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Lo que hay detrás de las vedettes uruguayas, las reinas de febrero

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Cecilia Lalinde, Leticia Sánchez, Liz Aguirre y Lola Acosta. Foto: Leonardo Mainé
Vedette de las Llamadas, en Peatonal Curuguaty, Montevideo ND 20200128 foto Leonardo Maine - Archivo El Pais
Leonardo Mainé/Archivo El Pais

CARNAVAL

Cinco carnavaleras cuentan sobre la figura que se convirtió en emblema candombero al frente de las cuerdas de tambores.

Es medianoche del jueves 23 de enero y una niña mira con ojos cansados su globo de Dora la Exploradora. Por 18 de Julio pasan murgas, parodistas, revistas y humoristas en un desfile inaugural de carnaval que comenzó a las 20.00 y al que aún le quedan horas. Entre tanto, la Plaza Independencia es a la vez backstage y escaparate de universos paralelos: unos tamborileros pasan la mano en la lonja mientras la acercan al fuego. Un grupo de bailarinas vestidas de amarillo, rojo, azul y blanco repasan los pasos en perfecta armonía; parece que hay que aprovechar hasta último minuto para convencer a la exigencia propia de que todo va a salir bien. Tres turistas japoneses miran entre serios y divertidos desde el atrio del Hotel Radisson. Las vedettes se acomodan coronas y espaldares cargados de plumas.

Sarabanda es la primera comparsa en salir a 18 de Julio. Mucho público ya se fue a casa y, sin embargo, los que esperan hasta ahí lo saben: las comparsas que pasen darán lo mejor de sí y por eso se las recibe con ovaciones y bailes del otro lado de las vallas. Cecilia Lalinde, al frente de los tambores, baila, ríe, tira besos al público tras el vallado, camina, baila de nuevo. Es la vedette de Sarabanda y como tal tiene casi una función diplomática que cumplir para generar el vínculo con el público. u201cHay que tener autenticidad, seguridad en lo que se hace y disfrute real. Si la energía no está alineada con el goce, con la conexión entre el tambor y la danza, no se transmite nadau201d, dice.

Aunque la vedette no es una figura típica del candombe u2014fue importada de los cabaretes franceses y Martha Gularte la puso delante del tamborilu2014, hoy es una de las exigencias que debe cumplir una comparsa y nadie se imagina un carnaval sin ella. Lo dijo Lola Acosta u2014primera mujer en ser Figura Máxima de Carnaval en 2003u2014 a Revista Domingo: u201cCuando pasa la comparsa, el público mira buscando a la vedetteu201d. Y responder a esa responsabilidad es, en parte, entregarse a esas miradas devotas para demostrar que el destaque es merecido; y que se defiende, sino a capa y espada, a paso básico dominado, sonrisa sincera y elegancia.

Martha Gularte. Foto: Archivo El País
Martha Gularte en 1959. Foto: Archivo El País

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u201cTe pueden designar con el dedo por el cuerpo o por lo que sea, pero no cualquiera es una verdadera vedette. Hay que defender mucha cosau201d, afirma Lola, y añade, con la confianza y la fuerza que la caracteriza: u201cYo no soy cualquier vedette, me hice desde abajo y defiendo mi patrimoniou201d.

Sobre eso, sobre el paso de baile, el cuerpo, sobre la confianza en una misma, sobre el lugar de la mujer en esa tradición de raíz firme y por momentos bastante machista, sobre la herencia negra, sobre el candombe, Revista Domingo conversó con las cinco vedettes del ambiente carnavalero montevideano.

Trabajo duro

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Por fuera y en la noche del barrio Reducto, el Club Barracas parece una casona antigua más. Desde la calle silenciosa no hay indicio de tambor alguno. Si se quiere candombe, hay que caminar por un corredor largo. Hay que pasar por ventanales anchos y altos de marco blanco, donde se deja entrever la elegancia de otra época venida a menos: paredes descascaradas en tonos pastel, espejos, arcos elevados y un perchero con trajes de seda negra, roja, blanca. Hay que subir una escalerita de concreto y pasar por un galpón, por una cancha de frontón en la que algunos practican y se escucha el repicar de la pelota, por una pila de escombros de carnavales anteriores y, entonces sí, por una puerta de madera grande de dos hojas se ve a Coco Rivero dirigiendo Tronar de Tambores u2014gran ganadora de 2019u2014 que ensaya para el Teatro de Verano.

