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Gente tóxica

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Los tóxicos son "adictos emocionales" e inseguros; meten miedo y nivelan para abajo, coinciden los expertos.

Las personas que nos cargan de culpas y potencian nuestras debilidades pueden estar en cualquier lado. ¿La clave? Tomar distancia.

Cada vez que salía con Clara (30), su novia, Tomás terminaba la noche borracho. Pero eso no era lo único. Se emborrachaba y vomitaba. Era sistemático. "Esto me pasa cuando estoy contigo", "cuando salgo con mis amigos esto no me pasa", "el problema es que estás vos" recuerda ella que le decía. Junto con las acusaciones también llegaban los celos, los insultos y los desplantes. No la acompañaba a ninguna actividad con sus amigas, y tampoco le gustaba que participara en las reuniones con los suyos. Cuando Clara se ponía a charlar con alguien, le decía que siempre quería ser el centro de atención. Y cada vez que hacía una broma la tildaba de soberbia. Un día, después de un ataque de celos y aun habiendo tomado, se subió al auto de Clara y manejó por la rambla a toda velocidad hasta su casa. "No pensé que iba a hacer eso, pero me sacó las llaves". Tomás no habló durante todo el camino, pero cuando llegaron dijo la misma frase que ya había repetido muchas otras veces: "¿Sabés lo que pasa? Que sos una atorranta, eso pasa". Y la puerta del auto se volvió giratoria.

A Clara le tomó dos años de noviazgo y otros dos de idas y vueltas darse cuenta que lo de Tomás no era amor sino daño. "Yo sabía que estaba rayado pero estaba muy enamorada, era mi primer novio y me costaba dejar la situación". Hoy, no le quedan dudas. Esa relación le hacía mal. Él le hacía mal. "Todo el tiempo me tiraba para abajo y me ponía a prueba para ver si hacia las cosas bien. Y cuando no estaba con él, armaba un juego psicológico para hacerme sentir culpable por dejarlo solo".

En ese momento Clara no sabía de rótulos, pero Matías encaja a la perfección en lo que hoy se llama gente tóxica. Dentro de esa bolsa amplia y heterogénea, él reunía las características del agresivo, manipulador, mete-culpa, descalificador e, incluso, psicópata. "Tóxica es aquella persona que te hace daño en algún aspecto", resume la psicóloga positiva Mariana Álvez Guerra. "Que te hace sentir mal, que te destruye de algún modo. Ya sea cargando tu tiempo con malos momentos y problemas, o manipulándote, humillándote", completa. Si bien este tipo de individuo siempre existió, desde hace algunos años hay un término que los reúne, generando abundantes investigaciones, debates e incluso más de un bestseller.

El argentino Bernardo Stamateas, psicólogo, sexólogo y columnista de La Nación, empezó a investigar el tema hace 15 años a partir de las consultas de sus pacientes y hoy tiene dos éxitos de ventas publicados, Gente Tóxica y Pasiones Tóxicas. "No sé cuántos libros llevo vendidos, pero si se tradujeron a 15 idiomas quiere decir que hay gente tóxica en todo el mundo", dice en una charla con Domingo. Y Stamateas sabe de lo que habla, porque las personas tóxicas pueden estar en todos lados: en el trabajo, en nuestra casa, en la familia, en la calle e incluso podemos serlo nosotros mismos. Para identificarlos, el argentino eligió dividirlos en categorías, una de las clasificaciones más utilizadas por los expertos a nivel global. Así, están el envidioso, el falso, el mediocre, el quejoso, el chismoso, el jefe autoritario y el neurótico, entre otros. Más allá de las diferencias, todos tienen en común la inseguridad y el hecho de ser "adictos emocionales", dice Stamateas. "Precisan hacernos sentir que ellos son superiores o echarnos las culpas de sus problemas, meten miedo y nivelan para abajo".

Todo ser humano posee algún rasgo tóxico —que equivale a un área inmadura de su personalidad—, pero no todos somos personas tóxicas. "Todos venimos con alguna falla de fábrica, pero esto es un tema cuantitativo y de conciencia", distingue Stamateas. Para el tóxico, ser envidioso, pesimista o manipulador no es una característica sino una forma de pensar, vivir y actuar.

Otra diferencia importante es que la mayoría de la gente intenta mejorar sus rasgos negativos, mientras que el tóxico no los reconoce, los niega y elige echarle la culpa a los demás de sus problemas. "No mira para adentro. Lee mi libro y dice: Mira estos narcisistas, hay que matarlos a todos. ¡No puede verse reflejado!".

