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Dalia Walker: convertirse en una bruja influencer o lo esotérico en el siglo XXI

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Dalia F. Walker. Foto: La Nación
Buenos Aires 21/2/2020. Entrevista con la astrologa y tarotista Dalia Walker Rodrigo Nespolo/La Nacio
Rodrigo Nespolo/Rodrigo Nespolo/La Nacion

NOMBRES

Dalia F. Walker se define como bruja moderna. Tiene una tienda de esoterismo, ha escrito libros e imparte clases. Concha es su podcast con amigas, donde deja salir el lado más íntimo y relfexivo.

De una flor amarilla detrás de su oreja pende una trenza extensa. La sonrisa a medio hacer en una boca pálida. El vestido blanco atado con tiritas sobre los hombros. Más flores amarillas en las manos, la luz tenue de un verano en otro lado y el sepia —digital o real— de una foto que está guardada para recordar un día y un lugar. Dalia —argentina que ahí tiene 27 años y que todavía no es “La Dalia” que vende libros y graba podcastexitosos— está en algún lugar de la selva venezolana que es “como si hubiese estado dentro de un viaje interdimensional”.

Lo del viaje interdimensional lo escribirá ocho años después en Instagram, en la misma cuenta donde aparecen sus libros y sus podcast y donde ahora tiene más de ochenta mil seguidores: “Acá vengo de días de rituales, limpias, contacto con velas, velones, flores, licores, pétalos, animales salvajes, sueños reveladores y mucha magia”.

El mundo esotérico

Las aventuras selváticas se reflejaban en Fe, la tienda esotérica que se inició como un espacio de aromas y rituales, de cartas y astrología. Un refugio que emprendió junto a una de sus mejores amigas después de que las echaran de un bar porque leían las cartas. Querían explorar en un rubro a veces bastardeado, y así comenzaron los tiempos de la bruja moderna.

Empezó, dice la tarotista a Marie Claire, “como un juego”. Primero fue estudiante de cine. Después una productora que trabajaba hasta las tres de la mañana. Mientras, lo esotérico era su escape a la rutina. Leyó sobre cristales y energías, sintió cosas en el cuerpo o en la cabeza, y decidió inmortalizarlo en la piel con un mandala en su espalda. Tenía 18 años. Si el magnetismo que le generaba todo eso pasaba a formar parte de su vida permanentemente, el tatuaje sería la insignia del día en el que empezó todo. Si las energías quedaban en una anécdota, el tatuaje sería una marca para recordar que una vez sintió algo tan fuerte al solo tocar una piedra.

Dalia F. Walker. Foto: La Nación
Dalia F. Walker. Foto: La Nación

“Hay algo que va pulsando en la vida. No es que sale de la nada. De chica me gustaban mucho los cuentos de terror, la magia, pero la de los magos. Mirar videos, aprender trucos, todo lo que tenía un misterio atrás”, contó en el canal de Youtube de Vicu Villanueva. “Yo creo que para creer hay que tener una cierta inocencia. Si vos creés que sabés todo, es imposible darle un lugar al misterio. Hay que tener mucha humildad y rendirse ante el misterio del universo”.

Y a medida que fue creciendo, la fue “desmagnetizando” el cine y atrapando cada vez más aquello que estaba escondido. La energía era, también, un canal en el que volcar su vocación de servicio. Al final, “se transformó en algo grande como un planeta”: clases, venta de velas, piedras, estampas, rituales en un espacio tenue y cálido que empezó con cajones de madera y abriendo tres veces por semana. Desde 2018, libros (Bruja moderna y El tarot como llave), podcast (Bruja moderna y Fe: el podcast) y una cuenta de Instagram con más de 80 mil seguidores han convertido a Dalia en una “witchinfluencer”.

Ser una bruja moderna, dijo a Clarín, “es tomar la sabiduría ancestral y ponerla al servicio de la vida actual. Ya no se puede dejar las velas prendidas todo el día porque tenemos que salir a hacer cosas, tenemos situaciones, movimientos y vivencias que cambiaron. Para mí falta un update, una actualización de la data antigua a la practicidad de la vida de hoy y también a temas locales”.

Y también está la apertura a las disidencias. Fé es un espacio queer y Dalia cree absolutamente en “todo lo que está pasando con el género, con la sexualidad, con una nueva forma de percibir y de absorber la vida”.

