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Un ejemplo, capitán y amigo

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Steven Gerrard es una estatua viviente para los fieles hinchas del Liverpool.

Steven Gerrard es considerado un símbolo de que la fidelidad a una camiseta aún existe. Ahora fue a tirar los últimos cartuchos a la liga de fútbol de Estados Unidos.

La tragedia de Hillsborough, el 15 de abril de 1989, fue un gran parteaguas de la historia del fútbol inglés. En el estadio de ese nombre, en Sheffield, 96 hinchas del Liverpool murieron aplastados por una avalancha humana, durante las semifinales de la Copa de Inglaterra entre ese equipo y el Nottingham Forest. El mal estado de las instalaciones, una imprudente acción policial y la violencia que imperaba en las tribunas fue el caldo de cultivo para la catástrofe. Todavía no había nacido la Premier League, hoy la liga nacional de fútbol más limpia y atractiva del mundo, y los hooligans seguían campeando a sus anchas. Luego de estas muertes, el gobierno británico decidió ponerle fin a los presencia de los ultras.

La gran tragedia se alimentó de pequeñas (grandes) tragedias. El menor de los muertos en Hillsborough se llamaba John-Paul Gilhooley. Solo tenía diez años. Como en los 95 casos restantes, una familia lloró la desgracia. Entre los dolientes estaba Steven George Gerrard, primo menor del niño fallecido. Muchos años después, ya convertido en futbolista de elite, escribió en su autobiografía —Gerrard, my autobiography (2006)— toda una confesión: "Yo juego por John-Paul".

Steven tiene la sangre roja, roja como la camiseta de Liverpool, los reds. Nació a diez kilómetros del mítico estadio de Anfield Road el 30 de mayo de 1980, en la localidad de Huyton, bañada por el Mersey. Las calles desangeladas de una zona que en los años 80 padeció las mayores tasas de desempleo del Reino Unido lo vieron crecer y patear pelotas por primera vez. Liverpool —la ciudad— ya hacía mucho que había pasado su época de esplendor cultural, de la mano de The Beatles. Liverpool —el equipo— dominaba por entonces la First Division (antecesora de la Premier League) y era prácticamente la única fuente de alegría en los suburbios.

Gerrard, como su primo mayor John-Paul —cuyo nombre homenajeaba a quienes fueron los dos principales embajadores de la ciudad en el mundo—, era un habitué a The Kop. Así se le llama a la mítica tribuna de Anfield con códigos propios: se alienta al Liverpool no importa el rival ni el resultado, no se aceptan cantos racistas ni banderas inglesas, no se insulta al rival y se entona a voz en cuello You'll never walk alone (Jamás caminarás solo), quizá el cántico más célebre del fútbol europeo. A los nueve años, en paralelo a la tragedia familiar, comenzó a jugar en el equipo de sus amores en las categorías infantiles.

Se iniciaba así una historia que lo convertiría, en épocas donde el dinero parece mandar en el planeta fútbol, en ejemplo de fidelidad a una camiseta. Gerrard debutó en el equipo al que ama a fines de 1998. Recién lo abandonó al final de la última temporada, luego de 17 años y 708 partidos (el tercer jugador que más veces vistió esos colores en toda su historia), para ir a gastar sus últimos cartuchos como profesional en la liga de Estados Unidos. Desde el medio de la cancha, donde mostró sus dotes para recuperar pelotas, distribuir el juego y meter una estimable cantidad de goles para un centrocampista, se terminó convirtiendo en lo que siempre soñó: un símbolo de los reds, como lo han sido Ian Rush, Kevin Keegan, Kenny Dalglish, Ian Callahan, Graeme Souness, John Barnes o Ray Clemence. También fue internacional inglés: desde 2000 a 2014 jugó 114 partidos con su selección, incluyendo los mundiales de 2006, 2010 y 2014.

