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Dominar las emociones, no al revés

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dos caras

Comportamiento

No se tiene el control de la vida, pero sí es posible la regulación emocional dicen los expertos. No ser capaces de hacerlo trae riesgos para la salud y las relaciones.

Quién nos vendió la idea de que podemos controlar la vida?", se pregunta con bronca Antonio Decoud, el personaje interpretado por Guillermo Francella en Animal, la película recientemente estrenada. La pregunta es el disparador de lo que vendrá. Porque la manifiesta cuando su vida casi perfecta, apacible y acomodada da un vuelco de 180 grados. Vivía bajo el efecto ficticio de que todo estaba bajo su control.

Pero la realidad le pega un cachetazo. Antonio se ve desbordado. Es un hombre que perdió el control total de sus emociones. Y cuando eso sucede, se transforma en un animal. O en un salvaje, como planteaba Relatos salvajes otra exitosa película argentina que supo ahondar en la cuestión de la pérdida del control. Ahora bien; ¿por qué nos identificamos tanto con estos relatos? ¿Qué punto del inconsciente colectivo vinieron a tocar?

Desbande.

"No poder controlar lo que sucede genera frustración. Esa sensación de pérdida es lo que desregula el sistema emocional. Hay una brecha entre entre las expectativas y lo que realmente sucede. Por supuesto que no podemos tener el control de nada, pero necesitamos tener la certeza de que algo mínimo podemos controlar. Cuando esa certeza desaparece, se desbanda todo", explica el psicólogo Paolo Becerra, especialista en psicoterapia sistémica cognitiva-conductual, que hace foco en la regulación emocional. A esta técnica se le suman otras como mindfulness, la bioenergética y el psicodrama.

Todos sabemos que en gran medida es imposible controlar lo que sucede, pero, ¿podemos controlar las emociones? ¿Debemos hacerlo? ¿O, por el contrario, hay que dejar que afloren para evitar(nos) un mal mayor? "Regular las emociones es un compromiso que uno debe tener como ser humano. No ser capaces de hacerlo nos enferma y nos trae conflictos con los demás" advierte Becerra. Pero regular no es callarse o aguantarse. No es bueno reprimir las emociones". Según el especialista, que trabaja con el modelo DBT (terapia dialéctico comportamental, en español) la manera de autorregularse es enfrentarlas, lidiar con ellas. Tal vez la imagen que más se ajusta es la de un surfista sobre la tabla tratando de hacer equilibrio sobre una gran ola (la emoción). De alguna manera la está enfrentando, pero con herramientas que permiten mantenerse en equilibrio.

"Hay distintas maneras de hacerlo: una es poner en palabras lo que pasa. Para eso hay que identificar cuál es la emoción que nos atraviesa y lo que ella nos está generando. La otra, con ejercicios de descarga física o técnicas de autocontrol que nos permiten anticiparnos a aquellas situaciones que sabemos que nos afectan. Por ejemplo, si reconozco que me estresa el tráfico, elegir una música que me guste o me calme. Las emociones tienen que salir. La cuestión es cómo las sacamos".

La psicóloga Adriana Piterbarg trabaja con psicodrama para dar cauce a esas emociones que, contenidas, nos enferman o que sacamos disruptivamente y provocan serias consecuencias en nuestro entorno: "Vivimos en una sociedad en la que no está muy bien visto mostrar o manifestar las emociones. Vamos enlatándolas y cuando abrimos la lata sale todo junto y explota. Enlatar las emociones no sirve para nada. Y sacarlas disruptivamente, tampoco. Yo siempre digo que hay escuchas internas, hay un murmullo del malestar. Es importante saber escucharlo y traducirlo en palabras para evitar los gritos de la ira".

En una sesión de psicodrama se hace una representación de la escena conflictiva. Se arma un "como si" de la situación. "La emoción circula, se hace visible y así se va destejiendo este tipo de conflictos para intentar develar qué hay detrás de ella", describe Piterbarg.

Ni animales como plantea la película de Bo, ni salvajes como el exitoso largometraje de Damián Szifrón. Las emociones son tan humanas como el lenguaje. Exteriorizarlas con palabras, de manera adecuada, es un aprendizaje. Sea cual sea la técnica elegida, lo que importa es pararse sobre la tabla, esperar la ola y aprender a surfear. 

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