Hablar en un podcast con amigas

El pelo ahora se ve tan corto que las puntas le rozan el cuello. Lleva entre lo moreno algunos mechones rubios. No hay árboles ni sol ni flores amarillas y blancas de fondo, sino la cocina de una casa desenfocada. No hay media sonrisa, sino una lágrima que cae por el costado de una boca pintada de rojo. No está el vestido blanco leve sino un buzo de lana y un anillo con un ojo celeste en un dedo anular levantado en señal de hartazgo o de tristeza.

La bruja escribe debajo: “La foto es de @nicksilbert (NdR: Nicolás, su marido). Me la sacó hace unos días cuando me quebré en la cocina en el peor momento de estos 45 días encerrada en casa a solas con mi familia. Por lo menos ese día me había puesto lápiz labial rojo para subirme el ánimo”.

En 2020 en Argentina fueron meses de mirar hacia las mismas paredes, de caras repetidas. Y la bruja no se salvó. Pero tenía una herramienta poderosa de sanación o, al menos, de desahogo.

Desde octubre de 2018 comparte vivencias y reflexiones en Concha, un podcast con Jimena Outeiro y Laura Passalacqua. En el encierro bonaerense por el coronavirus, las tres sintieron la necesidad de reunirse como todos se reunían ese año: por videollamada. Y lo hicieron en directo para que las y los oyentes pudieran estar ahí, sentir la compañía y desahogarse.

El podcast también empezó como un juego. Uno que fermentó entre charlas de whatsapp y cervezas: la vida misma, anécdotas que provocan carcajadas o que reflejan algunos dolores que con los años fueron sanando, la madurez de los 30 y largos, la palabra “puta”, las adolescencias en tiempos en los que el feminismo se desdibujaba en mandatos patriarcales, la maternidad y el deseo, la masturbación, el amor libre, la salud mental.

Concha, un programa feminista

“Nos identificamos con una actitud activa, deseante, independiente, expresiva, de no esperar que las cosas las haga otra persona. Las tres siempre trabajamos mucho y cada una en lo suyo se encontró teniendo un papel de autoridad y poder en espacios llenos de hombres. Estamos en ese proceso de reconocernos y enfrentarnos a nuestros propios condicionamientos machistas. Nos vamos dando cuenta cuán feministas somos a medida que conversamos. Podríamos decir que gracias a Concha Podcast hoy somos mucho más feministas que cuando empezamos a hacerlo”, responden en una entrevista con El País de Madrid.

Ediciones en vivo y en directo, Concha Fest, vestidos de lentejuelas o de colores intensos. Micrófonos abiertos. Las tres amigas fueron abriendo su pequeño núcleo a las voces de las y los escuchas. Concha se convirtió en una comunidad. Con una audiencia que lo posiciona como uno de los podcast más escuchados de Argentina y Uruguay, pero siempre manteniendo la intimidad de una charla entre amigas. “Lo que importa es lo que tenés para decir. No hay una fórmula. No generamos plata con esto. Es nuestro momento de diversión”, dijo Dalia a La Nación.

Dalia F. Walker. Foto: La Nación
Laura, Dalia y Jimena, de Concha Podcast Foto: La Nación

Todo —al menos la brujería y Concha— parece venir de una mujer feminista. Si a Dalia le preguntan de dónde viene su feminismo, dirá que de la maternidad, de la necesidad de no sentirse inhabilitada cuando nació Lisa. “El sistema está mal armado. La productividad es masculina y el cuidado de los otros es femenino. Eso me partió la cabeza. Me enojé. No te dicen la mitad de las cosas que te van a pasar. Me indigné con la humanidad. Estuve deprimida un montón de meses sin saber si iba a poder volver a mi vida”.

Esta vez hay una vela estallando sobre una torta y detrás, casi saliendo en la frontera del plano fotográfico, un cartel que nos dice, en dorado, que alguien está cumpliendo años. Hay un abrazo y una mirada cómplice entre un hombre, padre, y una niña, hija. Al lado de ellos, con un vestido y un mechón de su pelo corto fucsia, está Dalia, madre. Y escribe esta vez: “A pesar de lo que se ve en la foto les juro que a veces me dejan jugar con ellxs”.

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