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Cumple 75 y va por más

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La película está ahora en cartel en Uruguay.

Desde su aparición en 1942, se convirtió en símbolo del empoderamiento femenino. Ahora llegó a la pantalla grande.

No es un hombre cargado de músculos y testosterona moldeados dentro de un traje con capa. Es una mujer ataviada con algo más parecido a un bikini que deja expuestas sus fabulosas curvas. No se trata del clásico esquema del héroe que salva a tiempo a la mujer en aprietos. Es una semidiosa que emplea su súperfuerza para rescatar al mortal que ama. Tampoco es una guerrera que busca dominar a sus adversarios gracias a su invulnerabilidad. En un mundo dominado por hombres, es una embajadora de la paz, proveniente de una isla habitada solo por mujeres.

Son varios los paradigmas que la Mujer Maravilla rompió desde un inicio, cuando nació en el mundo de las viñetas, en los albores de la década de 1940.

Sus armas tampoco eran las acostumbradas en las coloridas páginas de los cómics que los niños devoraban en esa época. Nada de rayos que salían de los ojos, anillos con energía o artículos de última tecnología para combatir el crimen. Un lazo que obliga a decir la verdad a quien es sujetado por este; brazaletes que desvían balas, una fuerza descomunal y una tiara eran sus accesorios más reconocibles. También un avión invisible.

Todos atributos que la convirtieron en un personaje único en el mundo del cómic, uno de los más populares y un ícono que trascendió su formato de origen. Si en 1938 Superman creó un nuevo género, el de los superhéroes; si en 1939 Batman le dio un giro a este al convertirse en el primer héroe sin poderes, dos años después la Mujer Maravilla se convertía en la primera superheroína. Desde entonces no pararía de romper esquemas.

Las mujeres arriba.

Corría 1941. Estados Unidos entraba en la Segunda Guerra Mundial y todo hombre en condiciones de luchar debía partir a defender la libertad y la democracia en contra de la marea nazi que inundaba Europa. Insuflado por ese patriotismo, el país vio cómo las mujeres, hasta entonces relegadas a labores domésticas y la crianza de los hijos, pasaban a ocupar los puestos dejados por sus maridos en oficinas, talleres e industrias.

William Moulton Marston, abogado, psicólogo de Harvard e inventor del detector de mentiras, era un feminista devoto. No en el sentido de creer que hombres y mujeres son iguales. Para él, ellas eran definitivamente superiores y capaces de formar una sociedad más justa y pacífica que aquella forjada por su contraparte masculina.

Marston también escribía novelas, colaboraba en revistas y un artículo de su autoría sobre la importancia creciente de los cómics llevó a la editorial DC Comics a invitarlo como miembro de su consejo asesor. El hombre encontró ahí el campo perfecto para volcar su interés en las mujeres, así como la mitología y el comportamiento social en torno a la dominación y la subyugación.

El resultado fue la princesa Diana, de la isla Themyscira, habitada solo por mujeres llamadas amazonas; bendecida por los dioses griegos con poderes sobrenaturales, y ataviada con un traje que además de dejar poco a la imaginación rendía tributo a la iconografía americana. Una mujer capaz de hacer maravillas con sus poderes y accesorios, que luchaba por la paz en el mundo cruel e injusto al que dieron forma los hombres. Una embajadora de la paz, pero capaz de superar a cualquier hombre o máquina en la lucha. Una heroína cuyo mayor objetivo no era casarse con un hombre y formar una familia —el arquetipo social de la época—, sino ser independiente y buscar su propio camino. Una completa adelantada.

El personaje apareció publicado por primera vez en la revista All Star Comics #8, en diciembre de 1941, pero su alter ego se presentaría ante el mundo en Sensation Comics #1, un mes después. En medio del fuego de los cañones resonando en el Viejo Continente y en Asia y con miles de jóvenes soldados devueltos en ataúdes a Estados Unidos, Themyscira se convertía en una utopía matriarcal irresistible. Al menos como simple escapismo entre tantas balas y humo. El éxito fue instantáneo.

Fetichismo erótico.

Como el resto de los superhéroes, la Mujer Maravilla fue víctima de la regresión que significó en los 50 la obra La seducción de los inocentes, del psiquiatra Fredric Wertham, quien impuso su visión de que los cómics ejercían una nefasta influencia en los menores. En el caso de la princesa amazona, su dedo acusador apuntaba hacia una inducción al lesbianismo. El resultado fue una década de historias ramplonas y estricta conformidad con los estereotipos de género imperantes, hasta que los tumultuosos años 60 entraron de lleno en la sociedad americana y la cambiaron para siempre.