En el trabajo.

Cada vez que Juan entraba a la oficina se repetía la misma historia. Su tono habitual era el de los gritos. "Y nunca eran elogios, todo lo contrario, eran críticas, comentarios negativos, cómo las cosas se hacían mejor cuando él estaba. La culpa, claro, siempre recaía sobre los demás, nunca sobre él. Le escapaba a la responsabilidad", recuerda Martín (45) sobre un antiguo jefe. "Como supervisor, lejos de intentar desactivar los conflictos, siempre echaba leña al fuego. Le daba manija a uno contra el otro y viceversa, pero delante de los demás se mostraba como el más conciliador".

El ámbito laboral es, quizás, donde los rótulos aparecen con más fuerza, producto no solo de la necesidad de identificar los fenómenos que ocurren dentro de una oficina sino también de una mayor investigación. Hoy, pese a la ausencia de datos cuantitativos, la cantidad de personas tóxicas podría haber aumentado por la aparición de otros factores asociados al mundo del trabajo, opina la psicóloga laboral y docente Carolina Moll. "Hay una mayor competitividad, una mayor necesidad de sobresalir y también está muy presente el tema de valorarse a sí mismo desde un aspecto mucho más narcisista", dice.

Allí los tóxicos más frecuentes son el envidioso, el descalificador, el chismoso y el autoritario. "En general son personas muy centradas en sí mismas, a las que les cuesta mucho aceptar la opinión del otro, solo se basan en lo que ellos creen y en lo que ellos entienden. Por eso también es frecuente que les cueste mucho respetar los diferentes niveles jerárquicos, tratan de imponerse. Son personas pueden llegar a generar maniobras que inciden muy negativamente en los demás", dice Moll. En contrapartida, advierte, son inteligentes y "tienen recursos intelectuales" para manejar al otro.

"Para mí ver todo eso era súper negativo, quedaba contaminado por la mala onda", recuerda Martín. "Además, veía que todo el tiempo estaba mintiendo, entonces aun cuando decía cosas que podían ser ciertas o en las que podía tener razón, me costaba mucho creerle y confiar".

Algunas veces, las personas tóxicas generan un nivel de toxicidad tal que el resto de sus compañeros se une para enfrentar la situación, dice Moll. Pero las respuestas varían según cada persona y organización. "Muchas veces empiezan a haber disfunciones a nivel del trabajo, como el estrés laboral crónico o el burnout. Y puede llegar al extremo de que la persona termine enfermándose o no queriendo o no pudiendo ir a trabajar".

Puertas adentro.

En el consultorio de Álvez, los casos más frecuentes son los de padres y parejas tóxicas. Dentro del primer grupo, las historias son "horripilantes", califica. "Las personas que se supone tiene que cuidarte y protegerte te hacen un daño terrible, ya sea a través de golpes, críticas, insultos, manipulación psicológica o control". Pese al paso del tiempo, hay frases que le quedaron grabadas en la memoria: "Qué aborto me perdí contigo", "Ojalá no hubieras nacido", "Solamente me arruinas la vida".

En el caso de las parejas tóxicas casi siempre se ejecuta el mismo patrón. Tanto es así que sus consultantes le dicen que es "una bruja", comenta, ya que siempre les dice con precisión qué es lo que va ocurrir. "Y acá no hay nada de magia, es simplemente experiencia en personas crueles que son capaces de hacer lo que sea con tal de salirse con la suya. En este tipo de vínculos lo que vemos es que al principio todo es color de rosa, estamos ante una persona increíble con rasgos hasta especiales. Luego sale toda la porquería que toma diversas formas: agresividad, violencia psicológica, infidelidad, mentiras, etcétera".

En general, son esas parejas que rompen y regresan mil veces. En cada retorno todo es mágico, con suerte por un mes, para luego volver a todo lo malo con más intensidad todavía. "Se repite este ciclo hasta el cansancio, hay parejas que están así por más de cinco años, hasta que, con la ayuda psicológica adecuada, finalmente pueden ver la luz y terminan con esa relación que los destruye", dice Álvez, quien justamente el sábado 11 de febrero dictará un taller sobre relaciones sanas.

