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Groucho Marx le embocaba más

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Groucho Marx

COLUMNA CABEZA DE TURCO

Washington Abdala

La gente no entiende que la gente ya no es la misma. Eso es lo que pasa. No es broma. Va pelota. Si usted está leyendo esto, usted forma parte del núcleo de personas, digamos algunos cientos de miles, que están interesadas en el destino nacional y en asuntos —más o menos— relevantes que a la inmensa mayoría -del mismo país- le importa un pepino. Usted forma parte del “círculo rojo” (dijera Jaime Durán Barba), acaso no más de 300.000 personas atentas al cotidiano vivir en nuestra aldea mesocrática. El resto está en otra. Hay más de dos millones a los que no le entran ni las balas. Quizás hablen algo del deporte rey (los máximos tuiteros de este país son futboleros). Esa es la evidencia empírica. No ofenderse por favor.

Veamos: ni Carlos Marx embocaba hoy los pronósticos encuesteriles porque las clases sociales ya no están delimitadas como antes (Groucho quizás sí las entendería más). Mucha gente, de una clase social humilde, quizás forme parte del “círculo rojo” por su interés ante lo que vive (igual Marx no los habría ingresado en esa élite. Eran “proletarios”). Y hoy, demasiados frívolos o frívolas, cajetillas fulltime (con pose o no) no saben lo que es la tasa de interés del dólar. ¿Me explico? Nada es claro y el razonamiento podría haber sido al revés e igualmente válido.

Por eso buena parte de los episodios políticos que hacen temblar a más de uno, que se consideran pestilentes, para los que amamos la ciencia política o para periodistas, la verdad… la verdad verdadera: no influyen con la relevancia que más de uno entiende que poseen. Es más, pasan rapidito como tormenta de verano y el sol renace a los pocos segundos. Y no te digo nada cuando la publicidad empieza a desarrollar el “relato” del actor político de turno. Allí la confusión es total y ni una entrevista con Christiane Amanpour logra ayudar a sacar la cabeza al político de turno si es que está hundido (alguno de ustedes estará diciendo: ¿Quién es Amanpour? Una gran periodista de CNN.).

Y esta es parte de la novedad de estos tiempos: lo que parece importante puede no serlo, lo irrelevante puede ser viral, lo que empatiza no siempre es lo que se imagina y buena parte de la “nueva política” requiere gente muy inteligente para pensarla —sin errar— y producir convincentes espirales positivos en sus planteos.

No me canso de ver semana tras semana cómo situaciones impensadas se transforman en datos cotidianos. De lo que se trata es de saber leer la realidad, y buena parte del ser humano actual no logra decodificarla aunque resulte evidente. Como queremos ver lo que queremos ver, lo obvio se nos esconde inconscientemente.

¿Cuánto queda de aquella “fidelidad” de la que hablaba Oscar Bottinelli hacia el sistema de partidos políticos uruguayo? Mucho, pero menos que antes por cierto. La gente, en mi opinión, hoy miente más, hoy duda más y hoy opina lo que sea, aunque luego cambie de opinión. ¿Y esto qué arroja? Que las encuestas no aciertan con la claridad de ayer. El Brexit se les coló y Donald Trump también.

En realidad, si se hubiera investigado correctamente, buceando el terreno, cruzando datos y siendo absolutamente frontal con el margen de error, que ahora es mucho mayor al histórico (más o menos tres por ciento), en realidad se podría haber estado más cerca de lo que sucedería. Pero ganó el prejuicio y no permitió ver lo obvio. Y lo obvio lo observa un niño, no un ciudadano ideologizado.

¿A qué voy? A algo sencillo, este país tiene dos dimensiones que con grieta implícita no hablan el mismo idioma. Está claro que ese es el contencioso real. Los escuadrones se están preparando pero no está claro aún qué generales conducirán la batalla. Con malos generales se pierde siempre. Con pocos escuadrones también. Son tiempos turbulentos. Hay que saberlo. ¿Capisce?

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