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El estrés tiene mala fama, pero puede ser beneficioso

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Mujer estresada o angustiada con las manos sobre el rostro. Foto: Pixabay

COMPORTAMIENTO

La velocidad de la vida actual nos estresa. Existen estrategias que permiten gestionar esa sensación para encontrar el lado positivo.

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Todos alguna vez hemos enfrentado una situación de esas que nos alteran, que nos hacen sentir que el corazón late rápido, que la respiración aumenta de velocidad, que los músculos se tensan y, si alguien nos mira a los ojos o nos vemos en un espejo, las pupilas se dilatan. Si nuestro cuerpo detecta peligro, se activa una alarma corporal que nos prepara física y mentalmente para enfrentar lo peor. A simple vista: el corazón, la respiración, los músculos y los ojos. En silencio, en esa máquina biológica precisa se activa y se potencia el cerebro con su capacidad de memoria, de visión, de interpretación de los hechos.

El estrés, dice Laura Maffei, médica argentina especialista en Endocrinología Clínica, “es una reacción de vida que alerta al organismo para que se adapte a una determinada situación. En la época de nuestros antepasados sucedía frente a un mamut, por ejemplo. Ante el peligro, se liberan las hormonas cortisol y adrenalina. El cuerpo se carga de energía, que se eleva a través del azúcar que aumenta en la sangre”.

Aunque en términos técnicos lo descrito arriba se conoce como distrés, aclara Margarita Dubourdieu, especialista en Psico-Neuro-Inmuno-Endocrinología (PNIE) y coordinadora del Posgrado en Salud y PNIE en la Universidad Católica, en la jerga común todos le decimos estrés, y todos, en algún momento, nos estresamos.

El mismo proceso que produce toda esta tensión corporal puede activarse por razones agradables y resultar en lo que las especialistas llaman “eustrés” o, adaptado a la jerga cotidiana, “estrés positivo”.

“No hay que confundir el eustrés y el distrés (lo que comúnmente llamamos estrés). Cierta reacción o activación del organismo puede otorgar más eficacia y puede producirse ante estímulos positivos, como una boda, un viaje, o para enfrentar ciertas situaciones difíciles, pero siempre que se mantenga un estado de eustrés o estrés positivo, cesando esta activación una vez transcurrida la situación”, explica Dubourdieu.

En este sentido, Maffei —que el 29 de enero disertará sobre el tema en el Enjoy de Punta del Este— habla sobre el estrés agudo, ese que se activa ante el peligro o situaciones complejas. “El estrés agudo es bueno, es el que nos ayuda a sobrevivir. Y si lo podemos controlar y mantener dentro de esos rangos, nos permite enfrentar los desafíos”, explica.

Hasta aquí, el estrés es un salvavidas interno o un mecanismo que nos lleva a adaptarnos a situaciones nuevas, a enfrentar desafíos. Pero entonces, ¿de dónde viene la mala prensa de este estado? ¿Por qué todos queremos evitar a toda costa sentirnos estresados?

Cuando el estrés es algo constante

Los estresores de la jungla de cemento en la que vivimos ya no son las fieras o las catástrofes naturales. Son, describe Dubourdieu, desde factores internos como un pensamiento o un dolor, o externos, “físicos —como el calor, el frío, el ruido—, traumáticos, infecciosos, el exceso de trabajo, agresiones, falta de sueño o factores emocionales, afectivos, entre otros” (ver recuadro).

Los estresores más comunes del siglo XXI

Los estresores son estímulos que impactan en el organismo y lo modifican. Hay estímulos positivos, otros negativos, pero en ambos casos producen una reacción y desequilibrio momentáneo. Luego, mediante homeostasis, el cuerpo recupera el equilibrio, explica la especialista en PNIE Margarita Dubourdieu. Y enumera los distintos niveles de estresores que podemos encontrar en la actualidad: “A nivel biológico están la alteración del sueño o el dormir pocas horas o alteraciones alimentarias. También la ausencia de ejercicio o de relajación. A nivel emocional, los factores de personalidad, los estados de ansiedad, depresión o ira, conflictos afectivos, laborales o interpersonales. A nivel socio ecológico hay factores adversos desde lo económico o un entorno físico ambiental no saludable y la falta de contacto con la naturaleza. A nivel espiritual están la falta de sentido de vida, la ausencia de valores que armonicen”.

