor Pedro Prado. Aunque la verdadera casa de Los Diez estaba en Mapocho, en el hogar de Prado, cuando el escritor se fue de Santiago se quedaron sin sede. Entonces, a comienzos de los años 20, la casona de Santa Rosa esquina Tarapacá fue cedida al grupo y se convirtió en un punto de encuentro de Prado, Alberto Ried, Julio Ortiz de Zárate, Juan Francisco González, Augusto DHalmar y Alfonso Leng, entre otros. Posteriormente a que Leiva y Redolés inauguraran la placa con disfraces y discursos al estilo de Los Diez, el Ministerio de Bienes Nacionales declaró Monumento Nacional la casona, en 1997.

García Reyes, Nicomedes Guzmán.

Yungay es el barrio que el autor describe en La sangre y la esperanza, donde vivió de niño y observó desde una ventana la revuelta de los trabajadores tranviarios. Leiva explica que el padre del escritor trabajaba en tranvías y como eran pobres, tuvieron muchas residencias. Los Guzmán vivieron en la esquina de García Reyes y Mapocho, en una casa que ya no existe, pero la placa está puesta en otro lugar. "La placa está dedicada al barrio", dice el investigador.

Direcciones perdidas.

La placa dedicada al escritor Daniel de la Vega, en su casa de Sierra Bella con Santa Elvira, se perdió cuando el lugar fue remodelado. Por distintas circunstancias no se instalaron las placas que recordarían a Joaquín Edwards Bello, Carlos Pezoa Véliz, Benjamín Subercaseaux y Nemesio Antúnez (aunque esta última fue instalada unos años después, en la casa en que el artista vivió de niño en calle Londres). La idea de Leiva y Redolés es retomar el proyecto, instalar las placas pendientes y recordar a más creadores, generando una especie de ruta de la memoria cultural de la ciudad.

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