En el ámbito de la pareja, para Stamateas los tóxicos más frecuentes son el celoso, el descalificador y el controlador. "No es fácil salir de esto, porque en una pareja que se arma un circuito tóxico es porque ambos obtienen una ganancia", opina. Clara sabe bien de lo que habla el argentino. "No era solo culpa de Tomás. Mirando para atrás veo todo lo que me había hecho y todo lo que yo me había dejado hacer. Jugaba con mi desesperación, jugaba con mi psiquis".

¿Cómo se sale? Según Stamateas cuando uno de los dos se cansa y propone el cambio. "La pareja es ese tercero que armamos los dos. Si vos salís con un descalificador y a la segunda no le pusiste el parate… Si vos no pusiste el límite es porque hay algo en tu carencia que se conecta con la carencia del otro". Cuando uno de los dos pisa el freno, pueden pasar tres cosas, dice: "Que el otro haga el cambio también y la pareja entre en una relación mucho más sana, que lo boicotee y siga todo igual o que se separen".

Después de dos años con llamadas en medio de la madrugada con declaraciones de amor incondicional y desplantes del tipo "no te quiero ver nunca más", Clara tomó la decisión de cortar de raíz. "Un 20 de diciembre le mandé un mail diciendo que él era el amor de mi vida, que me quería casar, tener hijos... Si no me contestaba, para mí iba a ser como que se hubiera muerto. Él nunca me contestó y lo maté en mi mente. En febrero empecé a salir con otra persona".

La salida.

Cuando se identifica a una persona tóxica, lo mejor es alejarse. Claro que esta decisión no siempre es fácil. A veces necesitamos ese trabajo, no tenemos dinero para independizarnos del hogar paterno o no nos sentimos preparados para dejar una relación. Entonces, aconseja la psicóloga Álvez, si la distancia no puede ser física que al menos sea emocional. "Con esto me refiero, por ejemplo, a no reaccionar ante las barbaridades que nos pueden decir, ignorarlos, trabajar activamente en nuestro propio optimismo para ser capaces de reconocer nuestro valor. Al saber quiénes somos y lo importante que somos, ya no dejamos que nos afecten las palabras de los demás. Es complejo de llevar a cabo y lo mejor siempre es salir corriendo, pero si no se puede, cultivar nuestro mundo interior suele ser una perfecta estrategia de supervivencia hasta que finalmente podamos alejarnos".

Cuando las relaciones tóxicas involucran familiares, el consejo es tener con ellos una relación lo más superficial posible, como si se tratara de un vecino al que vemos poco. En ese escenario, lo más difícil es si los tóxicos son los padres. "No podes divorciarte de ellos, tus emociones y tu biología te impulsan a quererlos aunque no se lo merezcan. Con tus padres casi nunca podés tener un vínculo cero", señala Álvez.

Además, hay que tener en cuenta que la mayoría de los tóxicos "despliega su maldad en privado", advierte la psicóloga positiva. Es más que frecuente ver a padres que elogian a sus hijos delante de los demás, pero en la intimidad los critican o no les reconocen ningún mérito. O en las parejas, donde el manipulador es encantador ante los ojos del afuera, pero en el interior de su casa es un ser despiadado. "Lamentablemente personas tóxicas existen en todos los ámbitos, duele más cuando se trata de un familiar o de tu pareja, porque las personas que se suponen que te aman pueden llegar a ser las que te causan más dolor", analiza.

En la oficina, Moll advierte que tanto las personas como las organizaciones están más al tanto del tema, lo cual allana el camino. La estrategia inicial debería ser "sacar los recursos internos que cada uno tiene" para enfrentar la situación. Claro que, advierte la psicóloga laboral, no todos partimos desde el mismo lugar. "Hay personas que son más vulnerables que otras y cuya subjetividad se ve mucho más impactada". En estos casos, la recomendación es acudir a un profesional y no avergonzarse ni ocultarlo sino hablarlo hasta encontrar una solución. Si la persona afectada pide cambio de oficina o de área, Moll opina que la organización "lo tendría que posibilitar".

De su experiencia en la clínica y la cátedra, Moll opina que las personas tóxicas generan costos por igual para los individuos y las empresas. "Aparecen las certificaciones médicas, los rendimientos bajos, el hecho de no poder cumplir con la producción. Todo esto tiñe a la persona en todos sus ámbitos, entonces comienza a tener problemas en su casa, a nivel de los estudios y en sus vínculos sociales. Somos uno, es imposible estar mal en el trabajo y bien en casa, o al revés".

