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Las depredadoras seriales, una selecta y letal minoría

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Las chicas de la "familia" Manson, asesinas múltiples bajo la malévola influencia de Charles Manson.

COMPORTAMIENTO

Los estudiosos creen que actúan bajo los mismos patrones que sus pares masculinos, aunque con mótivaciones criminales distintas. Y una nueva teoría las clasifica según conductas primitivas

Los asesinos en serie han fascinado al público desde que comenzó a conocerse de su existencia. Mucho antes de las andanzas del enigmático Jack el Destripador, se conocieron las de Gilles de Rais en el siglo XV, popularizado como Barbazul. Por la misma época también se hizo célebre la Condesa de Báthory, que mató a cientos de jóvenes doncellas para bañarse en su sangre. Ambos personajes ganaron su pasaje a la literatura, pero fueron los asesinos en serie los que mayores víctimas causaron de ser ciertos los registros históricos.

Sin embargo, los estudios han revelado que tanto estos homicidas como los comunes que engrosan las estadísticas criminales, pertenecen en forma abrumadora al género masculino. Una minoría dentro de esta minoría, entonces, la constituyen las mujeres asesinas en serie. De acuerdo con un reciente estudio estas verdaderas máquinas de matar se vinculan a patrones de conducta primitivos, arraigados en la especie desde el surgimiento del homo sapiens. Y, según la novedosa teoría esbozada por la investigadora de la Universidad Penn State Harrisburg, Marissa Harrison, los criminales de este tipo podrían agruparse en dos grandes categorías similares a las de los primeros homínidos: cazadores y recolectores. Lo realmente novedoso en esta teoría es que, básicamente, los hombres se agruparían dentro de la categoría de los “cazadores”, en tanto que a las mujeres correspondería la de “recolectoras”.

“Mientras que los hombres atacan en gran medida a extraños, estudios anteriores han demostrado que alrededor del 80% de las mujeres asesinas en serie conocen a sus víctimas”, señalan las conclusiones de estos estudios publicados en la revista Quartz.

Aileen Wournos, una asesina despiadada que solía usar una pistola calibre 22 con sus víctimas.
Aileen Wournos, una asesina despiadada que solía usar una pistola calibre 22 con sus víctimas.

Los asesinos seriales -serial killers, denominación que hizo célebre el agente especial del FBI estadounidense, John Douglas, creador de la Unidad de Estudios del Comportamiento en la que también se basa la aclamada serie de Netflix, Manhunter- constituyen una categoría escasa pero muy estudiada.

Algunos casos aún continúan siendo materia de estudio, como el de las mujeres que integraron el clan de Charles Manson (foto principal).

TÍPICO DE UNA ÉPOCA. Para el psicoanalista especializado en el estudio de estos fenómenos, Jorge Bafico, la definición de “asesino en serie” es muy amplia.

Hay diferentes tipos de asesinos seriales, el concepto de asesino en serie no se constituiría de forma conceptual en una nosología propia, sino que vendría a ser una forma sintomática de presentación de cualquier estructura clínica, bien sea neurosis, perversión o psicosis, y el concepto de fenómeno transclínico, algo que excede lo propio de una patología específica, es lo que más se ajustaría para pensarlo desde lo clínico”, señala Bafico.

A juicio del experto la misma denominación que se hiciera tan popular en las últimas décadas se corresponden, precisamente, a un momento muy determinado de la sociedad moderna.

Cada época caracteriza y desarrolla un tipo particular de discurso que atraviesa y construye la subjetividad de quienes la viven. A esto nos referimos con la categoría ‘subjetividad de la época’. Las características que constituyen la subjetividad de una época no se pueden determinar como algo fijo y homogéneo, sino como una construcción dinámica y variable”, reflexiona.

Algunos de los casos más conocidos, señala Bafico, basculan entre la perversión y la psicosis. Pone como ejemplos a John Wayne Gacy, Edmund Kemper, Albert Fish y Jeffrey Dahmer. “Son psicosis, pero no presentan ni la evolución ni los síntomas típicos”, señala.