Liz Aguirre en el ensayo de Tronar de Tambores. Foto: Darwin Borrelli
Liz Aguirre en el ensayo de Tronar de Tambores. Foto: Darwin Borrelli

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Es martes, faltan dos días para el desfile inaugural del Carnaval 2020 y hasta allí fuimos buscando a Liz Aguirre, una de las vedettes de la comparsa que está con ellos hace tres años. Llegamos con el ensayo empezado y la primera vez que la vemos entrar a escena es con la coreografía del cuerpo de baile. El traje de vedette está en casa; para el ensayo es suficiente con estar cómoda u2014top verde, calzas negras y championes deportivosu2014 a fin de aguantar las dos o tres veces que van a repetir el espectáculo.

El sudor en su piel denota las horas de candombe en una sola noche. Pero Liz sonríe cuando mira a sus compañeros, cuando espera su turno en escena y cuando baila mirando a la platea de vecinos. Liz sonríe también cuando se cansa, porque incluso entonces las ganas de dar lo mejor y demostrar que sí se puede son todavía más grandes.

La presencia de un grande: Kanela

La vedette Liz Aguirre se llama en realidad Olga Elizabeth, pero en 2017, cuando Julio u201cKanelau201d Sosa la eligió para Tronar de Tambores, le cambió el nombre. Desde entonces es Liz para todos. Desde que entró a la comparsa, este será el primer año sin su mentor. u201cSiempre voy a recordar los consejos que me daba cuando yo sentía que no sabía bailar: frente en alto, buena presencia y sonrisa. Él no está, pero nosotros lo sentimos presenteu201d.

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Cuando se aproxima el carnaval los ensayos de las comparsas suelen ser todos los días. Antes, durante el resto del año, la cosa empieza por abril o mayo, y quienes aman el candombe por sobre todas las cosas nunca respiran por fuera de él. En el caso de Liz, vedette de Tronar de Tambores desde que la vio Kanela en un ensayo de 2017 y personal trainer por el resto del día, no falta a ningún ensayo.

Se crió con su abuelo materno, un fanático de Rosa Luna que la llevaba siempre a ver una comparsa; aunque, dice, la danza no siempre fue lo suyo: u201cYo era re dura y me fui haciendo, en realidad. Hoy por hoy estoy un poco mejor, pero siento que puedo superarme mucho. Para mí el tema del candombe es algo muy personal y cada una lo baila como lo siente, como quiere. No hay una técnica; no todas bailan de la misma forma, pero me esfuerzo por mejorar, por ir un pasito más alláu201d.

Lola Acosta en el ensayo de Integración. Foto: Darwin Borrelli
Lola Acosta en el ensayo de Integración. Foto: Darwin Borrelli

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Lola Acosta es hoy una referente. Sin embargo, cuando José de Lima le dijo a fines de 1993 que tenía que prepararse para ser vedette en Yambo Kenia, ella le dijo que no: que no sabía pararse, que no sabía mover las manos correctamente, que además era alta, pero menuda de tan flaquita. De Lima insistió y Lola hizo lo que hoy cree debería ser una obligación para cada aspirante a vedette: escuchar, abrir la cabeza y atender al otro para aprender todo lo que más se pueda.

Fue De Lima quien le enseñó a mirarse en el espejo para aprender a deslizar las manos con más delicadeza, para practicar el gesto, para tener cuidado con no perder la sonrisa y que el ceño no se frunza ante el cansancio. u201cCuando íbamos a la parte corporal no sabés los chicotazos que me daba en la mano. Ahora sale natural, pero en aquel entonces yo u2018paraba el ómnibusu2019, como me decía él. O acomodaba los dedos y quedaba dura. Después me fui soltando y pisé Las Llamadas de 1994 como mejor vedetteu201d, cuenta Lola.

Ahora, cada vez que prepara chicas en sus talleres, se asegura de dejarles claro que u201chay que aprender a transmitir. No es solo salir a mostrar. También tenés que tener la aceptación de la gente. Para mí el publico es lo más importante, porque así como te eleva, te ejecuta. Cada año te exige másu201d. Y Lola, así baile con su traje opulento o con remera y gorro de visera en los ensayos de Integración por Barrio Sur, pone siempre la misma energía, el mismo amor.