En un esfuerzo por abrazar un mayor realismo, DC Comics le quitó a la Mujer Maravilla sus poderes, su traje, la puso a vivir como una Diana Prince más preocupada de la moda y del amor de Steve Trevor que de salvar el mundo. La esencia del personaje había sido traicionada. El fracaso fue rotundo.

En los 70, el movimiento feminista había cobrado un inusitado vigor y para la edición de julio de 1972, la cofundadora de la revista liberal Ms. Magazine, la activista Gloria Steinem, puso en portada a la Mujer Maravilla, con traje y todo, y la nominó para presidenta. El personaje se convertía así en un ícono mundial por los derechos del "sexo débil" y en los cómics, Diana volvía a vestir su atuendo y usar sus superpoderes.

Su salto desde el papel a la TV, con una serie protagonizada entre 1975 y 1979 por la exreina de belleza Lynda Carter, así como shows infantiles como los Superamigos, catapultaron la fama del personaje. Su estatus dentro del panteón de héroes de DC Comics ya estaba sólidamente establecido como parte de la llamada "Trinidad", que la tenía a ella, Superman y Batman como sus tres personajes fundamentales y los únicos que mantenían, sin pausas, el tiraje de sus títulos.

En los 80, en la renovación que DC le dio a los orígenes de sus héroes para apuntalar las ventas y ordenar décadas de (dis)continuidad en las historias, a la Mujer Maravilla se le enfatizó su origen mitológico, hija de Zeus y de la reina Hipólita, creada a partir de una figura de barro y con los poderes y sabiduría de los dioses griegos.

"La Mujer Maravilla es propaganda psicológica para el nuevo tipo de mujer que debería, creo yo, gobernar el mundo", escribió Marston al explicar el personaje nacido de sus fantasías y obsesiones. El estatus alcanzado se refrendaría el 21 de octubre de 2016, cuando Naciones Unidas anunció que la heroína había sido elegida como representante para una campaña mundial en favor de la equidad de género y el empoderamiento de la mujer, una decisión cuestionada por culturas no occidentales.

Pero su fama sigue incólume. Ayudan a ello los millones de dólares en merchandising, cómics, shows animados y —recién ahora— la primera película que la tiene como protagonista en la pantalla grande, tras su introducción el año pasado en Batman vs. Superman. Considerando la escasez de heroínas que pueblan el Séptimo Arte y, más aún, capaces de sostener sobre sus hombros una franquicia rentable, su debut fílmico era tomado como una prueba de fuego para la amazona, que parece haber sorteado: recaudó 100 millones de dólares en su primer fin de semana en Estados Unidos y estableció un récord: Patty Jenkins se convirtió en la primera cineasta encargada de un filme con mayor recaudación de la historia. EL MERCURIO/GDA

UNA PARTICULAR VISIÓN DEL MUNDO.

Una precursora y un autor muy cuestionado.

"La visión de mundo que tenía Marston era única, tremendamente progresista y todas sus teorías se canalizaron en esa creación", afirmó Tim Hanley, autor del libro Wonder Woman Unbound: The Curious History of the Worlds Most Famous Heroine. Para el historiador de cómics, las ideas del creador de la Mujer Maravilla siguen siendo sorprendentemente feministas 75 años después, aún comparadas con las actuales historietas y personajes femeninos empoderados que pueblan la literatura, la televisión y el cine.

Pero a la par del éxito, también llegaron los matices. Jill Lepore, autora del libro The Secret History of Wonder Woman (2014), dedica tanta atención a la biografía del personaje como a la de su creador. Porque entre sus características estaba la de ser polígamo, mentiroso en serie y amante del bondage, práctica erótica basada en la inmovilización del cuerpo de una persona. Una temática que plasmaría en las páginas infantiles.

"No había un solo cómic en el que la Mujer Maravilla no apareciese en una escena de esclavitud. Episodio tras episodio, era encadenada, atada y amordazada. Encerrada en una jaula eléctrica. Con una camisa de fuerza de la cabeza a los pies. O sus ojos y boca vendados. O atada y luego encerrada en una caja de vidrio que cae al océano. O encerrada en la bóveda de un banco, atada a las vías de un tren o atrapada en una pared", resume Lepore en el libro. Su propio "lazo de la verdad" —reminiscencia del detector de mentiras que Marston ayudó a crear— es usado una y mil veces por ella para someter a sus adversarios. Para Hanley, el feminismo y el fetichismo del autor eran inseparables, pero lejos de minar el primero al segundo, ambos elementos convertían al personaje en algo único y fascinante.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
La película está ahora en cartel en Uruguay.

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