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Gabriel Muto: "Tabaré Vázquez fue el más elegante"

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Nota a Gabriel Muto, el sastre de los Presidentes, en su domicilio ND 20220429, foto Francisco Flores - Archivo El Pais
Francisco Flores/Archivo El Pais

EL PERSONAJE

El sastre de los presidentes vistió a todos los mandatarios uruguayos desde el retorno de la democracia y a muchas figuras famosas. Con 70 años de carrera, continúa activo.

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En aquel Montevideo de la década de 1950 cuyos habitantes -mayoritariamente de clase media- se vestían con sus mejores galas para pasear por la Ciudad Vieja o 18 de Julio, cortó sus primeras telas Gabriel Muto, por entonces un joven discípulo del más renombrado artesano de la moda masculina que existía en Uruguay: Rafael Gigliotti.

Aprendido el arte, puso su propio atelier en la Ciudad Vieja y comenzó una carrera que le exigió enormes esfuerzos pero que lo recompensó con grandes satisfacciones y reconocimientos internacionales. Poco a poco se fue haciendo de un nombre y de una clientela selecta. Su profesionalismo trascendió fronteras y en su atelier de Punta del Este desembarcó lo más granado de la clase alta porteña, reconocida en el mundo por la elegancia al vestir de sus hombres y mujeres.

Sastre de poderosos empresarios, pero también de conocidos músicos y actores internacionales, vistió a todos los presidentes uruguayos desde el retorno a la democracia en 1985. Incluso no cejó en el esfuerzo para convencer al expresidente José Mujica de que debía usar corbata.

Hoy, jubilado y con casi 70 años de carrera, Gabriel Muto, “el sastre de los presidentes”, continúa yendo todas las tardes a su atelier de Punta Carretas. Y si bien ha delegado las tareas en sus hijos Luis y Pablo, herederos de la profesión familiar, con 88 años sigue sumergido en la moda. “Voy todos los días de tarde, de 14 a 19 horas, a Studio Muto, porque para mí esto es como un deporte. Y tengo la satisfacción de estar con mis hijos, a los que quiero muchísimo. Desde que mi señora falleció, hace seis años, vivo solo. Y poder estar con ellos es para mí una compañía y una gran alegría”, dice a Revista Domingo.

Muto incluso continúa viajando para ver la evolución de la sastrería en otros países. “Me doy cuenta enseguida cuando la tendencia es de una ropa más larga, más corta o más al cuerpo. Me fijo en todos los detalles, eso lo domino muy fácilmente por tantos años en el oficio. Y luego se lo transmito a mis hijos”, sostiene.

Desde la cuna

Gabriel Muto Baraibar aprendió a conocer y amar la artesanía desde niño porque nació en el hogar de un maestro sastre, Argentino Muto, y de una educacionista, Micaela Baraibar. A partir de los siete años, comenzó a ayudar a su padre en el taller de confecciones en pequeñas tareas y también a observar la figura humana con ojo clínico, constituyendo ambos ejercicios la base de la que sería su profesión en el futuro. Su padre llegó a trabajar 57 años como sastre, dejando su huella en grandes tiendas de ropa como Antonio Sica, Álvarez, Trenchi o Casa Rim.

Con sangre italiana en sus venas, Muto acompañó el descubrimiento de la sastrería con el deporte, la música y el teatro, asistiendo asiduamente a los espectáculos de los grandes directores y artistas que se presentaban tanto en las salas de Montevideo como en otras partes del mundo. Aprendió a tocar el clarinete y el regreso triunfal de los campeones de Maracaná lo encontró en las filas de la orquesta que les dio la bienvenida como verdaderos héroes nacionales, en aquel inolvidable feriado del 18 de julio de 1950.

Estuvo en el Coro Municipal y tomó clases de canto con el maestro Domingo Dente, quien hasta 1963 dirigió la Orquesta del Sodre. También se formó con el madrileño Enrique Casal Chapi, con el músico Eduardo Carámbula y con el compositor y director de orquesta austríaco Kurt Pahlen, quien viviera exiliado durante varias décadas en Argentina y Uruguay.

De muy joven, Gabriel Muto tuvo una de las satisfacciones más grandes de su vida al poder actuar junto a la Comedia Francesa, cuando el afamado elenco vino a presentarse al Teatro Solís. Sucedió en 1958 con la obra El Libro de Cristóbal Colón, dirigida por Pierre Boulez, en la que participó como corista y pudo conocer a artistas de relevancia internacional.

Sus padres quisieron que hiciera algo de “academia”, por lo cual estudió el oficio de la sastrería durante cinco años en los Talleres Don Bosco, culminando su formación junto al italiano Gigliotti, quien tuvo una exitosa y reconocida trayectoria tanto en Montevideo como en Buenos Aires. Américo Martelletti sería otro de los maestros de la tijera que dejaría una impronta en este sastre uruguayo.

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Gabriel Muto.

