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"Yo no soy hincha, en el fútbol no sufro por nadie"

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"En el fútbol, con el dinero viene gente complicada", dice. Foto: Francisco Flores

Fanático de la pelota desde niño, hizo carrera en Defensor, jugó en los dos grandes de Uruguay y recorrió el mundo. Tímido y desconfiado, ahora recobró fama en la tevé.

DANIELA BLUTH

Hay una tarde, allá por los ‘90, que Marcelo Tejera no olvida más. Se habían terminado sus vacaciones y tenía que volver a jugar al Cagliari de Italia, donde lo esperaban tres años más de contrato. Pero el futbolista —19 años entonces y 42 hoy—, no tenía la menor intención de subirse al avión. En su casa de La Blanqueada, donde sus padres viven aún hoy, se formó un desfile de amigos y familiares intentando convencerlo de viajar. Hasta que al dormitorio entró su abuela Norma y le puso los puntos sobre las íes. "Me dijo: ‘Acá no te vas a quedar, tu futuro está allá, te tenés que ir’. Y para mí lo que dice mi abuela es palabra santa, siempre la tuvo clara, no le erra", recuerda el exfutbolista, hoy reconvertido en contratista y comentarista de televisión. Faltaban apenas tres horas para que saliera el vuelo y Tejera dio el sí con la condición de que su abuelo Nicolás fuera con él. Ni corto ni perezoso, el veterano —nacido en Nápoles— tuvo las valijas prontas en menos de una hora.

Sin duda, Norma y Nicolás marcaron su personalidad y su destino. Ella por cantar siempre la justa y soportar las tardes enteras de pelotazos contra la pared. Él por alentarlo en su pasión al grito de Bambino y desactivar algún que otro rezongo: "Dejalo que él va a ser jugador de fútbol y se lo vas a agradecer". Todos en la familia se dedicaban al negocio de las frutas y verduras en el Mercado Agrícola.

Marcos Marcelo Tejera fue "loco por el fútbol" desde niño. Debutó en un equipo que se llamaba Santa Beatriz con cuatro años y cédula falsa por no tener edad suficiente. Para ir a las prácticas, el adulto a cargo era su padre, Marcos Antonio. "Recuerdo aquella primera vez yendo atrás en un una cachila viejísima para que jugara cinco o diez minutos en una cancha al lado de Canal 5". De allí pasó al Club Urreta, donde su padre era entrenador, y a los 16 años estaba jugando en la primera división de Defensor, donde consolidó su carrera. "Se me dio todo demasiado rápido, ni me di cuenta y ya estaba jugando en primera".

Tejera se siente un tipo con suerte. Suerte, sobre todo, por haber jugado en primera durante toda su carrera. "Se ha dado en millones de casos, empezás bien y después no te mantenés...". En ese camino le agradece a Raúl Moller, el entrenador que en aquel entonces "tuvo la valentía" de bancarlo, aún cuando jugaba mal, cuando no le salían los pases, cuando la diferencia con los jugadores que lo doblaban en edad era obscena. "Porque cuando yo estaba en la séptima hacía tres o cuatro goles por partido, era medio figurita, pero cuando di el salto a primera me costaba". Fue después de la Liguilla de 1989 que explotó futbolísticamente. "Cuando sos tan chico si no tenés el apoyo del técnico estás jodido".

—¿Siempre quisiste ser profesional?

—Yo quería ser jugador de fútbol. En ese momento no pensaba en la plata, ahora el jugador de 14 años ya está pensando cuánta plata va a ganar para ver qué auto se compra. Yo lo único que tenía en mente era jugar al fútbol, no existía otra cosa.

En su cabeza tampoco existía la posibilidad de faltar a una práctica. De niño, en su casa había "un escándalo" si sus padres no lo podían llevar. De adolescente, todos los días se tomaba el 109 de Cutcsa que lo llevaba de 8 de Octubre y Luis Alberto de Herrera hasta las canchas del Parque Roosevelt. Claro que en esos años no todo fue ganancia: no pisó ni una fiesta de 15 y abandonó el liceo en 2° año.