La especialista -que también trabaja en psicoterapia integrativa en Centro Humana y en la formación en Facilitadores de técnicas cuerpo mente y mindfulness- destaca la importancia de entender al cuerpo como un todo y prestar atención a mente, cuerpo y espíritu ante estos distintos niveles de estresores.

“En la actualidad muchas veces el estresor no desaparece como la tormenta o el león, sino que el individuo puede quedar atrapado ante estresores psicosociales crónicos y la cascada neuro-hormonal se cronifica”, añade.

Las alertas que detecta nuestro cerebro dependen de la interpretación de los hechos. Situaciones tan cotidianas como el celular que suena innumerables veces, un mensaje del jefe o los problemas con los hijos o la pareja, por ejemplo, se transforman en alertas constantes. Son experiencias que ya no representan un peligro de vida o muerte, pero a las que reaccionamos de tal manera que nos afectan; para algunos fáciles de sobrellevar; para otros estresantes; por lo tanto, causan liberación de cortisol y adrenalina.

“Una cosa es que luego disminuyan estas hormonas y el cuerpo regrese a su estado normal; otra cosa es que el cerebro esté siempre activado. Es una sobrecarga de energía que nos afecta. La forma de vida de los últimos 40 años ha hecho del estrés una cosa de todos los días, que sobrepasa el límite de la alarma de peligro real”, explica Maffei. El estrés crónico se convierte en un desencadenante de enfermedades como la diabetes, la obesidad, el cáncer, alergias, pérdida de memoria y ansiedad, por ejemplo. “También disminuye hasta un 30% o 40% la performance de cada uno; si lo dominás, ganás tiempo. El asunto está en aprovechar mejor la energía que nos produce el estrés”, dice Maffei.

Estrategias para gestionar el estrés

Lo primero, según la argentina, es reconocer si estamos o no estresados, y dejar de confundir el concepto y la sensación de estrés con otros estados como la angustia o la ansiedad. Para esto cita el acrónimo CINE, pensado por Sonia Lupien, directora del Centro de Investigación sobre el Estrés Humano en Canadá, para explicar las características que cumplen las situaciones estresantes y aprender a reconocerlas: “la ‘C’ es por la pérdida de control, la ‘I’ por la imprevisibilidad, la ‘N’ es novedad y la ‘E’ de ego amenazado”. En ese sentido, Dubourdieu afirma que “es importante aprender a manejar las tensiones cotidianas y, sobre todo, aprender a no generarlas e identificar las causas.

Las estrategias son varias. Maffei trabaja, por ejemplo, con Biofeedback, una herramienta de diagnóstico de estrés. También hay que tener en cuenta la reactividad de cada uno, que depende a la vez de la personalidad y la historia de vida a la hora de interpretar los hechos estresores. A partir del diagnóstico se trabaja nuestra forma de posicionarnos a los distintos escenarios, para luego aprender a canalizar la energía extra y evitar que nos perjudique.

Mujer meditando. Foto: Pixabay
Tomarse un tiempo para uno, meditar, hacer ejercicio son algunas de las opciones para empezar a gestionar el estrés. Foto: Pixabay

“En la prehistoria, ante la energía generada por el estrés agudo, la respuesta era correr para escapar del peligro. Ahora no nos podemos escapar de un embotellamiento. La primera reacción del cuerpo estresado es llegar a casa y sentir la necesidad de comer algo dulce. Lo correcto sería evitar lo dulce y realizar actividad física, poner el cuerpo en movimiento. Esto nos ayuda muchísimo a fabricar neurotransmisores como la oxitocina (también se libera en un abrazo, en las relaciones sexuales, en el parto), que regular el azúcar que el estrés desencadenó”, detalla.

“El ser humano es una unidad: mente, cuerpo, entorno. Nuestros hábitos cotidianos, así como las emociones, indicen en la salud”, explica Dubourdieu, y habla de las motivaciones de vida, de organizar el tiempo y las actividades, de buscar actividades que ayuden a contrarrestar el estrés. Menciona la respiración consciente, la relajación, el sueño reparador como ayuda para recuperar la serenidad, que también se encuentra en actividades placenteras o en contacto con la naturaleza.

Hay que tomar las riendas para convertir el estrés en energía positiva.

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