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Cuando las emociones son controladas por la panza

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Si se vive alguna situación estresante el sistema digestivo protesta. (Foto: Google)

Siempre se supo que los vaivenes anímicos repercutían en todo el organismo, con el sistema digestivo como uno de los primeros afectados. Hoy se conoce que esa relación es una calle que circula en dos direcciones.

Eso que comienza como un taponeo en el estómago y que llega a doler. Ese sentimiento que está aparejado con la angustia, que quita las ganas de comer, ese "entripado". Esa sensación de vacío y de cosquilleo que provoca el enamoramiento. Y también, por qué no, esa diarrea incontenible que desatan los nervios ante una situación estresante y que ha alimentado expresiones tan folklóricas como vergonzantes.

Entre el sistema nervioso central y el digestivo hay un carretera de ida y vuelta de tránsito constante. En el estómago, que no en vano ha sido llamado "el segundo cerebro", funcionan cien millones de neuronas. No solo eso: "El 70% de las células del intestino son células del sistema nervioso. Entonces, cualquier cambio en este sistema impactará en él, en nuestros estados de tristeza, ansiedad o ira", expresa la doctora Margarita Dubourdieu, especializada en la psiconeuroinmunoendocrinología (PNIE). "Cuando un paciente refiere estar constipado o por el contrario con diarrea crónica, en la clínica no solo indagamos acerca de su alimentación u otros factores biológicos sino que también realizamos una evaluación diagnóstica acerca de factores de estrés anímicos o rasgos de personalidad que pueden incidir o coadyuvar en estas alteraciones".

El médico Asadur Jorge Tchekmedyian, presidente de la Sociedad de Gastroenterología del Uruguay, refiere al aparato digestivo como "el primer sistema de choque" del organismo a nivel emocional. Si alguien sufrió alguna situación estresante de algún tipo, el tubo digestivo se va a hacer sentir. A los médicos de su especialidad, señala, les derivan consultas vinculadas por dolencias que van de la boca al ano, más las patologías hepáticas. Pero no son las únicas. "Luego están quienes se acercan cuando no hay una justificación digestiva, cuando hay síntomas vagos y por una razón u otra terminan acercándose a un gastroenterólogo". Las molestias en el epigastrio, región abdominal ubicada arriba del ombligo y debajo de las costillas, son indicadoras nada inusuales de que la psique está repercutiendo en el organismo. "Es el médico el que tiene que evaluar si eso está relacionado a algo estomacal", agrega el experto.

Repercusión.

En su libro La buena tripa (The good gut), convenientemente subtitulado Tomando el control de tu peso, tu humor y tu salud a largo plazo, los investigadores Justin y Erica Sonnenburg, de la Universidad de Stanford, señalan lo que ya es casi un axioma en el mundo de la comunidad médica y científica: "Existe una conexión primordial entre nuestro cerebro y nuestro intestino. A menudo hablamos de una corazonada cuando conocemos a alguien por primera vez. Se nos dice que confiar en nuestro instinto al tomar una decisión difícil o que es hora de probar las tripas (traducción de gut check time, expresión cuya traducción al criollo sería ver de qué estás hecho) cuando se enfrentan a una situación que pone a prueba nuestros nervios y determinación".

Esta conexión mente-intestino no es sólo metafórica. Nuestro cerebro y el intestino están conectados por una amplia red de neuronas y una carretera de productos químicos y hormonas que proporcionan constantemente retroalimentación sobre lo hambrientos que estamos, si estamos o no estamos experimentando estrés, o si hemos ingerido un microbio causante de la enfermedad. "Esta autopista de la información se denomina el eje cerebro-intestino y proporciona actualizaciones constantes sobre el estado de cosas en sus dos extremos. La sensación de hundimiento en la boca del estómago después de mirar la factura de tarjeta de crédito luego de las vacaciones es un claro ejemplo de la conexión cerebro-intestino en el trabajo. Usted está estresado y su intestino lo sabe inmediatamente", señalan los expertos.

Es clara la repercusión en el estómago de las emociones. ¿Pero la autopista también circula en sentido opuesto? La respuesta es afirmativa.

"Las carencias alimentarias o alteraciones digestivas repercuten en nuestro estado de ánimo más allá de las molestias o dolores que puedan surgir, debido a cambios hormonales concomitantes", afirma Dubourdieu. Un ayuno prolongado provoca un mayor grado de agresividad, por caso. Esta doctora también destaca que pueden mostrarse casos de anhedonia o desgano. "Somos lo que comemos", recuerda por su lado Tchekmedyian, y señala que la flora bacteriana intestinal, o microbiota, está vinculada a todo tipo de reacciones anímicas. E intervenir en ella es intervenir en el ánimo.

