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Gallegos en Uruguay: una historia de desarraigo y superación

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Manuel López Faraldo
FERNANDO PONZETTO

MIGRACIÓN

Son más de 40.000 y hay una federación con 12 sociedades. El Centro Gallego de Montevideo es el más antiguo del mundo.

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Siendo Manuel López Faraldo un niño de 5 años, le tocó recibir la carta desde Vilarmaior en que le comunicaban a su padre que su abuela había fallecido. “Cuando papá la abrió, al ver su cara, me enteré que era otra mala noticia de La Coruña. Así fue como a pesar de ser el idioma gallego mi lengua de cuna, inconscientemente me negué a hablarlo. Pero cuando tenía 20 años y fui por primera vez a Galicia, donde conocí a mis tíos y mis primos, la cosa cambió. Dieciocho años más tarde, en el 2000, regresé por segunda vez a la casa de mi tía en la aldea de Gulfar. Recuerdo que ella se emocionaba al decirle a una vecina que ‘mi sobrino no es americano. Habla como nos’. Yo ya me sentía orgulloso de mis raíces, aunque hablaba un gallego medio abrasilerado”, comenta Manuel López. 

En ese año se reconcilió con su historia y dejó atrás el bullying que sufrió desde chico por ser “Manolito” y “gallego”. “Eran sinónimos de burro en aquellos años en el Río de la Plata”, cuenta.

“Un día, en una cena con unos compañeros del banco para el que yo trabajaba, uno de ellos me llamó ‘gallego’. La mujer le dio un codazo y le dijo que me respetara, tras lo cual yo le contesté que no se preocupara, que soy gallego y a mucha honra”, recuerda en diálogo con Revista Domingo.

La discriminación fue quizás el mayor de los problemas que tuvieron los gallegos en el siglo pasado, ya que muchos venían de zonas rurales donde apenas se hablaba el castellano y se encontraban en Montevideo con un país desarrollado.

“Muchos conocieron aquí al ascensor por primera vez. Y en el puerto de Santos vieron al primer afrodescendiente, lo que para ellos era algo extraño. Pero insertarse en la actividad laboral sin conocer el idioma y desconociendo el modo de vida en la ciudad era difícil”, destaca.

Y agrega: “Los gallegos contaban en primer lugar con el compatriota que los había repatriado, porque tenían que tener una carta de un empresario que los reclamaba para trabajar en Uruguay. Sin ella, el gobierno no les permitía ingresar al país. Y desde 1879 contaban con el Centro Gallego de Montevideo, el más antiguo del mundo, donde además de instruirlos en gramática, a muchos hasta les enseñaban a leer y escribir. También los formaban en algún oficio y les conseguían trabajo, generalmente entre empresas de paisanos benefactores”.

Con los años, Manuel López (58) hizo una carrera como periodista y empleado de una conocida institución bancaria, y se mantuvo siempre interesado en mantener el contacto con sus raíces. Lo pudo hacer, entre otras cosas, como corresponsal en Uruguay de la publicación España Exterior y escribiendo un libro sobre la histórica Capilla Farruco de Durazno, el cual fue declarado de interés por el Ministerio de Educación y Cultura y por el Codicen, por relatarse allí por primera vez la historia del español que aconsejó a José Artigas a enrolarse en el Cuerpo de Blandengues y dejar su vida de matrero, comenzando a forjarse desde ese momento la figura del prócer. 

Centro Gallego
El Centro Gallego de Montevideo es el más viejo del mundo y una joya arquitectónica

La comunidad local

La diáspora gallega es muy numerosa: se calcula que hay más de medio millón viviendo en 140 países.

El embajador de España en Uruguay, José Javier Gómez-Llera, señaló a Revista Domingo que hay casi 70.000 españoles registrados en el Consulado de Montevideo, la mayoría de los cuales son gallegos.

“Uruguay es el país en el que tenemos la colectividad española más numerosa en relación a la población. Y se calcula que el 70%, como mínimo, es de origen gallego. Los primeros que llegaron a Montevideo fueron canarios; la migración gallega fue posterior, de los siglos XIX y XX. Y vinieron muchísimos”, explicó.

El diplomático destacó, por sobre todas las cosas, la importancia del Centro Gallego de Montevideo. Y de instituciones de salud de gran arraigo como Casa de Galicia. “Tenemos un vínculo muy fuerte con el Centro, aunque en el último año, por la pandemia, no se ha podido hacer todo el programa de actividades. Y hay otras instituciones, como el Comité de Residentes Españoles, donde hay muchísimos gallegos. Tanto en el Consulado como en la Embajada mantenemos una estrecha relación con ellas, como ocurre por ejemplo con la Federación de Sociedades Gallegas en Uruguay”, agregó Gómez-Llera. La esposa del embajador es hija de un gallego y de una asturiana y él es nieto de asturianos y vascos.

