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"La gente necesita un espacio para reír"

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"Una vez que me subí a un escenario no me bajé más", dice. Foto: Fernando Ponzetto

Hace 25 años que hace obras para niños, diez que creó a la Tía Libi y lleva seis con sus unipersonales para adultos. Y lamenta que la comedia y el teatro infantil estén “bastardeados”.

LEONEL GARCÍA

Y a qué facultad pensás ir?" Como respuesta, Liliana, recién egresada del liceo 28, "actriz" precoz y autodidacta en la casa paterna del Cordón, en la de sus abuelos de la Unión y hasta en la escuela España, se plantó con un sueño que casi nació con ella: "A ninguna, voy a hacer teatro". Dramón familiar: la madre que lloraba a mares, el padre que le cuestionaba todo tipo de suertes a futuro. "¿Estás segura?".

"Y yo me mantuve firme, no sé cómo. Quizá a esa edad somos más corajudos". Se anotó en la escuela de la Asociación Cristiana de Jóvenes. Ahí se encontró con un primo segundo suyo, Fernando Enciso, que luego se haría conocido como Petru Valensky. También se topó con Atilio Costa, responsable de Teatro La Máscara. De arranque, les mostró un escenario con un letrero que decía "Lugar para equivocarse" y les hizo escuchar Albertío, de Violeta Parra: "Al pasito por las piedras/ cuidado con los juanetes,/ que aquí no ha nacido nadie/ con una estrella en la frente".

"Eso era para que no nos la creyéramos", dice Liliana Enciso (48), a su vez más conocida como la Tía Libi. Hoy se está preparando para el debut de la quinta temporada de El mundo mágico de la Tía Libi, el 7 de mayo en el Teatro del Centro, mucho antes del comienzo del asueto escolar invernal. Sigue al frente del unipersonal Loca como tu madre, ya en su tercer año, ya pensando en el público adulto, en esa misma sala. Y en el Pittamiglio ensaya Hasta que por fin me separé, también sola y su alma.

Estas dos son comedias "que dicen cosas", dice Liliana. "Acá en Uruguay está muy bastardeada la comedia. Está muy valorizada la idea de que hacer teatro de verdad es un teatro de texto, un Shakespeare o un Molière. Que si decís cosas saladas o angustiantes, ¡ahí sí hacés teatro! Y si hacés algo divertido, casi que pedís perdón".

Atilio Costa, su maestro, le marcó el camino: "A vos te voy a sacar buena comediante", le dijo. Es que ella siempre ha tenido humor para todo, al extremo de querer poner de moda "las mujeres gordas". Nunca tuvo dramas con eso, lo que ha resultado problemático para adelgazar. El amor por el teatro para niños, "también bastardeado", lo traía consigo. En los dos lados le va muy bien: "Soy una agradecida al público. La permanencia o no de un espectáculo depende de la gente".

Camino.

Afuera llueve, como durante casi todo abril. Por suerte, el Teatro del Centro queda cerca, para el ensayo de las seis. Liliana también es profesora de inglés y adscripta del liceo 40 en Peñarol. "Es un liceo de contexto crítico, me duele decirlo porque adoro a mis chiquilines. Pero trabajar ahí me hace bien para empaparme de realidades que tenemos y que no te enterás si solo andás por el Centro".

De rulos rubios y sonrisa fácil, ella tiene un piercing en su ceja izquierda. Nunca un inspector de Secundaria con aires de carcamán le hizo comentario alguno por él; sí se lo reprochó una periodista: "¿No te parece que estás un poquito grande para eso?". "Si a vos te parece..., le contesté. ¿Qué le iba a decir?". Para sus alumnos, en cambio, es la Tía Libi, personaje nacido para El reino del revés de María Elena Walsh (2006), nombre inspirado en su ahijada, quien a los tres años le costaba llamarla Lili.

Liliana hizo pantomima en un grupo llamado Insalubre. En los años 80 y 90, al influjo (tardío) de Marcel Marceau, la mímica vivía un momento de auge en Uruguay. "Se trabajaba muy bien, siempre pedían un mimo en las fiestas paquetas, te llamaban de la colectividad judía, de Punta del Este...". De ese colectivo, con el que llegó a viajar a Europa, fue la única que siguió con el teatro. Uno de sus excompañeros hoy es neumocardiólogo, otro es bioquímico. "Yo aposté por esto, la alegría que siento arriba de un escenario no la siento en otros lugares. Una vez que me subí a un escenario no me bajé más. He actuado con fiebre, con fascitis plantar, con dolor ciático o de muela y te puedo asegurar que en esa hora no sentís nada. Claro, te bajás y te duele cien veces más".

Estudió con Omar Varela y también en la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD). Estudió en España y también en Estados Unidos. Actuó en Eslovenia, Portugal, Gran Bretaña y Canadá con su grupo de mimos. Giró por todos lados durante los 90. Ahí aprendió que el teatro es un espectáculo integral que va más allá de la dramaturgia. Y se metió con el público infantil, el más complicado, el que al decir de la Tía Libi y el Principito, "no está domesticado". Un público que hace notar si no le gusta lo que ve. "Un día Leo Maslíah me dice que le encantaba lo que yo hacía, y entonces le pedí que me escribiera una obra para niños". Así nació Los sueños de Anita y Curosagua (1991). En 1996, Liliana creó su propia versión de Peter Pan (que estuvo 17 años en cartel) y diez años después creó a la Tía Libi, aunque no estaba pensado originalmente para ella.