—¿Te arrepentís de esa decisión?

—Sí, me arrepiento de no haber seguido un poco más. Hoy es impensable que alguno de mis hijos me venga a plantear algo de eso. Yo les hablo con la verdad, ellos saben cómo se dio lo mío y que me hubiese gustado seguir estudiando, pero la realidad fue otra. Y que después se me dio bien, porque si no hubiese tenido suerte en el fútbol era complicado conseguir un trabajo sin estudios. Después hice un poco de contabilidad y algo de inglés, pero todo muy en el aire, mi cabeza era 90% fútbol. Aparte necesitaba que fuera así porque lo que yo estaba viviendo era muy exigente. Jugaba en la Selección Juvenil uruguaya, en la primera de Defensor, salimos campeones uruguayos, me iba al exterior en cualquier momento… No me podía dedicar 50% al fútbol y 50% a lo que quisiera estudiar. Si en ese momento no me dedicaba 100% al fútbol no hubiese llegado.

Hacer mundo.

Hace más de 15 años que Tejera dejó definitivamente La Blanqueada. Sus padres y su abuela, sin embargo, no cambian el barrio por nada del mundo. "No se quieren ir, los italianos son así", explica. "Uno después de ver otras cosas no se conforma. Pero mi abuela disfruta mirando por la ventana y viendo que el barrio de toda la vida está movido". Después de vivir en Italia, Argentina, España, México, Inglaterra y Colombia, eligió comprar una casa en Carrasco, donde hoy vive de forma permanente junto a su esposa Andrea y sus hijos Martina (16) y Thiago (9).

Su pasaje por Europa fue desparejo. Italia, su primer destino en el cuadro de Enzo Francescoli y José Herrera, le dejó sensaciones encontradas. "Me fui de acá siendo figura para sentarme en la tribuna". Era la época en que solo podían jugar tres extranjeros por equipo y a él, por recién llegado, ni siquiera le tocaba esperar en el banco. "Si los tres jugadores de primer nivel que tenía adelante mío no se lesionaban o tenían bajo rendimiento, yo no jugaba". O, en realidad, sí jugaba, pero al tenis y con su abuelo. "Así pasaba todos los fines de semana, jugando con mi abuelo que era un desastre".

Aquel primer año en el Cagliari se gastó todo el dinero que ganó. "Si me preguntás en qué, no tengo idea... en cualquier cosa". Con el tiempo aprendió a guardar y a invertir, sobre todo en ladrillos. Mezcla de desconfiado y tímido, siempre prefirió administrar sus ingresos. "Me manejaba solo porque cuando tenés dinero en el fútbol se te acerca gente muy complicada. Y yo no soy muy de confiar en la gente. Te aparecen negocios muy fáciles y de cosas que uno no entiende. Viene cualquier fantasma a sacarte la plata y después te dice que el negocio salió mal. Tenía dos personas a las que les consultaba mis dudas. Uno era el presidente de Defensor Eduardo Arzuaga y otro Fernando Sobral, el tesorero. Sabía que me querían y me conocían desde los 14 años. Si ellos me decían que no, no lo pensaba más".

Con dos breves escalas en Defensor, durante diez años pasó por Boca de Argentina, Logroñés de España, Tecos de la UAG de México y Southampton de Inglaterra, una experiencia que prefiere olvidar. "No estaba en los planes que con 32 años me vinieran a buscar de Inglaterra, pero tanto insistieron que al final acepté". La ciudad, a 45 minutos de Londres, era pequeña y linda. "Típico paisaje inglés, frío el clima y fríos ellos, ¡horrible! Había ingleses, escoceses, polacos, rusos... pero a veces ni mis compañeros me saludaban". Para sorpresa del presidente del club, a los seis meses Tejera rescindió el contrato, armó sus valijas y volvió. Hoy, a la distancia, cree que fue "uno de los errores" de su carrera.