Para Stamateas, no hay término medio. Con la gente que no pertenece al ámbito familiar ni laboral, los mejor es alejarse, dice. Ahora, cuando el tóxico está más cerca y vinculado, su consejo es "usar las dos palabras más poderosas, que son sí y no. Yo tengo que enseñarle a los demás cómo quiero que me traten". En esa tarea, son fundamentales los límites, que según el psicólogo argentino son liberadores pero tienen mal marketing. "El límite te da seguridad, te permite saber qué podés y qué no podés hacer".

El daño dependerá del tóxico y del intoxicado. En el caso de los padres, puede generar niños/adultos culposos, carentes de autoestima, incapaces de tomar sus propias decisiones. En el caso de una pareja, se dan manipulaciones que terminan en culpa, situaciones que parecen inverosímiles, confusiones entre el rechazo y el amor incondicional. En el trabajo, surgen situaciones de estrés, poca productividad, mal clima laboral y hasta depresión. "A veces el daño a nuestra autoestima es tan impresionante que cuesta volver a armarse psíquicamente", dice Álvez. "La toxicidad es peligrosa, por eso es bueno alertar a todos y que aprendamos a cuidarnos de estos seres que te pueden quitar hasta la vida".

El Caín y el Abel de cada uno.

"Todos tenemos un Caín y un Abel dentro, algo bueno y algo malo, dicen que la diferencia es que el bueno es malo pero no lo ejerce", bromea el psicólogo argentino Bernardo Stamateas, bestseller con sus libros sobre gente tóxica, en una conversación con Domingo. Para él, la introspección es el primer signo de salud mental. "Poder mirar para adentro y ver qué nos pasa y por qué nos pasa; revisar esas ideas es el primer paso para poder cambiarlas por ideas de calidad". En busca de las causas, el experto explica que las personas tóxicas hacen activamente lo que sufrieron pasivamente: "Son personas que tienen conflictos no resueltos. Si fue maltratada ahora se dedica a maltratar... Creen que lastimando al otro van a poder resolver sus problemas internos".

¿Qué pasa si el problema soy yo?

Los artículos, columnas y libros sobre personas o relaciones tóxicas ayudan a identificar esa gente que nos hace daño con más facilidad. Pero, ¿qué pasa si el elemento nocivo soy yo? En ese caso, coinciden los expertos, es más difícil saberlo y aceptarlo, pero también hay algunas pautas que ayudan a lograrlo. Según la psicóloga española Silvia Olmedo, autora del libro Detox emocional, "hay ciertas conductas y señales de las personas que te rodean que pueden hacerte sospechar que puedes ser una persona tóxica para ellas. Señales como que eviten tu compañía o no quieran discutir contigo. Otra señal de sospecha es cuando no te dicen lo que piensan o en todo te dan la razón porque te tienen miedo". Por otra parte, escribe Olmedo, "si somos personas inseguras, con una autoestima baja o controladoras, la probabilidad de que creemos relaciones tóxicas es muy alta". ¿La solución? Reconocer "la parte oscura" que todos tenemos es el primer paso para lograr "una mejor versión de nosotros mismos".

Envidiosos, mete-culpas, manipuladores y hasta psicópatas.

En su libro Gente Tóxica, el psicólogo argentino Bernardo Stamateas define 13 tipos de personas tóxicas. Estos son algunos de ellos.

Envidioso. En general se manifiesta a través de la descalificación, el enojo o la tristeza. Es muy frecuente en el ámbito laboral: “Me da bronca todo lo que tenés y por eso quiero que lo pierdas”.

Mete-culpas. Son esas personas que todo el tiempo te hacen sentir culpable. Y tiran frases del tipo: “Todo lo que hice por vos y vos me estás pagando así”.

Controlador. Más visible en las relaciones de pareja. Al controlar se siente seguro y pierde el miedo a ser dominado. Pretende que siempre se haga lo que él dice y establece una lucha de poder.

Descalificador. Es el que te habla en “chiquito” para minimizar tus logros. También te roba el mérito: “Estás ahí porque yo te ayudé” o “Vos sin mí no sos nada”.

Psicópata. Son los que cosifican al otro, lo utilizan y luego lo descartan. Además, son hábiles manipuladores.

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Los tóxicos son "adictos emocionales" e inseguros; meten miedo y nivelan para abajo, coinciden los expertos.

DE PORTADADANIELA BLUTH

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