Tener confianza

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Para Yessy López u2014vedette referente de muchas que recién comienzan y que lleva desfilando en ese rol 21 añosu2014 estas son fechas que cambian la rutina por completo, incluso la de su trabajo como tatuadora. Además de los ensayos, ella pasa las horas confeccionando su propio traje, algo común e imprescindible para muchas vedettes. Parte de la magia está en pegar y coser piedras y lentejuelas para transformar ropas viejas en los trajes más llamativos. Para estar en carnavalhay que trabajar.

Yessy López en un desfile de Llamadas de años anteriores. Foto: Archivo El País
Yessy López en un desfile de Llamadas de años anteriores. Foto: Archivo El País

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Son tiempos en los que los estereotipos del cuerpo femenino están siendo cuestionados, derribados. Asimismo, dice Liz, ser vedette es exponerse a las miradas buenas, pero también a las lenguas malas: u201cTengas el cuerpo que tengas tenés que tener confianza para pararte ahí y saber que hay gente que hasta se puede reír de vosu201d.

El candombe para muchas chicas también sirve como un punto de encuentro en el que pueden revalorizar su propia belleza, su raza. A Leticia Sánchez (mejor vedette del desfile de Llamadas de 2019) le pasó algo de eso con la elección de reinas que desde 2018 ya no se hace.

Hija de madre negra y padre blanco, Leticia creció en Pocitos, un barrio donde amoldarse a los estereotipos implicaba que le alisaran el pelo desde los seis años. Cuando se presentó al concurso de reinas en su adolescencia no ganó, pero se acercó a su raíz: u201cCreo que se tiene que retomar la elección de reina de Las Llamadas. Yo nunca salí reina ni vicerreina ni nada, pero ahí me junté con gente negra que no estaba en mi barrio. Gente de tu edad, de tu etnia y es el momento en el que te juntás realmente con tus pares. Tengo amigas de hace 20 años gracias a esa época. Socializamos de tal manera que empezamos a querer nuestra mota. Empezamos a querernos como amigas y a defender nuestra razau201d.

Leticia Sánchez. Foto: Leonardo Mainé
Leticia Sánchez, mejor vedette de Las Llamadas 2019. Foto: Leonardo Mainé

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Sobre los mandatos de belleza, opina que la designación de una vedette va mucho más allá: u201cNo va en un cuerpo, no va en un baile, va en la luz que otro ve. Yo soy una gurisa de 36 años que llega de trabajar ocho horas de secretaria, tengo mis hijas, mi casa. Bailo porque es mi pasión y si salí mejor vedette el año pasado fue porque mis pares y el jurado vieron algo. Pero no tengo el mejor lomo, soy una muchacha que ya está grande y que, de repente, en años anteriores tenía mejor cuerpo u otra cosa, pero cuando gané fue porque la luz bajó y me alumbróu201d.

Barrio y raíz

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Los padres de Leticia se conocieron en una comparsa y hoy toda su familia es candombera de oficio. Liz trae el contagio entusiasta de su abuelo materno. Lola es hija de u201cQuicou201d Acosta, histórico director y compositor de candombe que aprovechaba a sus 10 hijos pequeños y talentosos para hacer los arreglos vocales que luego trasladaba a las voces de sus comparsas; Lola también es nieta del anterior u201cQuicou201d Acosta, el artesano que hizo los tambores para las primeras Llamadas. Para Yessy López el candombe es conexión con su abuela, a la que define como el amor de su vida. Todas ellas traen el candombe en la sangre.

Candombe con los pies descalzos

La primera vez que Yessy López bailó candombe era una niña pequeña y solo sabe, por los cuentos de su abuela, que se sacó los zapatitos. Los pies descalzos no fueron cosa del azar, sino una imitación de algo que veía todo el tiempo. La familia de su abuela se reunía en el Buceo para tocar el tambor y la guitarra, para bailar, y allí, donde la tradición pesaba mucho más que reglas y la elegancia del zapato de taco alto, el candombe se bailaba descalzos.

u201cYo me acuerdo que pasaban las horas y veía aquella gente con los pies sangrando de bailar toda la noche. No se daban cuenta y se quedaban hasta altas horas de la madrugada en Tiburcio Gómez y Ramón Anador, donde nació mi abuelau201d, recuerda.