Gerrard ha sido un ganador. Quizá su momento de mayor gloria, el que terminó de ubicarlo en el Olimpo para The Kop, fue su actuación en la final de la Champions League de 2005. El primer tiempo de ese partido, disputado en Estambul, terminó 3-0 en favor del Milan italiano. Todo parecía definido. Pero en el entretiempo retumbó el You'll never walk alone de los hinchas ingleses llegados a Turquía. Dentro de la cancha, Gerrard, ya capitán por jerarquía y ascendencia, tomó la bandera y lideró la remontada. Un gol suyo puso el 3-1, eslabón inicial del que aún es recordado como "milagro de Estambul": el partido terminó 3-3 y el Liverpool acabó venciendo por penales. Un año antes, el Chelsea lo había querido contratar por 20 millones de libras. Él no quiso abandonar a los suyos. Fue la perfecta simbiosis entre símbolo e hinchada. Imposible no venerarlo.

Pero incluso un jugador que es símbolo de una institución tiene una mancha. La de Gerrard es que nunca pudo ganar la Premier League. Además de la Champions —el mayor torneo interclubes—, ganó una copa de la UEFA (hoy Europa League), dos supercopas de Europa, dos copas inglesas, tres copas de liga inglesas y una supercopa inglesa; sin embargo, nunca ganó la liga, la principal competición nacional. Estuvo cerca tres veces, la última en la temporada 2013-2014, en la cual los goles del uruguayo Luis Suárez (de quien fue amigo y protector en los peores momentos) llevaron al equipo al borde de la hazaña. Sin embargo, un fallo suyo ante el Chelsea a dos fechas de terminar el torneo, ayudó a una derrota crucial de los reds que le dejó el título en bandeja al Manchester City. La hinchada, que llevaba esperando dar esa vuelta olímpica desde 1990, lo perdonó inmediatamente. Eso solo lo consiguen los verdaderamente grandes.

Steven está casado con la modelo inglesa Alex Curran, madre de sus tres hijas, dos de ellas nacidas antes de que la pareja contrajera matrimonio. Las tres salieron con su padre a la cancha el pasado 16 de mayo, cuando Steven pisó por última vez Anfield Road como jugador. Desde las tribunas abarrotadas la gente coreaba: "Steven Gerrard is our captain, Steven Gerrard is a red, Steven Gerrard plays for Liverpool, a Scouser born and bred" (nacido y criado). El resultado del partido (una derrota 3-1 ante el Crystal Palace) fue algo totalmente secundario.

"Es el alma del Liverpool". "Es nuestro dios". "Es el mejor representante de la gente de aquí". "Cuando le pega a la pelota, todos hacemos fuerza con él". Esas han sido algunas de las expresiones de los hinchas que lo han acompañado este tiempo. Él, en definitiva, es uno de ellos. Un hincha que bajó a la cancha.

EL GRAN PILAR QUE TUVO LUIS SUÁREZ EN TIERRA INGLESA

"Gracias leyenda por todo lo que me hiciste vivir en Anfield y por todo lo que has hecho disfrutar a todo el mundo del fútbol. Gracias amigo por todo. Sos un grande de verdad!!!". Así, en dos tuits, Luis Suárez saludó el 16 de mayo al histórico capitán del Liverpool, el día del último partido de Steven Gerrard en la que fuera su casa.

Suárez hoy brilla en el Barcelona como antes lo hiciera en el Liverpool. Pero la estadía inglesa del salteño estuvo siempre marcada de polémicas (acusaciones de racismo y mordidas inclusive), lo que lo convirtió en uno de los jugadores más odiados de la Premier League, sino el más.

Quizá el mayor respaldo que tuvo Suárez en sus años en los reds provino de su capitán. Y se sabe que lo que opinaba su capitán era palabra santa para los hinchas. Luis era silbado, insultado y burlado en cualquier otra cancha del fútbol inglés, menos en Anfield Road donde era un semidiós. Claro, Gerrard era dios.

"Cuando sale al campo, (Luis Suárez) se transforma en un luchador, en un ganador", dijo el gran capitán en enero de 2013, luego de una inspirada actuación del uruguayo. Fue cuando dijo que Luis era "el mejor delantero" con el que había compartido equipo, lo cual es mucho decir para alguien que juega en la selección de su país desde 2000.

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Steven Gerrard es una estatua viviente para los fieles hinchas del Liverpool.

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