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¿La crisis de los youtubers?

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El desafío es mantener la frescura y variar el contenido.

Límites a la monetización de los videos, competencia en aumento y un público cada vez más exigente los llevan a reinventarse.

Hace nueve meses que Germán Garmendia, uno de los youtubers más famosos y mejor pagos del mundo, abandonó su canal en YouTube HolaSoyGermán. Con 32 millones de suscriptores, el chileno "se desconectó" sin siquiera dejar un mensaje de despedida. Mientras matan la espera, sus fans visualizan los videos que dejó como legado en la red social. Y dejan likes y mensajes al ídolo como si fueran a llevarle flores a la tumba. Algunos creen que volverá pronto, otros que nunca lo hará, y están los que sostienen que se tomará un año sabático y regresará mejor que antes. El último video subido es del 20 de noviembre de 2016 y, paradójicamente, se llama Cómo encontrar trabajo. ¿Mensaje indirecto?

Lo cierto es que Germán no solo sigue vivo, sino que se muestra activo en la plataforma, sólo que con otro canal —JuegaGermán— que tiene la nada despreciable cifra de 20 millones de suscriptores y que abrió en 2013, un año después de la apertura de su canal principal. Las razones por las que el chileno más influyente entre los jóvenes dejó de subir videos a HolaSoyGermán son un misterio. ¿Estresado? ¿Cansado de producir material para los dos canales? ¿Estrategia de marketing? Si fuera uno de esos exámenes de opciones múltiples, tal vez habría que poner la cruz en la casilla "todas las respuestas son correctas".

Hijos pródigos de la tecnología, los youtubers nacieron con la premisa de transgredir por fuera del mainstream. Bastaba la cámara del celular y una aceptable conexión de datos para subir lo que acababan de filmar. Como era un lenguaje nuevo, había mucho de experimental en esos primeros videos. E improvisación. "Los primeros youtubers eran jóvenes que no encajaban en el sistema educativo o en su entorno social, y encontraron en los videos una vía de escape que, con el tiempo, se convirtió en su ocupación. Pero eso ha cambiado: ahora se interesan por YouTube porque creen que pueden divertirse y ganar dinero, y eso es verdad, pero vivir de la creación de contenidos no es fácil ni rápido", explica Millán Berzosa, periodista español especializado en cultura digital que acaba de publicar el libro Youtubers y otras especies.

Sucede que hoy los youtubers enfrentan el primer gran desafío desde que se convirtieron en los protagonistas indiscutidos de la cultura pop contemporánea. Algunos hablan de crisis —personales y creativas— y otros directamente sugieren que el modelo ha empezado a sufrir algunas grietas. Por empezar, los cambios dispuestos por Google en la política de monetización de los videos modificaron las reglas del juego. En diciembre pasado, la plataforma anunció que no compartirá ningún beneficio económico con aquellos canales que difundan "contenido inapropiado". ¿Qué significa eso? Videos de carácter sexual, violencia, lenguaje vulgar y temas y eventos controvertidos o delicados, como guerras, conflictos políticos, desastres naturales y tragedias.

Está claro que varios de los youtubers más famosos, que justamente hacen humor a partir de la transgresión y desde una mirada "políticamente incorrecta", no pasan el nuevo filtro.

Basta recordar la polémica en torno de PewDiePie —el youtuber más rico del mundo, con una facturación de 15 millones de dólares anuales según Forbes—y su supuesto mensaje antisemita en uno de sus videos. La "broma" le costó nada menos que Disney y YouTube dieran de baja contratos millonarios. Sin embargo, la pérdida en dinero no se tradujo en baja de suscriptores: ya va por los 56 millones.