La Federación de Sociedades Gallegas en Uruguay es presidida por María “Charo” Gil, quien además es la vicepresidenta del Centro Gallego.

“La Unión de Sociedades Gallegas comenzó a funcionar en 1984 y en 1993 hubo un cambio de estatutos y se transformó en federación. Su propósito es representar a nuestra comunidad ante Uruguay, España y el Gobierno Autónomo de Galicia. También ante todas las instituciones nacionales e internacionales en temas de gestión para la diáspora. Uno de sus objetivos primordiales es mantener los lazos sociales y culturales con Galicia, su lengua y su historia. Es una federación apolítica”, explica Gil a Revista Domingo.

La Federación está conformada por una docena de instituciones: Casa de Galicia, Centro Alma Gallega, Centro Bergantiños, Centro Valle Miñor, Centro Hijos de Galicia, Centro Gallego, Centro Orensano, Centro Pontevedrés, Hijos del Puerto del Son, Patronato da Cultura Galega, Unión Hijos de Morgadanes y Campo Lameiro. Y está pendiente el ingreso de la Asociación de Empresarios Gallegos del Uruguay y de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago, que se encuentra en formación.

“Hay muchísimos gallegos en nuestro país, buena parte de los cuales son descendientes con nacionalidad y pasaporte español. Otro de los objetivos de la federación es mantener unida a la colectividad, fortalecerla y ayudarla en las debilidades”, destaca Gil. 

Desplazados por la guerra

Muchas de las historias de la migración gallega tienen que ver con las penurias de la guerra y la crisis económica, como la de María del Carmen Balsa (77), cuyo padre, un refinado carpintero, llegó a Uruguay “con una mano atrás y otra adelante”, dejándola a ella, a su madre y dos hermanas en España, con la esperanza de poder traerlas más adelante. Eso ocurrió cinco años después de aquel viaje aventurero que emprendió con dos amigos hacia el puerto de Montevideo, donde vivió hasta los 94 años y trabajó hasta los 92.

“Mis dos abuelos, materno y paterno, fueron de los primeros inmigrantes que viajaron a Cuba. También tuve unos tíos que fueron a la isla muy jóvenes y que se quedaron allá, hasta que finalmente pudieron salir. En la década de 1950, mi padre, Daniel Fortunato Balsa, vino a Uruguay. No lo hizo por un tema político, él fue un sobreviviente de la Guerra Española, en la cual luchó tres años y resultó herido”, comenta “Mary” desde su apartamento ubicado en Rivera y Simón Bolívar.

“Después de la guerra, España quedó sumida en una gran crisis económica. Con mi familia no la sentimos tanto porque vivíamos en el campo y cosechábamos, teníamos para comer. Pero muchos emigraban hacia América buscando horizontes mejores, sobre todo a Argentina y Venezuela. Y muchos, como mi padre, recalaron acá en Uruguay. No se fue de España estrictamente por necesidad económica, pero como sus amigos que habían sido combatientes igual que él migraban, se decidió a acompañarlos”, agrega. 

Mary Balsa
El padre de Mary, Daniel Fortunato Balsa, vino a Uruguay como excombatiente después de la guerra. Ella, sus dos hermanas y su madre lo hicieron cinco años después.

Jóvenes en la Madre Patria

En 1988 nace Belén Casal, quien desde niña empieza a abrazar cada recuerdo de Galicia que le ofrece su entorno, como si no fuera, de todo su linaje familiar, la más alejada en tiempo de aquellas aldeas escarpadas: asiste a danza típica en el Centro Gallego, se involucra con su cultura y lengua, celebra las historias de bruxas, meigas y duendes, disfruta de la lluvia.

Belén estudió después Comunicación en la Universidad Católica y en la carrera conoció a Juan Manuel Montoro, quien tiene a su bisabuela como antecedente más cercano de origen gallego. Juan Manuel siempre recuerda un poema de Rosalía de Castro, Adiós ríos, adiós fontes, aplicable a los emigrantes de todo el mundo, pero también a cualquier emprendimiento nuevo: deixo a aldea que conoso, por un mundo que non vin.