“En los caso de Fish, de Gacy y sobre todo de Dahmer, por ejemplo, parecen ser de sujetos que cuentan con elementos simbólicos para hacerse cargo de las contingencias que se les presentan, y pueden llevar a cabo su vida tranquilamente, hasta que pueda producirse otro episodio que produce no un desencadenamiento ruidoso, como es la eclosión de un delirio, sino un desenganche en la estructura. Es ahí cuando estos sujetos demuestran su monstruosidad”, explica.

LA MINORÍA SANGRIENTA. Las estadísticas criminales parecen ser concluyentes: según las manejadas por la Oficina de Naciones Unidas Contra las Drogas y el Delito (Unodc): el 95% de los homicidios son cometidos por hombres. Y ello alcanza, por supuesto, a los asesinos seriales en la misma proporción.

Entre las mujeres que pasaron a la historia en esta categoría ya se mencionó a la que fuera conocida como “la condesa sangrienta”, Erzsébet Báthory, la aristócrata húngara que se dice llegó a matar a 616 doncellas. La condesa era descendiente directa de Vlad Tepes “el empalador”, el noble rumano que inspiró al celebérrimo conde Drácula en la ficción de Bram Stoker.

Más cercano en el tiempo es el caso de la enfermera Jane Toppan, nacida en Boston (Massachusetts, Estados Unidos), acusada de matar a 31 personas a su cuidado profesional. Investigaciones posteriores demostrarían que el número de víctimas pudo ser aún mayor. Toppan no sólo mató a pacientes a su cargo, sino también a la pareja de caseros de su residencia y a una media hermana. Su método preferido: la estricnina, un potente veneno, letal en pequeñas dosis.

El veneno, precisamente, parece ser el arma predilecta de las mujeres asesinas seriales, según coinciden los estudiosos. Algo que de algún modo queda documentado en la serie argentina Mujeres Asesinas, basado en el libro homónimo de la periodista Marisa Grinstein, que investigó y escribió sobre casos reales ocurridos en la vecina orilla. Tal vez uno de los más célebres de estos casos sea el de Yiya Murano, conocida como “la envenenadora de Montserrat”, cuyo caso se hizo célebre entre mediados y fines de la década de 1970 tras ser detenida y juzgada por los crímenes de tres personas. En la mencionada serie televisiva Murano fue interpretada por la actriz Nacha Guevara.

Según la teoría desarrollada por la estadounidense Marissa Harrison su principal descubrimiento es que “que los hombres generalmente cazan mujeres para obtener algún tipo de satisfacción sexual (el 49% mató exclusivamente a mujeres en la muestra de investigadores y el 75% mató por satisfacción sexual). Las mujeres no discriminan tanto en términos de género, pero matarán por ganancias financieras (16.7% de los hombres y 51.9% de las mujeres asesinadas por dinero)”, según consigna Quartz.

Una minoría muy selecta de homicidas cuyos crímenes han estremecido tanto como los de los criminales masculinos a lo largo de la historia.

Yiya Murano, la envenenadora que se convirtió en el caso más conocido de Argentina.
Yiya Murano, la envenenadora que se convirtió en el caso más conocido de Argentina.

Tres casos célebres

Rosemary West: pareja asesina
Nacida como Rosemary Letts en Reino Unido, se casó con Fred West, junto a quien cometió los 12 asesinatos de jóvenes mujeres a las que, previamente, su marido abusaba y torturaba antes de darles muerte. La mayoría de los crímenes fueron cometidos en su casa de Gloucester, donde además fueron enterradas las víctimas. Su caso fue convertido en novela de no ficción por el escritor Gordon Burn.
Aileen Wournos: un calibre 22
El primer asesinato fue descubierto a fines de 1989 en Daytona Beach. Un año más tarde se sumaron otros seis, todos hombres que fueron muertos por disparos de una pistola calibre 22. Los investigadores finalmente lograron atrapar a Aileen Wournos, quien junto a su pareja Tyria Moore había atraído a sus víctimas a las que robaban luego de darles muerte.
Yiya Murano: la envenenadora de Montserrat
Fue uno de los casos más célebres de la historia criminal argentina. Yiya Murano (1930-2014) enfrentó cargos por tres homicidios. No se descartó que hubiera más víctimas; solo que no se pudo probar. Murano comenzó pergeñando estafas mediante algunas maniobras y terminó por dar muerte a al menos tres víctimas -las tres eran mujeres- mediante el uso de venenos. Fue detenida en 1980 y condenada.

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