Una pasarela de famosos

Su proyección internacional comenzó con la apertura de su sastrería en Punta del Este, lugar por el cual desfiló una gran diversidad de políticos, personalidades del mundo empresarial y figuras del jet set rioplatense e internacional.

Los músicos Mariano Mores y Astor Piazzolla, el actor Alfredo Alcón, el periodista Jorge Lanata, el tenista argentino Guillermo Vilas, el último caudillo nacionalista Wilson Ferreira Aldunate, el magnate brasileño Gilberto Scarpa y Carlos Saúl Menem, han sido algunos de sus clientes famosos. Pero además él y ahora sus hijos han vestido a todos los presidentes uruguayos desde el retorno de la democracia: Julio María Sanguinetti, Luis Alberto Lacalle, Jorge Batlle, Tabaré Vázquez, José Mujica y Luis Lacalle Pou.

Cuando se le pregunta cuál fue el presidente más elegante que ha vestido, responde: “Para mí fue Tabaré Vázquez. Era un individuo que sentía un placer muy grande al vestirse bien. Y cuando me conoció entablamos una amistad al punto que inclusive me invitó a un festejo muy grande en Estados Unidos con el embajador de ese país en Montevideo, Frank Baxter. Ahí estuve con Vázquez y con Danilo Astori, otra persona a la que siempre le gustó vestirse bien. Tabaré tenía un gusto muy exquisito. Hicimos mucha amistad, fue un caballero, un señor”.

Y sobre el actual presidente de los uruguayos, sostiene: “Él se viste por el sistema prét-a-porter, que es más industrial. Mis hijos le hacen un saco en un día con una empleada, mientras que un saco mío yo se lo daba a un artesano al que le llevaba tres días hacerlo. Esa es la diferencia, pero Lacalle se viste muy elegantemente. Es encantador, somos amigos y cada vez que nos vemos nos damos un abrazo”.

Contra todos los desafíos

Cuando Mujica estaba por asumir como presidente, sus asesores, encabezados por el publicista “Pancho” Vernazza, prácticamente lo emboscaron y le dijeron:

—Mire, veníamos a hablar con usted… Sería conveniente que se pusiese un traje tradicional.

—A mí no me ponen traje de ninguna manera. Déjenme con la gorra y la campera - les respondió “el Pepe”.

Los asesores le pusieron el ejemplo del expresidente de Brasil: cuando Lula Da Silva se postuló por primera vez de gorra y campera, perdió. La segunda vez insistió con la misma indumentaria y volvió a postularse de gorra y campera y también perdió. La tercera vez lució un traje de confección hecho en Italia, de Giorgio Armani. La gente que nunca lo había votado lo vio como a otra figura, totalmente distinta. Y ahí sí triunfó.

Mujica mantuvo su postura:

—A mí lo de Lula no me interesa. Yo soy yo. ¡Quiero la campera y la gorra!

—Muy bien, si usted decide vestirse así, nosotros nos vamos…

Cuando se retiraban, Mujica los paró:

—Esperen, está bien, hagan conmigo lo que quieran.

Pese a lo que muchos podrían pensar, Muto confiesa que le resultó “muy fácil” vestir al expresidente y exguerrillero tupamaro: “Me dijo: ‘Estoy en sus manos’. Y me dejó hacer todo lo que consideré que para él era mejor. Se hizo seis conjuntos sport, seis trajes, un sobretodo y camisas. No quiso corbatas porque dijo que tenía muchas que le habían regalado. Era muy simpático en el trato, se sentaba a tomar un café con nosotros. Hasta el día de hoy guardo un muy buen criterio de él como persona”.

Muto se confiesa: “Soy blanco, wilsonista”. Y recuerda que vistió a Ferreira Aldunate hasta el día que murió. Pero aclara: “Siempre tuve una excelente relación con todos, jamás me hice algún problema por el partido al que pertenecían”.

Algunos de sus clientes famosos

Carlos Menem

Cuando se encontró con Menem por primera vez, en la residencia de Olivos, el mandatario le mostró uno de sus trajes y Muto, sin titubear, le dijo que podía disponer de él para la beneficencia. Tal franqueza podría haber incomodado a Menem, quien sin embargo depositó su confianza y vestuario en manos del sastre uruguayo.

Astor Piazzolla

Piazzolla tenía una pierna más corta que la otra. “Yo le modificaba un poco la línea de trazado y le lograba emparejar. Todos los años me visitaba y lo que más me encomendaba eran los pantalones negros, porque apoyaba en ellos el bandoneón. Recuerdo que era simpatiquísimo y que me pagaba con cheques hechos en Nueva York”, dice Gabriel Muto.

Jorge Batlle

A Jorge Batlle le hizo trajes desde que era joven. Durante los años de la dictadura (1973-1985), lo siguió vistiendo a sabiendas de que no cobraría por su trabajo. “Me daba cuenta que no tenía un peso, pero no podía dejarlo”, recuerda hoy. Las cosas cambiaron cuando fue electo. Siguió vistiéndose con Muto y pagó religiosamente todas las prendas.

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