Publicidad

Hinchas sin fútbol

Compartir esta noticia
El contador Alfredo Kaplan. (Foto: Darwin Borrelli)

Hay un dicho que afirma que se puede cambiar de partido político o pareja, pero jamás de cuadro. Esa fidelidad no tiene límites, ni siquiera cuando los colores queridos dejan de jugar.

LEONEL GARCÍA

El Centenario se vaciaba y dos barrios tan distantes como la victoria y la derrota se rendían a sensaciones opuestas. Era el 13 de octubre de 1968. Gustavo Esmoris, un niño, lloró caminando por Ramón Anador todo el regreso a casa en el Buceo, de la mano de su padre. Su sentimiento era compartido por la inmensa mayoría de quienes dejaban atrás el estadio, testigo de la derrota de la increíble sensación popular de la temporada, el Huracán Buceo del Topo Gigio, que recién al año siguiente se sabría de Primera. Al mismo tiempo, Claudio López, un joven que había dejado su Trinidad natal para trabajar en Cattivelli, cantaba su alegría junto a un hermano en el ómnibus rumbo al Prado, donde la calle Agraciada se cortaría para un festejo merecido. Había gozado desde la Colombes el triunfo 2 a 0 de Bella Vista y con este el ascenso a la "A", rodeado de un mar de hinchas rivales que en ni lo molestaron ni le impidieron gritar los goles de Franqui y "Pirincho" Pérez.

Nunca se había dado que dos equipos "chicos" llenaran el Estadio Centenario. Nunca se volvería a dar. Fue esa mañana, en la final de la "B". Las crónicas de la época hablan de 53.583 entradas vendidas. Cruel paradoja del destino, ninguno de los protagonistas de ese hito está jugando hoy debido a deudas y malas administraciones. Sus hinchas enfrentan una de sus peores pesadillas: no poder ver a los colores queridos en una cancha.

Hasta Chile.

"Se sufre... No he ido a ver un partido, salvo de Uruguay". El contador Alfredo Kaplan (67) tiene en su estudio la camiseta de Bella Vista con la que el Bola González le anotara dos goles a Nacional en una agónica victoria 3-2 en 2001. Vivió aquella final del 68 y también estuvo en Santiago de Chile en abril de 1999, cuando quizá el último gran equipo papal de la historia (el de Lembo, Diego Alonso, Giacomazzi y Rodrigo Lemos) derrotó 3-1 a la copetuda Universidad Católica por la Libertadores y clasificó entre los ocho mejores de América. "Fuimos 40 hinchas. Fue como si Jamaica le ganara a Brasil. Al otro día, los diarios mataron a Católica, habían perdido con un cuadrito. ¡Para nosotros fue una hazaña!".

Su arcón de recuerdos incluye a Ferrari, Revelez, Hernán Sosa, Yuber Lemos y Juan Andrés Larre. Supo ser dirigente, pero se siente más cómodo como hincha. Se detiene en el equipo campeón del 90, pero también en la crónica de una muerte largamente anunciada" que fue el final. Bella Vista no compite desde 2013. "Volveremos pagando la deuda y jugando a nivel amateur con un presupuesto mínimo. Es poco para tanta historia pero es el único camino realista que le veo. Mientras tanto, yo me quedé sin fútbol".

Sin presente.

A Fernando Balcón, docente, lo conmovieron las caravanas, el Topo Gigio que Huracán Buceo adoptó como propio y la rebeldía ante la bipolaridad Peñarol-Nacional del fútbol criollo. Vibró con las clasificaciones a las liguillas y los repechajes para no descender. Aplaudió al arquero Cáseres, gritó los goles de Elbio Pappa y sintió como propia del barrio la corrida de Colacho Ramírez, notable lateral que llegó a la selección, a Rivelinho en el Maracaná. Es amigo de varios de los viejos cracks. Y no se queda solo en la nostalgia, alimentada desde que el Hura dejó de jugar, en 2009.

Eso es pasado, tanto como el espíritu mucho más popular que tenía entonces el barrio Buceo, con Cristalerías del Uruguay como emblema. Vale pensar en el futuro, porque del presente mejor ni hablar. "Yo no tengo otra camiseta. Tenemos pasado y ojalá futuro. Lo que no tenemos es presente, pero hay una memoria que no se puede borrar con nada. Estoy en un proyecto con el que estoy en contacto con exjugadores para que Huracán vuelva", dice sin largar más prenda.

Por otra vez.

Claudio López (70), hoy dueño de una empresa de reparación de cortinas, se hizo de Bella Vista ni bien llegó al barrio, en 1962. No conoció al prócer José Nasazzi, pero sí a los hermanos Dorado. Recuerda a un gaucho que iba a caballo a la cancha por Agraciada, en la gloriosa campaña del 68, los últimos años de Ciengramos Rodríguez, al Chango Laclau y a Eber Bueno, el padre de Carlos. Nombra también al Vasco Ostolaza, el Fito Barán y al meta Juan Bogado, que al igual que él era nacido en Flores.

Los recuerdos más cercanos son más agrios. Habla de directivas que invirtieron mucho en nombres que solo dejaron números rojos, como los argentinos Alejandro Mancuso, volante, o Sergio Batista, entrenador que luego dirigiría a la selección argentina. "Los fines de semana era ir a ver a Bella Vista, jugara donde jugara, ver la camiseta con mi hija. Yo fui hasta los últimos partidos...". La voz a veces le tiembla; dice que no pierde la ilusión de volver a ver los colores amarillo y blanco en una cancha, una ausencia que le duele. Pero también se dice realista. Se habla de deudas de tres millones de dólares. "Es muy difícil pero sería demasiado bueno volver a ver la camiseta otra vez. No me hago la idea de que eso no pase más...".

