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Los foristas en Internet... ¿cada vez más agresivos?

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Se les llama "trolls" a los que comentan para irritar a otros.

La Red se ha vuelto terreno fértil para volcar odios y rencores de todo tipo en foros y secciones de discusión. Los comentaristas, violentos y cobijados por el anonimato, ya son objeto de estudio.

GABRIELA VAZ

En 2004, los estadounidenses Jerry Holkins y Mike Krahulik, creadores del cómic en línea Penny Arcade, desarrollaron una "teoría del cretino de Internet" —una explicación sobre qué lleva a una persona a provocar o insultar a desconocidos en la Red— que consistía en la siguiente ecuación: persona normal + anonimato + una audiencia = cretino total. Diez años después, Holkins la afinó un poco: persona normal - consecuencias + una audiencia = cretino total.

Con humor e innegable poder de síntesis, estos escritores pusieron el foco sobre un grupo humano que cada vez cobra más atención. Los comentaristas y foristas de Internet se han vuelto una fauna observada con curiosidad y hasta tomada como objeto de estudio. En particular, por el nivel de agresividad que pueden llegar a ostentar. "¿Qué dicen de nosotros los comentarios que hacemos? ¿Qué dicen de nuestras creencias, de nuestros prejuicios, de la forma en que nos comportamos cuando no se aplican las reglas ordinarias?", se preguntó recientemente The New York Times en un artículo que se focalizaba en quienes postean en los portales de noticias.

Cuando se cayó el avión de Germanwings, aparecieron cataratas de comentarios despectivos sobre los 45 pasajeros con apellidos hispanos. Zelda Williams, la hija del actor Robin Williams, recibió por Twitter mensajes ofensivos y burlones tras el suicidio de su padre. En Estados Unidos, una estudiante de 17 años se ahorcó luego de que se publicara una foto en la que supuestamente la estaban violando cuatro chicos; "Jajajaja, enséñenles a sus hijos a no ser tan cobardes y se harán cargo de quien sea que los esté acosando", escribió alguien en la página de Facebook que se creó en su honor.

Y no hace falta ir tan lejos. Debajo de un artículo de El País sobre el terremoto de Nepal que mató a más de 7.500 y es una de las catástrofes naturales más devastadoras de los últimos años, se leyó este posteo: "Parece que el Señor se olvidó de darles una mano, debe ser porque no rezaron lo suficiente", además de otros en la misma línea. Quien frecuenta la sección sabe que son moneda corriente los comentarios ofensivos hacia personas públicas y la politización de temas que nada tienen que ver con política.

El fenómeno es global. Un columnista de The Guardian escribió que la sección de comentarios "está ahí como una horrible excrecencia debajo de los artículos, hinchada y pulsando con vitriolo".

Para la psicóloga Verónica Massonnier, especializada en investigación de mercado, "lo indudable es la tendencia: estamos viviendo el momento de las selfies, el momento de la exposición personal en imágenes, y esto está directamente relacionado con la predisposición a exponer también las opiniones. Así como la sociedad aparece enamorada de su propia imagen, existen grupos seducidos por el propio discurso y la posibilidad de opinar sobre los temas más diversos, con la liviandad de lo inmediato y de lo efímero".

La web nos ha brindado a todos un mundo alternativo para habitar y para establecer nuevas relaciones, opina en tanto el psicólogo social Juan Fernández Romar. "Al igual que en las relaciones cara a cara, buscamos difundir nuestras ideas y formas de ver el mundo, buscamos a quienes piensen como nosotros y discutimos con los que disentimos. No obstante, la ausencia de lenguaje corporal y matices en la voz hacen difícil representar las emociones. Además el anonimato del nick y el saberse a salvo de agresiones da pie a un lenguaje más encendido".

La posibilidad de ocultarse es mencionada por todos los analistas cuando buscan explicaciones al comportamiento violento en la Red. Le llaman "efecto de desinhibición en línea". "Internet se ha vuelto una especie de alcohol que se alimenta digitalmente, liberándonos de inhibiciones para decirle a extraños cosas que no nos atreveríamos a decirles en persona", dijo la corresponsal de tecnología de la BBC Jane Wakefield, en concordancia con Olga Khazan, periodista de la revista cultural The Atlantic: "La gente se siente con más libertad de soltar bilis cuando no tiene que hacerlo en persona".

