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Grimes, la hechicera canadiense del pop

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Grimes

NOMBRES

Grimes está por sacar un nuevo disco, el quinto en su carrera. ¿Seguirá acaparando titulares por su particular estilo artístico o por su relación con el excéntrico empresario Elon Musk?

Algo pasó en Canadá durante la década pasada. Como si unas ventiscas hubiesen surcado los cielos del país y dejado una estela de inspiración y creatividad, en unos pocos años Canadá pareció tomar la posta de Suecia como potencia periférica del pop en inglés —Estados Unidos e Inglaterra siguen siendo centrales en este asunto— y empezaron a brillar nombres: Drake, Shawn Mendes, The Weeknd, Carly Rae Jepsen y Grimes, el nombre artístico de Claire Boucher, nacida en 1988.

Boucher le agregó la letra “s” al nombre del subgénero de música electrónica “grime” y listo, ya tenía un alias. En retrospectiva, fue una decisión bastante acertada. Aunque tenga sus influencias y referencias su música no se parece a casi nada; es casi un género en sí misma. Como si las historietas japonesas (manga) se cruzaran con las últimas herramientas de edición de sonido digitales en una sesión de streaming de una película de terror.

"Darkseid", del nuevo disco de Grimes ("Miss Anthropocene", que ya se filtró) puede servir de ejemplo de estas cruzas: la voz de la artista es procesada por filtros digitales hasta lo irreconocible y va de lo grave hasta algo que suena como a una desquiciada ardilla punk. Mientras, suena un ritmo machacante y unos teclados lúgubres y amenazantes.

Que la canción siguiente arranque de una manera convencional —casi “aburrida”, con unas guitarras acústicas de cuerdas de acero— realza el alcance y la variedad de la música de esta mujer de 31 años que además acompaña su música de un mundo visual propio.

A pesar de que la música de Grimes suena a ciencia ficción, su primer disco ("Geidi Primes", 2010) fue editado en el ya vetusto formato cassette. Es que ella parece un auténtico producto de un pos-posmodernismo digital: va del presente al futuro y de ahí al pasado con la misma fluidez con la que los dedos de los centenialls (la primera generación que nunca conoció un mundo sin Internet) se desplazan por las pantallas de los smartphones y tabletas, yendo de YouTube a Instagram y de ahí a Tik Tok y WhatsApp a ritmo de vértigo.

No pasó mucho con el debut pero el segundo álbum ("Halfaixa", 2010), le dio la oportunidad de realizar su primera gira profesional como artista invitada de la sueca Lykke Li.

Con Visions (2013) cambió todo. El álbum no solo la hizo famosa sino también le dio prestigio entre medios especializados, que colocaron a Visions como uno de los mejores títulos de ese año. Grimes había “llegado”. ¿Se mantendría como parte del jet-set musical?

La respuesta fue "Art Angels", un disco publicado en 2015 que la impulsó aún más alto en la estima de tanto público como medios e industria. La muchacha estaba inspirada y sus composiciones seducían tanto a los ya iniciados como conquistaban a aquellos que primero habían sido indiferentes o escépticos. “El cuarto disco de Claire Boucher es el más audaz de todos los que ha hecho: el clavo dorado de un féretro destinado a enterrar los prejuicios de que una mujer en el pop es una herramienta para el talento de productores masculinos. Sus 14 temas articulan una visión del pop que es indiscutiblemente suya, y que invita a todo el mundo a la fiesta”, escribió la publicación especializada Pitchfork sobre el disco.

Aunque ya era reconocida, "Art Angels" la llevó hacia lugares mucho más expuestos. Los recién llegados a ese nivel de fama descubren que el apetito de los medios por publicar algo, lo que sea, es insaciable. Y que cuando la música u otras facetas artísticas ya no generan titulares, hay que empezar a buscar en otras partes. Ella, aunque no sea una centennial, sabe cómo se juega el partido en la cancha de la fama global, en donde las redes sociales son ineludibles, y lo hace. Hace unos pocos años, The Guardian publicó una nota únicamente con las citas de una publicación que Grimes había hecho en su cuenta de Instagram. El título era clickbait puro: “Globos oculares 'pelados', tanques de aislamiento y metas neuroplásticas. ¿Es el régimen de entrenamiento de Grimes real?”.

Grimes
Digitalizada. 

Además de la atención constante de medios de comunicación, la fama suele también traer el interés de marcas y empresas. Y Grimes, tal como la mayoría de los artistas pop contemporáneos, no tiene problema alguno en poner cara, cuerpo o talento al servicio de esas corporaciones. ¿Apple quiere que ella sea una de sus portavoces? Claro, no hay drama. ¿La diseñadora Stella McCartney quiere usar su cara para promocionar su línea de ropa? Cómo no.

Pero Grimes también pone su renombre al servicio de otro tipo de organizaciones. Como Planned Parenthood, la ONG que aboga por educación sexual y derechos reproductivos que suele ser criticada (y atacada) por antiabortistas en Estados Unidos. O ACLU, otra organización estadounidense que promueve derechos civiles y que, en los ojos de los más radicalizados derechistas, es de izquierda.

Con todo, pocas cosas en la trayectoria de Grimes generaron tantos titulares como su relación con el empresario de tecnología Elon Musk (ver recuadro). El vínculo amoroso con el hipermillonario es lo que habilita, entre muchas otras cosas, que la publicación Interview produzca una charla cuidadosamente editada entre ella, la cantante Lana Del Rey y la actriz Brit Marling.

Ahí, la canadiense dice cosas como esta: “Vivimos en una época rara. No hemos evolucionado para interactuar con tanta gente, y tampoco para ser observados por tanta gente u observar a tantos. Nadie está pensando en el impacto psicológico de toda esta alocada tecnología”. Si Grimes supiera todo lo que ya se ha escrito e investigado sobre el impacto psicológico que ha tenido el desarrollo de la tecnología e Internet, se llevaría una enorme sorpresa y -tal vez- se cuidaría de decir cosas como esa, que la colocan en el lugar de la famosa encapsulada por el dinero y la adulación y con muy poco contacto con realidades distintas a la suya.

Por otro lado, también es capaz de observaciones menos contaminadas por los lugares comunes. En otra parte de la charla, dice que “si uno estudia los antiguos documentos de diferentes censos, antes que entrara a funcionar la imprenta, de lugares como Francia o Rusia, se da cuenta de que todo el mundo tenía nombres distintos, nadie se llamaba igual. Luego, con la imprenta, todo se redujo a 20 o 30 nombres. Entramos a una mono cultura”. Vaya, ese tipo de comentarios sí que son inesperados de una estrella pop, independientemente del rigor histórico que pueda tener una observación así.

Entonces: tal vez sea demasiado pedirle a Grimes que esté informada de la producción académica en torno a las consecuencias de los cambios producidos por lo que parece ser un constante torrente de nuevos gadgets y aplicaciones.

Lo que importa, después de todo, es si Miss Anthropocene será un nuevo acierto en su derrotero musical. Lo que parece cada vez más claro es que ella seguirá siendo una de las artistas más peculiares del pop internacional unos años más. Y hay que aprovechar para seguirla y ver qué saca de sus apps y sus discos de almacenamiento para compartir online.

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