"La Alianza Uruguay-Estados Unidos me invita a hacer El reino del revés. Fui a verla a Buenos Aires, con Anita Martínez, pero quise hacerla más uruguaya. Le pedí permiso a María Elena Walsh, la autora, para crear un personaje que fuera un hilo conductor". Walsh accedió y Liliana, que estaba cursando el Instituto de Profesores Artigas (IPA) y llevaba tres años sin actuar, lo pensó para Graciela Rodríguez. "La Alianza insistió en que lo hiciera yo. Y probé. Y nunca pensé que iba a tener el impacto que tuvo". La Tía Libi cumple 10 años en este 2016.

Público.

"Para los niños me gusta esa locura sana, naif, donde una flor puede aparecer de adentro de un raviol. Me gusta ese mundo de María Elena Walsh que hoy anda haciendo falta. Los gurises hoy ganaron en tecnología, parece que se sacaron la primera selfie al nacer, pero perdieron el tener lucha contra el aburrimiento que había antes, donde una caja de verduras era una nave espacial, donde una rama era una espada". Para los niños, Liliana busca espectáculos interactivos. Sabe que lo que hacía en los años 90 no tendría lugar hoy. "Los niños quieren ser parte de. Hay actores que tienen miedo a eso. Pero a mí me ha resultado". Varios de esos personajes de aquella primera incursión en el universo Walsh —la Mona Jacinta, Mambrú el Jardinero, Mono Liso— estarán presentes en este reestreno.

La Tía Libi vuelve dos meses antes que el malón de obras del asueto escolar de julio, reducido este año a una semana, para desazón de niños y actores esperando la zafra. "No me molesta el abanico de propuestas. Es un desafío para mejorar. Me molesta quien lo toma como un negocio y no le pone amor a lo que hace, no se preocupa por el vestuario o la escenografía. Lo hacen para levantar guita y chau. Eso le da mala prensa al teatro para niños. Acá se juntan cuatro o cinco, uno aporta ropa, otro trae otra cosa... Una cosa bien hecha hoy te debe costar cinco o seis mil dólares, ¡yo los gasto! ".

Aunque para ella es positivo que ahora haya premios Florencio exclusivos para las comedias, lamenta que el hacer reír todavía no genera el mismo respeto que hacer llorar. "Para los intelectuales del teatro, al menos, no. Para los críticos, que a mí no me vienen a ver (se ríe), tampoco. Pero para el público sí. Y yo trabajo para el público. A mí me importa vivir o sobrevivir de lo que hago. Y para eso preciso gente en la sala. El actor que dice que no le interesa que le venga gente miente. Todos precisamos al público, ¡sino hacé algo en el living de tu casa y pirá solo!".

Con sus unipersonales empezó hace seis años. Ya tenía un nombre propio para el teatro para niños, pero era una desconocida para los más grandes. También funcionó. En Loca... es la típica vecina de ruleros; en Hasta que... será una mujer recién divorciada entre expectativas, amigas y psicólogos. "Con todos los problemas que hay hoy la gente no se siente plena y necesita un espacio para reír. Pero cuando digo reír, me refiero a llorar de risa, con escándalo, con carcajadas, que la gente se dé vuelta a mirarte". Sin hijos y actualmente sin pareja, no ha tenido que sufrir grandes dolores en su vida, con la excepción de la muerte de su padre, en 2004. Ha tenido malos días, claro, pero nada que el feedback con el público no le ayude a sobrellevar. "Yo no puedo perder la perspectiva de que existo gracias a la gente. Me ha pasado de estar tomándome la presión y que la enfermera me reconozca. Yo te fui a ver a vos. El cariño de la gente te cambia el peor día, eso nunca te puede caer pesado".

En todo caso, Liliana prefiere no pensar cómo clasificar eso que hace ni por qué mágica razón tiene éxito. Dice que su ambiente está lleno de celos y envidias. Sabe que lo que ella hace —sean sus unipersonales, sus obras para niños, o su vínculo con la Intendencia durante la gestión de Ana Olivera para un proyecto educativo que incluía un programa de tevé y visitas a unas 50 escuelas por año— está lejos de generar unanimidades. No se puso a pensar por qué. "Quizá porque salgo en la tele". Y sigue pensando que el escenario es un buen lugar para equivocarse, "¡al menos hasta el día del estreno!".

—¿Y te la llegaste a creer alguna vez?

—No. Nunca. Ni siquiera cuando veía los carteles míos en la calle. Los veía y lo único que pensaba era: Qué bueno sería si estuviera papá.

SUS COSAS.

Su libro.

Liliana elige Historias de divan (2007) de Gabriel Rolón. "Me gustó, me movió la cabeza y pude entender el trabajo de los psicoanalistas un poco más". Esa fue la primera obra de este psicólogo argentino, cuyo éxito se tradujo en varias ediciones, traducciones a varios idiomas y una miniserie de televisión.

Su disco.

Tanto por su gusto personal como por motivos laborales, Canciones para mirar (1963) de María Elena Walsh es su disco favorito. "Le debo mucho", dice. Pudo conocerla personalmente y quedó encantada. No siempre le pasó eso con sus referentes.

Su objeto.

Si Liliana pudiera salvar un único objeto de un incendio, sería la última foto que se sacó su padre, fallecido en 2004. Fue en Valizas. La actriz dice que de él ella heredó su humor. Incluso la ayudó en cuestiones eléctricas para una obra que hizo para la Comedia Nacional.

Un personaje.

"A mí me gustan los personajes malos. Cuando hice Peter Pan, mi protagonista era Hook". Entonces, no extraña que si tuviera que elegir a alguien de ficción, nombrara a Cruella de Vil, villana de 101 Dálmatas. Le encantó la personificación de Glenn Glose, en 1996.

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"Una vez que me subí a un escenario no me bajé más", dice. Foto: Fernando Ponzetto

LILIANA ENCISO i El personaje

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