Antes de esa experiencia jugó unos meses en Peñarol y a su regreso... en Nacional. "Sí, fue rarísimo e increíble porque de los dos lados me fui yo, no me echaron", dice. Si bien su caso no es único, lo difícil es que un jugador pase por los "grandes" sin recibir una catarata de silbidos desde la tribuna. "Yo pude dejar buena huella en los dos. Es muy difícil pasar como pasé yo, porque te hacen pagar derecho de piso. A mí me costó un mes y medio y después me acomodé, me salió bastante bien, hice goles importantes". Con los manyas, por ejemplo, fue autor del gol del empate en un clásico. "Hoy puedo caminar por la calle con mis hijos y de ninguno me hablan mal, al revés, se acuerdan de las cosas buenas".

—Como a todo jugador, y ahora además figura de la televisión, te deben preguntar de quién sos hincha. ¿Qué declarás?

—De chico era hincha de uno de los grandes, pero ahora ni siquiera soy hincha de Defensor, al que le tengo un cariño enorme. Si me das a elegir quién quiero que sea campeón, la respuesta es Defensor, no tengo dudas. Pero el hincha sufre, y yo no sufro si Defensor pierde. Por eso no soy hincha de Defensor, Peñarol o Nacional. En el fútbol no sufro por nadie, o más bien solo sufro cuando juegan mis jugadores, a los que quiero que las cosas les salgan bien.

El pase a la televisión.

El final de la carrera es "el peor momento" para el jugador. Lo dice Marcelo Tejera. Y sabe de lo que habla. "Es cuando perdés más plata. No solo dejás de generar, sino que necesitás algo para ocupar la mente", explica. En su caso, además, se sumó que en ese momento de picada su hermano menor, Marcos Leonardo, se enfermó de un cáncer terminal. "Fui a jugar más por él que por mí. Pero con la tensión que tenía no me daba el físico y me lesionaba siempre". Terminó su carrera en Liverpool, con 36 años. Nunca manejó la idea de ser entrenador. En cambio, encontró en el trabajo de contratista una forma de viajar poco y seguir vinculado al fútbol. "Empecé a visitar amigos y a ocupar la cabeza, no quería estar en casa sin hacer nada". Hoy, esos futbolistas —la mayoría jóvenes desconocidos por estos lares, dice— son su principal fuente de ingreso. Al poco tiempo se sumó la tele. Y ganó una visibilidad que ni siquiera la camiseta de Peñarol o Nacional le habían dado. Primero fue comentarista en Fox y luego se sumó a Desayunos informales, de Canal 12. "En el programa soy como soy, no voy a quedar bien con nadie, no me interesa. Y siempre trato de defender al jugador de fútbol, porque yo sé lo que es estar en la cancha".

SUS COSAS.

Bon Jovi.

Cada vez que viaja por trabajo, se hace un lugar para el placer de la música. "Me fijo dónde tocan mis grupos favoritos y si están a 300 o 400 kilómetros me voy seguro". Vio varias veces a Iron Maden y Bon Jovi en Buenos Aires. Su último concierto fue Brian Adams en Amberes. "Ahí se me va toda la timidez", cuenta.

España.

Entre los destinos que conoció en su travesía europea, se queda con Logroño, una ciudad pequeña en la rioja de España. Allí jugó en el CD Logroñés, nació su hija mayor Martina y empezó a tomar "un poco de vino", aunque no le gusta el alcohol. Del continente americano elige sin duda Guadalajara. "Divino la gente, el clima y todo".

Enzo Francescoli.

"Yo me crié con Francescoli", dice más de 20 años después de haber desembarcado en Cagliari y haber vivido el primer mes en la casa del ídolo. De Enzo, dice, aprendió todo, fuera y dentro de la cancha. "Siempre quería aprender cosas de los fenómenos y todo lo que sacaba era positivo".

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"En el fútbol, con el dinero viene gente complicada", dice. Foto: Francisco Flores

MARCELO TEJERA

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