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Expertos en publicidad y psicología explican cómo encender la chispa de la creatividad

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Se puede aprender a ser creativo. Las claves en ese proceso pasan por sentirse libre, confiar en los demás y poder encontrar conexiones allí donde antes no las había.

Con las personas creativas pasa lo mismo que con las que son buenas para las matemáticas. Quienes están fuera de ese saber o habilidad, miran en esa dirección con fascinación por la facilidad con la que ellas se mueven en un terreno que para el resto parece intransitable, sea porque los números parecen hablar un idioma indescifrable o porque nos consideramos demasiado encorsetados. Lo opuesto a la creatividad.

Ser creativo, parece, es algo que viene incrustado en el carácter. Se es o no se es. A veces, además, esa idea que transforma un proyecto o una reunión, nace cuando más se la necesita. Como cuando Serena Williams está dos puntos abajo en un juego decisivo y saca dos ases debajo de la manga, empata y luego sigue de largo hacia la victoria.

Una de las series que más provecho le sacó a este aspecto de la creatividad —la chispa que se prende en el instante más urgente fue "Mad Men", ambientada en ficticia agencia de publicidad estadounidense Sterling Cooper, en la década de 1960. Ahí, el protagonista Don Draper —encargado de proporcionar, como si fuese un delivery muy bien pago, ideas geniales en un flujo regular— está constantemente en crisis. Pero la idea, la mirada nueva, siempre aparece a último minuto, y genera todo tipo de reacciones y cambios.

Mad Men
En Mad Men, Don Draper casi siempre saca una buena idea a último momento. Foto: AMC. 

Hay otros que en vez de presión y fechas de cierre, prosperan gracias a una actitud casi despreocupada. El director de cine Brad Bird ("Los increíbles" 1 y 2, "El gigante de hierro", una entrega de "Misión Imposible") dijo una vez que se había comprado una máquina de escribir para ordenar su flujo de ideas, y trataba de sentarse a escribir historias regularmente. “Pero me di cuenta que las ideas me llegaban en los momentos menos esperados, como cuando estaba en una tienda mirando cosas. Entonces, empecé a llevar una libretita”. Bird dejaba que sus pensamientos vagaran por ahí para que brotara su creatividad, tal lo hacía el gran pintor renacentista Alberto Durero, que era descrito así —distraído y feliz en sus distracciones— por sus amigos y conocidos.

En realidad, dice el psicólogo Juan Elizalde, todos nacen con un potencial creativo, y se puede desarrollar y estimular ese potencial. En otras palabras, se podría “aprender” a ser creativo. Y si se puede aprender, se puede enseñar.

A eso es justamente a lo que se dedica Dominique Sarries (52). Durante muchos años, trabajó en el sector publicitario como, justamente, creativa. Con el correr del tiempo, empezó a ver que aparecían ciertos patrones y se repetían ciertas trabas en los equipos que integraba o lideraba. Y sentía que todos eran creativos, no solo ella.

Dominique Sarries
Dominique Sarries en una de sus charlas. 

Sarries fue anotando cosas, leyendo distintos libros, acumulando experiencias y hace poco decidió emprender un camino fuera de las estructuras corporativas de las agencias de publicidad para transmitir, a quien quiera escuchar, sus consejos para estimular e impulsar la creatividad. Y lo hace tanto para la vida personal como la profesional. “No es algo exclusivo de escritores, pintores o escultores. Las redes sociales demuestran eso todo el tiempo. O los que están inventando nuevas maneras de limpiar el océano. Creativos somos todos, y lo más importante es saber que uno tiene esa chispa”, afirma.

Sarries da charlas en las que su propósito es proporcionarle a quienes la escuchan herramientas para redescubrir y estimular ese potencial creativo adormecido. “Si a vos te dijeran que hay un aparato que si lo comprás te da sentido común, inteligencia e intuición que te da ideas para resolver un problema, es muy probable que compres ese artículo. Pero no es necesario. Uno ya tiene todo eso. Y cuando se da cuenta, cambia el punto de vista. Y luego, cuando uno se topa con un obstáculo, busca de manera consciente la manera más creativa de superarlo”.

Sarries también pone como ejemplo a la infancia, donde la imaginación no parece tener límites. El contraste cuando se llega a la adultez es grande. Las ideas y los pensamientos caracterizados por el vuelo de la imaginación empiezan a ceder cada vez más espacio a las responsabilidades laborales, las necesidades de la pareja y los deberes y preocupaciones que llegan cuando se asume la maternidad y paternidad. Volver a sentir ese potencial, afirma Sarries, trae múltiples beneficios, desde sentirse inspirado a tomar iniciativas. Y si se trata de un grupo que trabajan juntas, el clima laboral mejora sensiblemente.

El camino hacia ese redescubrimiento pasa por, dice Elizalde, por la libertad: “Hay que generar espacios de libertad de expresión, en todas las manifestaciones. En un taller de pintura, será a través de los colores y materiales. En una clase, que cada uno encuentre un tema original a desarrollar, en vez de dar el mismo tema para todos. Además de libertad de expresión, la creatividad se puede estimular a través de hacer conexiones entre cosas que aparentemente no las tienen. En general, la creatividad se estimula cuando hay libertad y confianza”.

Importan, entonces, también los vínculos que existan entre las personas para que la creatividad florezca, además del contexto. “Si no, la persona se retrae y se siente con temor. Y en ese estado no es fácil ser creativo”, continúa Elizalde y añade que no se debe pensar en términos de “dar” libertad. “Porque la libertad no es algo a conceder, es algo inherente a la persona, una cualidad inmanente del individuo. Por eso decía lo de ‘generar un espacio’. Hay que habilitar a que esa persona pueda ejercer esa libertad”.

Sarries se refiere a eso con la expresión “abrir la cancha”. “Si en una empresa, por poner un ejemplo, todos —desde el portero hasta el director— se sienten con libertad y confianza para desplegar su creatividad, lo que muchas veces ocurre es que todos sienten que se espera de ellos serlo, lo cual puede llevar a la innovación”.

Tanto Sarries como Elizalde coinciden en una de las definiciones más aceptadas sobre lo que es ser creativo: encontrar una conexión entre elementos que no parecían tenerlo. Para algunos, poder hacer esas conexiones resulta menos laborioso cuando se aceptan las contradicciones internas.

El antropólogo británico David Berliner redactó un pequeño ensayo sobre esto para el medio Aeon, titulado "Cómo nuestras contradicciones nos hacen humanos e inspiran a la creatividad". Ahí escribió: “La mayoría de las personas luchan por mantener una sensación de unidad psicológica, y las contradicciones generan grietas que desestabilizan al yo. Sean conscientes o inconscientes, esas fisuras alimentan a la inspiración creativa”.

“La creatividad es una de las fortalezas más grandes que tenemos como especie”, comenta Sarries y agrega: “Porque convierte a problemas en ideas. Y ahí te das cuenta que donde hay una idea, hubo antes un problema”.

Y para Elizalde es fundamental que el sistema educativo pueda alimentar ese potencial. “En una sociedad en la cual los cambios ocurren a una velocidad vertiginosa, va a ser cada vez más necesario que se tenga la capacidad de encontrar respuestas a nuevas situaciones. Es importante la misión de transmitir el caudal cultural y de conocimientos ya existente, pero una tarea central debería ser el desarrollo de la creatividad”.

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