Del tejido.

"Nací de Huracán y voy a morir de Huracán, ¡jamás de otro cuadro!", es la declaración de principios de Gustavo Esmoris (56), ese niño que volvió llorando por el frustrado ascenso, luego bancario y hoy escritor. Él asegura que la dictadura diluyó el boom de Huracán, al reprimir el movimiento obrero en un barrio entonces muy fabril. "Además, fue un fenómeno que molestó a los clubes grandes. Nosotros tuvimos todo: barrio, hinchada, pero nos faltó dirigentes. Los que tuvimos eran gángsters...". Eugenio Figueredo está a la cabeza de su listado.

Gustavo fue a la inauguración del Parque Huracán, en 1985 y contra Danubio, el partido de despedida de Ruben Sosa. Esa cancha, con gradas solo en la tribuna oficial, estaba abarrotada. La debacle la vio venir sin faltar a un partido. "Al último año fui como despidiéndome, la hinchada estaba triste y a los jugadores no se les podía decir nada". En su casa de El Pinar tiene de todo: el banderín del 68, un cuadro del equipazo del 70 y tres o cuatro camisetas. Una de ellas era de Julio Zoppi, uno de los últimos referentes. También tiene un "trapo" enorme con el cual convenció a su hija Soledad, peligrosamente atraída por el Peñarol del último quinquenio, de hacerse hincha del Hura. "Y si vuelve, ahí voy a estar. Colgado del tejido".

LA VIEJA GLORIA (I)

Nacido en 1920, cuna de José Nasazzi y José Andrade, Bella Vista le dio su mayor sorbo a la gloria en 1990, cuando salió campeón uruguayo. Juan Bogado, Álvaro Gutiérrez, Ruben Silva (en la foto), Rubens Navarro y Julio Morales fueron algunas de sus figuras. Jugó seis copas Libertadores.

ESTUDIO QUE ES ESTADIO

"El problema ocurre cuando los dirigentes son hinchas, quieren contratar jugadores para que el equipo esté arriba y se gasta lo que no se puede gastar". El contador Alfredo Kaplan espera que su adorado Bella Vista regrese al fútbol amateur —la "C"— para volver a pisar una cancha de fútbol.

LA VIEJA GLORIA (II)

En 78 años de historia Huracán Buceo nunca salió campeón de primera división. El tercer puesto en 1970 fue su mayor conquista. Sí fue protagonista de un fenómeno popular inédito y difícil de explicar, a fines de los 60 y principios de los 70, que lo llevó a ser el considerado como el tercer grande.

AQUEL EQUIPO DE 1970

De un tirón, Gustavo Esmoris recita el equipo de sus amores, a la vieja usanza 2-3-5: "Aguerre, Dalmao y Cabral; Varela, Nelson Acosta y Cacho Aparicio; Guillén, Morán, Villalba, Alfano y el Mudo Ferreira". Es el Huracán Buceo del 70, presente en su memoria, su corazón y un cuadro en su casa.

UNA SERIE VISIONARIA

Rampla Juniors, incuestionable "tercer grande" durante la primera mitad del siglo XX, el campeón del torneo uruguayo con más participantes que se recuerde, el de 1927, la única institución junto a Nacional que aportó jugadores a todas las selecciones uruguayas campeonas del mundo (1924, 1928, 1930 y 1950), también estuvo una temporada sin jugar por problemas económicos. Fue en 2003 y fue todo un impacto. Marcel Keoroglian, carnavalero, letrista, humorista e hincha rojiverde por una tradición familiar que había que cumplir a rajatabla, sabe bien lo que hoy viven sus pares de Bella Vista y Huracán Buceo.

"El año que no jugó Rampla fue el peor año de mi vida. Fue tremendo. Me acuerdo que el último día que había para pagar y poder jugar todo el mundo se fue al Estadio Olímpico a ver si se juntaba la plata. Yo estaba veraneando y me vine. No se llegó. Ese año no quería saber nada del fútbol. Si veía una noticia del fútbol la sacaba. Escribí no sé cuántas canciones, cuplés, pero eran tan tristes que no servían para nada...".

En 2004, Marcel participó de Uruguayos campeones, una ficción dirigida por Adrián Caetano que fue emitida por Canal 4 (la foto es de ese año). La serie trataba de Rampla, un equipo decadente que finalmente sale campeón. Su personaje era el jefe de la barra brava. Fue premonitorio. "Luego de la serie, Rampla volvió a jugar y logró el ascenso ese año, ¡increíble!".

Eso sí, sus problemas económicos siguen siendo crónicos. Este año recién a último momento pudo cancelar 200 mil dólares en deudas y poder disputar el campeonato de Segunda que comenzó en octubre.

El contador Alfredo Kaplan. (Foto: Darwin Borrelli)
El contador Alfredo Kaplan. (Foto: Darwin Borrelli)
Bella Vista campeón uruguayo de 1990; uno de sus símbolos fue Ruben Silva. (Foto: archivo de El País)
Bella Vista campeón uruguayo de 1990; uno de sus símbolos fue Ruben Silva. (Foto: archivo de El País)
El escritor Gustavo Esmoris. (Foto: Francisco Flores)
El escritor Gustavo Esmoris. (Foto: Francisco Flores)
El Huracán Buceo del Topo Gigio. (Foto: archivo de El País)
El Huracán Buceo del Topo Gigio. (Foto: archivo de El País)

Vidas

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Huracan Buceohinchasbella vista

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad