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Custo, los colores de la moda

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Custo Barcelona tiene un centenar de tiendas en todo el mundo.

Hace 35 años empezó vendiendo camisetas estampadas a los turistas en Barcelona. Hoy, su sello es la experimentación, las texturas y el color.

Durante estos meses el pasaporte de Custo Dalmau —la cara visible y comercial de la etiqueta de moda Custo Barcelona— acumuló ocho nuevos sellos. Ya tiene el de España, Estados Unidos, Tailandia, Venezuela, Perú y Chile. En los próximos días estampará los sellos de los controles migratorios de Argentina, Brasil y, finalmente, el de su regreso a España. Ese será un momento de descanso. En Barcelona estará unas semanas con su familia —su mujer y sus cinco hijos— antes de concentrarse de lleno en el diseño de la nueva colección. En el intermedio y después del desfile de sus nuevas propuestas para otoño-invierno 2016-2017, seguirá recorriendo el mundo para sellar acuerdos económicos, visitará los talleres donde fabrican las prendas de su marca, se encerrará en su estudio en el Soho neoyorquino para planificar estrategias y realizará desfiles en otras pasarelas internacionales.

—¿No lo cansa este ritmo?

—Para nada, ya estoy acostumbrado. Además, es parte del negocio de la moda. Ahora si no sales al mundo, no existes en el mapa. Mucho más si representas a una marca que nació en un país que está fuera del circuito de las grandes plataformas del negocio. Así ha sido siempre. Mira Balenciaga, debió dejar España para despegar. Y hoy es un mito.

Fuera de molde.

Custo Barcelona tiene casi un centenar de tiendas en todo el mundo y se comercializa en otros tres mil puntos de ventas en grandes almacenes o boutiques de vanguardia. Desde Nueva York a Dubai. Desde Tokio a Milán. Desde Honolulu a Uzbekistán. La marca presenta desde hace dos décadas sus colecciones en la semana de la moda neoyorquina, pero también tiene una colección de moda infantil y líneas de accesorios. Ha decorado hoteles, creó un modelo especial para las motocicletas Harley-Davidson y ha vestido desde a Julia Roberts hasta a Barbie. "Y conste que somos una empresa pequeña. Todo lo hacemos desde nuestro centro de operaciones cerca del aeropuerto de Barcelona, donde trabajan seis personas en el área de diseño. El resto es organización".

Custo Dalmau habla con voz rasposa y una energía envidiable. Tiene 58 años, pero representa menos. Es delgado. Se expresa con elocuencia. A primera vista su imagen —melena engominada, botas vaqueras, jeans ceñidos, camiseta de algodón— lo aleja del tópico del creador de modas que todos imaginarían. Tiene poco o nada del diseñador de aspecto sofisticado, de costumbres excéntricas y de actitud inabordable. Su look tampoco parece el de un empresario que maneja una etiqueta que marca tendencia internacional, que tiene casi un centenar de tiendas en todo el mundo. Custo, en cambio, parece un motociclista bien arreglado o un rockero que se niega a retirarse de los escenarios

Su nombre completo es Ángel Custodio Dalmau, es originario de Tremp, el municipio con mayor población de la provincia de Lérida, en Cataluña. La moda jamás estuvo entre sus intereses. En su adolescencia integró el equipo de gimnasia olímpica de España y luego durante varios años estudió Arquitectura en Barcelona. En esa época era un aficionado a las motocicletas y soñaba con recorrer el mundo sobre dos ruedas.

Y así ocurrió. A fines de los 70, con su hermano David —diseñador gráfico, bajo perfil, hoy su socio comercial y la otra mitad de la compañía— se lanzó a la aventura. Durante un año y medio recorrieron toda América, desde Alaska hasta Tierra del Fuego. La idea de hacer ropa justamente surgió luego de ese viaje. A comienzos de 1981 decidieron hacer un pequeño negocio de camisetas en las playas de Barcelona. Quisieron imitar las que usaban los surfistas de California que conocieron durante su viaje. "Más que moda nuestra idea estaba más orientada al diseño gráfico, pero con la diferencia de que el soporte era una camiseta en lugar de papel. Nuestro primer producto fue una camiseta de hombre estampada con una palmera y con ambiente de playa".

Era 1982, España estaba en plena efervescencia mundialista, y las camisetas empezaron a venderse como souvenir entre turistas por poco más de tres euros actuales, entonces una cifra carísima. Aún así se trasformaron en moda entre los jóvenes y sus diseños comenzaron a formar parte del catálogo de tiendas que eran referencia de estilo en Barcelona, como Furest o Carlos Torrents.

Desde sus orígenes, explica, Custo tuvo claro que la base de su propuesta se basaría en los estampados, el color y la mezcla. Aunque las siluetas y formas también ganarían terreno, la clave está en el cromatismo de las texturas. A mediados de los 80 los estampados de sus diseños comenzaron a hacerse más gráficos y abstractos. En 1986 realizó su primera colección femenina. "Fue un riesgo, porque es un campo más ambicioso que la ropa masculina". Entonces empezó a rondar la idea de internacionalizar la marca.

En 1995, luego de mostrar sus colecciones en la Semana de la Moda Londres, se lanzaron a conquistar el mercado estadounidense. Mientras triunfaba el minimalismo, ocurrió lo inesperado. Un día una de sus camisetas apareció en un capítulo de Friends, la sitcom éxito de los 90, y la empezaron a usar actrices como Julia Roberts o Bridget Fonda. El efecto Hollywood fue casi instantáneo. Los comentarios se multiplicaron y los pedidos aumentaron. Se empezó a acuñar el término "customanía". A Custo hoy le gusta definir su propuesta como "premium accesible": es decir moda de buena calidad, de vanguardia, pero con un precio no prohibitivo. "No somos una etiqueta de supersofisticación, no es nuestro espíritu. Para nosotros lo importante es la creatividad. Ser capaces de decir algo nuevo en cada colección". *EL MERCURIO/GDA

Ya es un clásico en Nueva York.

El desfile de febrero próximo de Custo Barcelona en la semana de la moda neoyorquina marcará sus veinte años de presencia en esa pasarela. "En 1996 fuimos la primera etiqueta no desarrollada en Estados Unidos, y la primera española, en participar en la temporada de desfiles neoyorquinos. Entonces esa semana estaba recién despuntando como una fecha importante en el calendario de shows de moda".

En la vidriera de Hollywood.

En Estados Unidos el depegue llegó gracias a Hollywood. Actrices como Drew Barrymore llevaban sus camisetas en las imágenes que publicaban las revistas. Julia Roberts usó una en la película La novia fugitiva, y Bridget Fonda otra en Jackie Brown, de Quentin Tarantino. Tiendas como Saks comenzaron a hacerles pedidos. Henri Bendel montó vitrinas especiales en su tienda de la Quinta Avenida. Con el éxito llegó también la idea de cambiar el nombre de la grifa a Custo Barcelona.

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Custo Barcelona tiene un centenar de tiendas en todo el mundo.

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