Juan Manuel y Belén avanzaron en la relación, en la carrera y en el vínculo con Galicia. Y la noche de su casamiento no hubo brindis con champagne, sino una gran queimada, rito de origen gallego que busca atraer a los buenos espíritus.

Tras la boda, se fueron de mochileros por América y viajaron luego a Italia, donde Juan Manuel cumplió uno de sus sueños: estudiar la maestría en Semiótica en la Universidad de Bolonia. Su pasaporte italiano le simplificó la tarea. Habrían tenido a su primera hija en la ciudad donde enseñó Umberto Eco, pero tras un cambio de planes, nació en Montevideo.

Las migraciones no solamente interpelan a Belén en su historia personal. También se ha especializado profesionalmente en el tema. Su tesis de licenciatura se centró en las redes de solidaridad en el consumo dentro de la colectividad gallega de Montevideo. Instalada en Bolonia, cursó un máster online en Migraciones Internacionales en la Universidad Comillas de Madrid. Desde hace cuatro años colabora con el equipo de investigación de Migraciones de Ida y Vuelta, liderado por la doctora Silvia Facal Santiago de la Universidad Católica. Y como parte de este grupo, realiza investigaciones sobre las migraciones actuales en Uruguay.

Tras haber sido padres, Juan y Belén buscaron la forma de amalgamar sus vocaciones con un llamado a la Galicia mítica que sentían cada vez más fuerte. Lo consiguieron gracias a la Beca Excelencia Juventud Exterior que le permitió a Belén cursar en 2018 un máster en Educación y Diversidad Cultural en la Universidad de Santiago de Compostela.

A fines de 2020, Juan y Belén crearon una agencia especializada en comunicación e identidad llamada Identikit (www.identikitverbal.com) con el apoyo del Programa al Retorno Emprendedor y la ayuda a la Promoción del Autoempleo, dos instrumentos que buscan favorecer el emprendimiento en gallegos retornados.

Juan Manuel y Belén
La noche del casamiento de Juan Manuel y Belén no hubo brindis con champagne, sino una gran queimada, rito de origen gallego que busca atraer a los buenos espíritus

El Centro Gallego de Montevideo, el más viejo del mundo

Promediaba 1879 cuando un grupo de patriotas gallegos abordó la idea de aglutinar inquietudes de quienes dejando atrás su Galicia natal, se lanzaban a la aventurada búsqueda de un futuro mejor. Decidieron reunirse bajo un mismo techo para mitigar aquella morriña y tristeza de la lejanía. El 30 de agosto de ese año, nació el Centro Gallego de Montevideo, actualmente el más antiguo del mundo.

Esta casa ha recibido la visita de innumerables personalidades, entre las que destacan Gregorio Marañón, Rafael Alberti, Alfonso R. Castelao, Camilo Barcia Trelles, Juan Zorrilla de San Martín, Ramón Suárez Picallo y Juana de Ibarbourou.

La sede del Centro Gallego es una verdadera reliquia arquitectónica y uno de los palacios más hermosos de Montevideo. La casona, que data de 1923, se encuentra en San José 890, entre Andes y Convención. “La propiedad fue construida por los propios emigrantes y hoy es considerada Patrimonio Cultural del Uruguay. Ahora está cerrada por la pandemia”, anota Charo Gil.

Pero, además, el Centro Gallego cuenta con un predio de 15.000 metros cuadrados en Carrasco, en Avenida Italia y Barradas, con tres equipos de fútbol universitario, actividades de hockey, basquetbol, gimnasio, piscina climatizada para fisioterapia y un centro lúdico.

Centro Gallego en Carrasco
Instalaciones del Centro Gallego en Carrasco.

La Capilla Farruco y su vínculo con Artigas

Francisco Rodríguez Alonso, conocido por su alias gallego de “Farruco”, llegó al Río de la Plata en 1764 proveniente de su Tui natal, al sur de Galicia, para servir primero como soldado a los ejércitos de su majestad. En 1782, siendo capitán de milicias, comienza a construir un fortín a más de 300 kilómetros de Montevideo, en lo que hoy es el departamento de Durazno.

Según describe el periodista Manuel López Faraldo, si bien esta construcción que ha llegado hasta nuestros días es de tipo militar, un ala de la misma fue destinada a transmitir la cultura que Farruco traía de Galicia: su religión. El espacio de oración fue habilitado en marzo de 1797 por las autoridades de Buenos Aires.

Y la capilla fue ofrecida a Nuestra Señora del Rosario en tiempos de la dominación española. Luego de producida la gesta artiguista, el padre Dámaso Antonio Larrañaga, a pedido de los pobladores del lugar, la advoca a San Martín de Tours.

