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Las domadoras de leones en Egipto

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Domadoras de leones en Egipto. Foto: The New York Times

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La lucha por la igualdad de género está muy rezagada en el país. Pero seis mujeres destacan en el espectáculo; nada más lejos de un hombre “panzón con botas altas”.

Luba el Helw, una madre egipcia trabajadora. Hizo malabares para atender varias llamadas telefónicas de negocios, preparó un platillo de pollo y eludió las solicitudes de sus tres hijos -de entre 4 y 8 años-, quienes estaban tendidos frente al televisor. Ella misma admite que su carácter puede ser avasallante. Ese fue un factor que propició su divorcio, cuando su segundo esposo se quejó de que lo había tratado “como a un león de circo”. Y lo dijo literalmente. Horas más tarde, El Helw entró a una pista de circo vistiendo un traje entallado con estampado de leopardo y botas negras. La música resonó. Los niños la aclamaron. Los leones y los tigres avanzaron detrás de ella.

El Helw (que se pronuncia jelau) se acercó a un tigre encaramado y acarició su rostro despreocupadamente, sacándole un rugido. Ella hizo un gesto histriónico. “Damas y caballeros”, anunció una voz. “¡Están por comenzar espectáculos emocionantes y peligrosos!”.

El Helw es una de seis mujeres domadoras de leones en Egipto, la mayoría proveniente de la misma familia extendida, cuyos espectáculos a la vieja usanza atraen y deleitan a legiones de egipcios anualmente. Vistiendo trajes cubiertos de lentejuelas y con nombres artísticos como “La reina de los leones”, persuaden a los enormes felinos para que atraviesen aros de fuego o les permitan caminar sobre sus cuerpos. Algunas se han convertido en pequeñas celebridades; otras han sobrevivido ataques.

“Yo misma los alimento”, dijo El Helw, entre actos, mientras lanzaba un trozo de carne de burro a una pequeña jaula ocupada por Hairem, un león de seis años. “Y ellos me consideran su madre”.

Domadoras de leones en Egipto. Foto: The New York Times
Domadoras de leones en Egipto. Foto: The New York Times

Los leones siempre han sido símbolos de prestigio y poder en Egipto. En el pasado, los faraones cazaban a los grandes felinos a lo largo del río Nilo. La Gran Esfinge, guardiana de las pirámides de Guiza, que consiste en una cabeza humana con cuerpo de león, es uno de los emblemas más perdurables de Egipto.

No obstante, para El Helw, los leones son un negocio familiar. Su abuela Mahassen fue la primera mujer domadora de leones del mundo árabe, y su padre, Ibrahim, fue artista del Circo Nacional de Egipto, dirigido por el Estado, durante su apogeo en la década de 1980.

Su padre, quien contrajo matrimonio en tres ocasiones, tuvo siete hijas, pero, a pesar de todos sus intentos, no tuvo hijos, así que les heredó sus habilidades y su pasión a ellas. Dos de ellas lo siguieron hasta la pista: Luba, de 38 años, quien sucedió a su padre como domadora de leones en el Circo Nacional, y su hermana Ousa, de 35 años, quien actúa en un circo privado. Su tía Faten y dos de sus primas también forman parte del negocio.

El que alguna vez fuera el respetado Circo Nacional, fundado en 1966, ha caído en una mala racha. Con sede en una tienda raída cerca del Nilo en El Cairo, el circo vende entradas a precios que van de US$ 1,80 a US$ 3,50 y atrae principalmente a grupos escolares y familias de la clase trabajadora. Su espectáculo (payasos, malabaristas y encantadores de serpientes) tiene un dejo cansado y los artistas se quejan de la falta de inversión. Los egipcios más acaudalados prefieren funciones más innovadoras y costosas como las del Cirque du Soleil.

Con todo, en sus actos, Luba el Helw no deja lugar a dudas respecto a quién es la jefa. Ella proyecta una imagen dura: habla con una voz retumbante y blande bastones o látigos. “Las personas esperan ver a un hombre panzón con botas altas”, dijo. El Helw usa esa presencia fanfarrona solo para el espectáculo, no para intimidar a los animales. De hecho, dijo que incita a los leones a obedecerla con cariño y trozos de carne. Cuando tiene que reprenderlos, lo hace con un suave golpe de su sandalia, como haría una madre egipcia con un hijo descarriado.

Aun así, los peligros son reales. El Helw mostró una fotografía de su abuelo, Mohammed el Helw, quien fue atacado hasta la muerte al final de un espectáculo en 1972. La foto mostraba a un hombre ataviado con un traje destellante, sentado orgullosamente a horcajadas sobre Sultán, el león que lo mató. El Helw desestimó las preocupaciones por su seguridad. “Puede ser más fácil tratar con leones que con personas”, dijo. 

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