Lo que más le gustaba a Yessy era que esos hombres y esas mujeres eran unos improvisadores del candombe. u201cCantaban y bailaban lo que les salía, no pensaban en lo que iban a bailar como ahora. Yo hoy trato de reflejar eso con lo que nací y, cuando bailo improviso. A veces miro fotos y no me reconozcou201d.

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La excepción es Cecilia que vino de la frontera con Brasil y del samba para insertarse en un ambiente que ahora considera muy suyo. u201cYo no tengo a nadie ni nunca tuve a nadie en el ambiente. No tuve una madrina ni viví en un barrio candombero. Mi presión viene de mí misma, de la imagen que yo construí sobre lo que debe ser una vedette y no tengo una recontra trayectoria, pero logré mi identidad en el ambiente. Pero también siento respeto al representar a una cultura que en parte es mía y en parte nou201d, afirma.

Cecilia Lalinde. Foto: Leonardo Mainé
Cecilia Lalinde, con su vestido de Môme, habla de lo que es llegar desde afuera a la tradición candombera. Foto: Leonardo Mainé

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El defender la cultura candombera es algo que todas tienen como bandera. En el caso de Lola, que cuenta 34 premios en su haber, empezó a hablar de su herencia como una Acosta después del premio de Figura Máxima. Hasta entonces quería hacerse nombre propio, sin ser reconocida como u201chija deu201d, sobre todo porque en un mundo históricamente dominado por hombres, hay que hacerse respetar. u201cHoy me respetanu201d, asegura.

u201cMis tías fueron las primeras voces negras que subieron al Teatro de Verano, ocho mujeres cantando. Y vos veías esas mujeres arriba del escenario con un vozarrón brutal, pero en aquel entonces les decían u2018las quicou2019 por ser las hijas de mi abuelo. A mis hermanas y a mí nos dicen u2018las Quico de segunda generaciónu2019 por mi papá. Y yo ahora hablo de mi herencia familiar con mucho orgullo, soy una defensora de mi patrimonio, pero antes tuve que cumplir con mi cometido de ser you201d. Y como Lola empezó en carnaval a los 14 años como utilera de Kanela y su Baracutanga, tres años después fue bailarina, luego puntera y, luego sí, la vedette cantante.

Con raíz o sin raíz, todas admiten algo: cuando el tambor suena y aunque pasen los años y se repitan los carnavales, hay algo que se apodera de ellas, que las hace deslizarse por las cuadras como envueltas en un aura. A la vez que se somatizan con el chico, repique y piano, encuentran en el público que las mira embelesado una energía que se retroalimenta. El cuerpo entero les vibra.

La travesía para esta nota empezó aquel martes en el ensayo de Tronar de Tambores. Ese día Coco Rivero, sumergido en su dirección, dijo: u201cAl arte hay que guiarlo con el alma y no con las reglasu201d. Para estas mujeres, candombe y alma parecen ser una cosa sola y aunque la vedette no es figura típica, hoy ya es parte indiscutible de la historia.

Llevar el traje candombero a las calles de una Europa lejana

En 2016 Cecilia Lalinde recibió un mensaje de Facebook con una invitación: una comparsa de uruguayos que vivían en Suecia la invitaban a viajar y bailar con ellos. En ese entonces, Cecilia no había escuchado hablar de La Peregrina. Tuvo que hacer su investigación para descartar que fuese una broma de mal gusto y cuando confirmó todo, les dijo que sí. Desde entonces, parte del año la pasa haciendo carnavales europeos. La Peregrina funciona también como escuela de candombe y enseña a tocar el tambor a personas de todo el mundo.

u201cEl carnaval pasado fuimos a Berlín, al Festival de las Culturas, con gente de todo el mundo; impresionante. Fueron cinco horas de desfile y vi cosas que en la vida iba a ver. Esa experiencia me cambió la vidau201d, cuenta.

Cecilia ya había viajado por su cuenta alguna vez, pero salir al mundo con el candombe la hizo redefinir su danza. Tuvo que aprender a conquistar a un público que lo primero que piensa cuando ve tambores es en ruidos molestos. u201cAllá tenés que ser más sutil con cómo te acercás. Te ayuda a trabajar en tu confianzau201d, afirma.

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