Hace dos años, el boxeador profesional Curtis Woodhouse se cansó de un tuitero que durante seis meses se dedicó a acosarlo, amenazarlo y desearle la muerte. Ofreció mil libras esterlinas a quien le diera la dirección y foto de @Jimmyob88. En minutos, recibió la identidad real del hombre, llamado James OBrien. El boxeador se encaminó al lugar y tuiteó en el camino una foto de la calle donde vivía el acosador. De inmediato, @Jimmyob88, que no estaba en su casa, se disculpó: "Lo siento, se está saliendo de control, estoy equivocado, lo reconozco". Woodhouse se dio por satisfecho. "El mundo entero se dio cuenta de quién era realmente: un cobarde y un abusador", declaró a la BBC.

"Si no hay una presencia cara a cara es más probable que un troll perciba a los demás como un blanco y no como un ser humano real", explicó a la CNN John Suler, profesor de Psicología de la Universidad de Rider. La palabra troll no es azarosa. Así es como se denomina, en la jerga de Internet, a aquellas personas que publican mensajes deliberadamente provocadores, muchas veces fuera de tema, en blogs, foros de discusión o chats. Además de los seres de la mitología, troll en inglés significa "pescar" y su uso refiere justamente a la búsqueda de hacer "morder el anzuelo". O sea, su objetivo es, sin rodeos, irritar o suscitar controversia. "A veces se trata de una forma medio perversa de diversión aunque en otros se trata de confundir o desdibujar el perfil de un tema serio con fines intencionadamente políticos", dice Fernández Romar.

Lo seguro es que en ningún caso intentan hacer un aporte útil. Ni siquiera esperan convencer a otros de que revean su postura. "Es muy difícil que una discusión violenta resulte convincente y haga cambiar de idea a alguien, pero funcionan muy bien como refuerzo de sus ideas para quienes comparten una línea de pensamiento", agrega el psicólogo.

Dominique Brossard, profesora de comunicación de ciencias de la vida en la Universidad de Wisconsin-Madison que ha estudiado el tema, advierte que "los comentarios rudos tienden a polarizar a los lectores" y cree que, como en estas áreas las normas sociales no están muy establecidas, la gente se comporta conforme a eso. "¿Eso significa que saca lo mejor o lo peor de nosotros? Yo no diría eso. Más bien, podría sacar aquello que las costumbres sociales generalmente restringen".

Ahora bien, ¿los comentarios en Internet pueden revelarnos la verdadera naturaleza de los comentaristas? Quizá no, aseguró Sara Kiesler, profesora de ciencias de la computación y de interacción entre humanos y computadoras en Carnegie Mellon, a The New York Times. "La gente cambia de conducta en diferentes situaciones, por lo que no podemos hacer suposiciones sobre su personalidad a menos que veamos su conducta a lo largo del tiempo y en varias situaciones diferentes". Es decir, alguien que haga comentarios crueles no necesariamente es una persona cruel.

La cuestión es qué hacer frente a los trolls o foristas violentos. Facebook ha anunciado sus planes de erradicar todos los comentarios que inciten al odio. Algunos medios directamente eliminaron la sección de opinión de lectores virtuales. Otros creen que mucho se solucionaría exigiendo que los foristas se registren con su identidad real, algo difícil de conseguir. Lo mejor entonces es ignorarlos, apunta el periodista del londinense The Times David Aaronovitch. O reírse, como intenta la sección Tweets malvados del programa de televisión de Jimmy Kimmel, que enfrenta a las celebridades con las peores cosas que tuitean sobre ellos.

Aparecerse en la casa de un acosador anónimo, como hizo Woodhouse, no sería lo más recomendable. "Desde entonces, las agresiones han sido 10 veces peores. Ahora la gente me dice: Si digo que eres un pésimo boxeador, ¿vendrás a mi casa a tomar una taza de té?", comentó riendo.

Pensar dos veces antes de publicar.

Para un estudio, investigadores de la estadounidense Universidad George Mason pidieron a más de mil personas que leyeran una publicación en un blog. Luego, a la mitad de los participantes se les mostraron los comentarios realizados por lectores "civilizados" (así fueron denominados en el estudio) y a la otra mitad, los posteos cargados de descalificaciones, insultos y críticas con obscenidades. "Los resultados fueron sorprendentes y perturbadores", dijeron los investigadores Dominique Brossard y Dietram Scheufele al The New York Times. "Los comentarios descorteses no solo polarizaron a los lectores, sino que a menudo cambiaron la interpretación que el participante hacía del artículo". Esto sucede no porque los llamados trolls logren en general "convencer" a alguien de una postura, pero sí logran desvirtuar el tema, llevar a la gente a discusiones bizantinas o al terreno barroso de peleas sin argumentos reales, haciendo foco en detalles que no tienen que ver con el asunto principal del artículo. Tras el estudio, usuarios aseguraron a los investigadores que ahora "pensarían dos veces" antes de realizar comentarios en Internet.

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Se les llama "trolls" a los que comentan para irritar a otros.

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