Fue en este sitio donde un joven José Artigas se enroló al Cuerpo de Blandengues en marzo de 1797, cambiando desde ese momento la historia del Río de la Plata.

Capilla Farruco
La Capilla Farruco, patrimonio histórico en Durazno. Foto: Manuel López Faraldo.

Nombres gallegos y otras herencias

Varios de los apellidos más comunes en Uruguay, exceptuando los patronímicos (Fernández, González, Martínez, etcétera.), provienen de Galicia, en particular de su naturaleza y cultura. Entre ellos, destacan: Castro (conjunto de viviendas celtas); Silva/Silveira (zarzamora); Carballo (roble); Pereira (peral); Piñeiro (pinar); Moreira (moral, de moras); Loureiro (árbol de laureles); Salgueiro (sauce); Acosta (la costa); Viera/Viera (tipo de molusco); Corujo (tipo de pez).

Uruguay es el cuarto país con más gallegos en el mundo, superado solamente por Argentina (180.908), Brasil (49.467) y Cuba (44.062), y está por encima de Suiza (41.106), Venezuela (33.278) y Estados Unidos (22.527). De todos los anteriores, Uruguay es el que tiene mayor presencia de gallegos entre su población local. Esta tasa asciende a 1,2%, mientras que en ningún otro país supera el 0,4%. La cifra corresponde solo a uruguayos que tienen nacionalidad y están registrados en Galicia, por lo que considerando que las leyes de extranjería han variado sustancialmente en las últimas décadas, se puede suponer que la influencia de Galicia en nuestra sociedad es muchísimo más alta.

Según datos del Ministerio de Asuntos Exteriores, actualmente viven en Uruguay cerca de 70 mil personas con nacionalidad española. De ellos, 41.162 están inscriptos como pertenecientes a municipios gallegos. Es posible que ese número sea aún mayor ya que cuando al momento de la inscripción en el Padrón de Españoles Residentes en el Exterior no se especifica un municipio concreto, en varios casos se ha registrado por defecto a la persona en Madrid.

El Celta de Vigo, uno de los dos equipos de fútbol más exitosos de Galicia, tiene un pasado vinculado al Uruguay. El color de su camiseta se debe a que pocos meses después de su fundación, en 1923, pasó de visita el equipo olímpico que ganó el oro en los Juegos de Colombes de 1924 como parte de su gira de preparación. Los compatriotas mostraron una exhibición de fútbol tan sorprendente que les hicieron pasarse al color celeste.

Tradiciones que se van perdiendo

En materia musical, Cristina Fernández -en dúo con su marido Washington Carrasco-, ha sido una de las voces fundamentales para difundir la cultura gallega en Uruguay. Pero la cantante advierte que hay tradiciones que se vienen perdiendo por desinterés de las nuevas generaciones.

“Todo viene de tu casa, que es donde se forma esa red de amor hacia la tierra de tus antepasados. Pero cada vez es menor el interés de los jovencitos que vienen de familias gallegas”, señala Fernández (74).

“Ni siquiera el idioma creo que va a perdurar, lo cual me duele en el alma, porque el gallego es maravilloso”, anota.

De todos modos, aclara que hay colectivos que todavía conservan y difunden las tradiciones, como el Valle Miñor, ubicado en Julio César a media cuadra de Rivera. “Ahí hay una juventud preciosa que trata de sostener la música, la poesía, el idioma”, destaca.

Cristina Fernández.
Cristina Fernández.

Becas

La Xunta de Galicia ofrece todos los años las Becas Excelencia Juventud Exterior, a través de la Secretaría General de Emigración.

Pueden presentarse ciudadanos españoles que estén vinculados a Galicia y quieran cursar un máster en una universidad gallega. Para la presente edición, hay plazo para inscribirse hasta el 30 de abril.

“Galicia se preocupa mucho por toda la diáspora y esta es una muy buena oportunidad para las jóvenes”, señala la presidenta de la Federación de Sociedades Gallegas, Charo Gil.

“En algunos casos son 7.000 euros y en otros 11.000. Y luego pueden alcanzar una inserción laboral en Galicia. Pero la primera finalidad es que puedan tener un contacto con la tierra de sus ancestros”, agrega.

Gil destacó la importancia que ha tenido en los últimos tiempos el secretario general de Emigración de la Xunta de Galicia, Antonio Rodríguez Miranda, quien ha facilitado que se otorguen ayudas muy valiosas, por ejemplo, para el Hogar Español de Ancianos que se encuentra en Montevideo.

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