Raúl Ronzoni repasa la vida de Aarón de Anchorena, desde los viajes en globo hasta su amor por una tierra en Colonia.

El apellido Anchorena se vincula, para el común de los uruguayos, con la estancia presidencial en el departamento de Colonia. Muchos sabrán además que el establecimiento fue un legado del acaudalado ciudadano argentino Aarón de Anchorena, que falleció precisamente allí en 1965, sin dejar descendencia. Pero los detalles de su vida a menudo se pierden, entre las consabidas historias de los ricos argentinos de principios del siglo XX, ostentosos y disipados hasta en París, y las particularidades del propio personaje, aventurero aficionado y aventajado.

Raúl Ronzoni, periodista y escritor de larga trayectoria, se ocupó de rescatar ambas visiones de la trama: la vocación de trotamundos de Aarón y su lugar en la estirpe de patricios que marcaron buena parte de la historia argentina y, de paso, también la uruguaya. El resultado es Anchorena. La leyenda del patricio aventurero (Fin de Siglo, $ 290), que se presentará este miércoles a las 18 horas en la Feria del Libro.

Su afán por lo desconocido lo llevó a tripular globos, cuando levantarse unos metros del suelo representaba una hazaña reservada a los más intrépidos. Los viajes en globo lo hicieron cruzar el Río de la Plata y divisar las tierras de Colonia, que lo deslumbraron. Como su madre pretendía que Aarón apaciguara sus desbordes, le ofreció lo que quisiera para que dejara de volar. El muchacho eligió los campos colonienses.

Entonces, el viaje de Anchorena tomó otro rumbo: mandó construir una lujosa residencia, la rodeó con un espléndido parque, pobló este con especies destinadas a un coto de caza e inició además una producción agropecuaria. Y completó la obra con una torre de 75 metros de altura, que después se convirtió en su sepulcro.

El libro también termina de desvelar la relación amorosa de Anchorena con Elida Consuelo Llanura, que comenzó a salir a la luz hace casi 15 años cuando ella inició juicio contra el Estado uruguayo y el escritor Napoleón Baccino, que fue desestimado. Ella consideró lesionado su honor por las menciones realizadas en el libro Aarón de Anchorena, una vida privilegiada, encargado por Presidencia de la República y escrito por Baccino.

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