Modificación.

William Parker, doctor, docente e investigador de la Universidad de Duke, en Estados Unidos, es uno de los especialistas que más ha trabajado en lo relativo a la modificación del ecosistema intestinal. Según le dijo a la revista Ya del diario chileno El Mercurio, problemas que "afectan principalmente a la mujer, como la depresión y los dolores de cabeza asociados a migrañas", podrían ser tratadas interviniendo en la microbiota. De hecho, este experto lidera un estudio en el cuál se le introducen lombrices del tipo tenias en los intestinos de los pacientes. "La idea de intervenir así el ecosistema intestinal suena algo extraña, pero miles de personas ya lo están haciendo, y probablemente va a demostrar ser necesario tanto para la salud del sistema digestivo como de la mente", añadió.

Otra forma de alterar la flora intestinal implica la introducción de probióticos, conocidos coloquialmente como "bacterias buenas". La médica gastroenteróloga Kirsten Tillisch, investigadora de la Universidad de California, analizó cómo estos actúan en el sistema nervioso en un estudio realizado en 2013 que involucró a 36 mujeres de entre 18 y 55 años, divididas en tres grupos: uno de ellos consumió un yogur con probióticos dos veces al día durante cuatro semanas, otro un producto lácteo común y corriente, y el resto no ingirió nada. A través de resonancias magnéticas, las mujeres del primer grupo exhibieron una menor actividad en las zonas cerebrales que afectan a la reactividad emocional y a lo sensorial en distintas partes del organismo.

"Nuestros descubrimientos indican que muchos de los contenidos del yogur pueden cambiar la manera en la que nuestro cerebro responde a los estímulos ambientales. Cuando consideramos las implicancias de este trabajo, los viejos dichos sos lo que comés o tengo un entripado toman un nuevo significado", dijo Tillisich cuando presentó los resultados de sus investigaciones, primeras en este tipo realizadas en seres humano. "Una y otra vez hemos oído de pacientes que nunca se sienten deprimidos o ansiosos hasta que comienzan a tener problemas en sus intestinos. Nuestro estudio muestra que la conexión cerebral-intestinal es una calle de doble vía".

Hay una retroalimentación, sin duda. "Si uno tiene diarrea crónica o un dolor persistente, uno ve afectada su calidad de vida y su ánimo. Y eso está condicionado por el aparato digestivo", resume Tchekmedyian. Su colega Dubourdieu añade que el funcionamiento de cada persona se basa "en una unidad psique-soma-entorno" lo que alimenta las relaciones bidireccionales. "Es importante el cuidar el bienestar psicoemocional, orgánico y de conductas basales como el sueño y la alimentación con las condiciones de nuestro hábitat cotidiano. Lo psíquico repercute en lo orgánico y lo orgánico en lo psicosocial".

DIRECTA RELACIÓN CON LA "FELICIDAD"

El bienestar estomacal tiene una relación directa con la felicidad, dice la doctora rusa Irina Matveikova, especializada en endocrinología y nutrición clínica, y autora del libro Inteligencia digestiva. El motivo, según dijo al diario español La Vanguardia, es que en el sistema digestivo se produce y almacena el 90% de la serotonina de todo el cuerpo. Sí, solo el 10% de la famosa "hormona de la felicidad" u "hormona del placer" se crea en el cerebro. Como ejemplo, señaló que un estreñimiento crónico puede venir de la mano de una baja de la serotonina, lo que no solo deja al afectado en una especie de pesimismo contante: también le disminuye notoriamente la libido.

"Por eso debemos escuchar más al sistema digestivo. De cómo sintamos nuestras tripas depende nuestro ánimo. Si aprendemos a escuchar sus señales estaremos más sanos, perceptivos y equilibrados", expresó.

De acuerdo con la especialista, ir al baño "sin prisa" (unos 15 minutos), automasajearse la panza desde el lado derecho y en el sentido de las agujas del reloj, respirar con la barriga durante diez minutos a media tarde y tomarse un vaso de agua caliente "con unas gotitas de limón o menta" en ayunas ayuda a una liberación de serotonina.

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Si se vive alguna situación estresante el sistema digestivo protesta. (Foto: Google)

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