Sin la posibilidad de transgredir e ir al límite con ciertas cuestiones sensibles, ¿sigue siendo viable la figura del youtuber? Para Mariela Mociulsky, directora de la consultara Trendsity, el éxito de muchos de estos jóvenes se basa en la espontaneidad y la autenticidad. "Sin duda lo disruptivo o transgresor siguen siendo valores vigentes. Pero, ¿con o sin limitaciones? La red garantiza la libertad y la tolerancia para mejorar la convivencia, pero esa libertad mal usada se transforma en algo negativo. No sé si el final del modelo está cerca, pero lo que sí creo es que los obliga a una resignificación, a un replanteo de su profesión. Hoy tienen más variantes a tener en cuenta: hay más competencia y la misma demanda va evolucionando. El desafío es cómo se resignifican sin perder la espontaneidad y esa cuota de transgresión que los caracterizan".

Pero Alejandro Artopoulus, sociólogo especializado en tecnología y profesor de la Universidad de San Andrés (Argentina), es menos optimista respecto de la supervivencia: "El fenómeno no es nuevo. Antes fueron los bloggers o los napsters, los cuevana que luego terminaron desapareciendo. En definitiva se repite la historia: son transgresores desde el punto de vista cultural, dicen la cultura es libre, y entonces a partir de ahí se mueven por el borde del abismo con contenidos bastante livianos y pegadizos. Cuando empezaron a transgredir ciertos límites, como pasó con PewDiePie, la sociedad los sancionó —plantea—. De todas maneras, no son los únicos productores de contenido de YouTube. Hay que tener en cuenta que la plataforma es independiente de los youtubers, se sostiene con ellos y con los contenidos más tradicionales también".

¿Qué crisis?

Es cierto que son pocos en el mundo los que viven de la monetización de sus videos. En los Estados Unidos, "los del montón" sacaban, antes de los cambios, entre dos y cuatro mil dólares por mes. Hoy esas entradas se redujeron y dejaron de ser atractivas para muchos, que abandonan su canal. Gonzalo Goette —supera los 1.300.000 suscriptores— admite que desde que empezó en YouTube, la monetización siempre fue baja. Si bien surfea, como todos los argentinos, la "crisis económica", Gonzalo admite que hace unos meses vivió una a nivel personal, que hizo que dejara de subir videos de forma regular. "Al principio subía un video por semana, pero llegó un momento en que me relajé y dejé de subir. Es cansador, son muchas horas de edición. Algunos mandan a editar sus videos y entonces es más fácil, pueden hacer más de uno por semana, pero yo no. Hace poco arranqué de nuevo".

En Uruguay, de todos modos, la mayoría de los principales youtubers — Dosogas, Dos Bros, The Party Band y El Bananero— continúan subiendo material a buen ritmo.

A nivel global, la presión por subir contenido permanentemente a la plataforma —algunos comparan su trabajo con una cinta de correr que no terminan nunca— hizo que muchos youtubers cayeran en la trampa de los videos fáciles para sumar suscriptores. Son formatos que funcionan, pero que no ofrecen gran cosa desde el punto de vista creativo y a la larga, se vuelven repetitivos. Encasillados en un tipo o estilo de video, hay poco margen para proponer algo diferente. Muchos empiezan a aburrirse de ellos mismos y no saben qué dirección tomar: se preguntan si hay que seguir escuchando a su audiencia o hacer lo que realmente quieren. Pero menos audiencia equivale a menores ingresos y entonces la mayoría se enfrenta a la disyuntiva de hacer lo que les gusta o satisfacer a sus fans. Una paradoja que no se lleva bien con el gen transgresor que llevan en su ADN... *LA NACIÓN/GDA

Entre ser profesional y no perder frescura.

La nueva camada debe lidiar con estándares más altos de producción. Y además está la competencia que es cada vez mayor. El público también ha cambiado: es más maduro, exigente y no se conforma con poco. Y tiene poder de decisión: "YouTube brinda la posibilidad de escuchar a sus seguidores no sólo a través de las visualizaciones, métricas y likes, sino a partir de los comentarios que hacen de la plataforma en una experiencia interactiva que acerca a los creadores con su público", destaca Pablo Mendoza, responsable de partnership de contenidos de YouTube Argentina. Hoy, cada creador piensa su canal de la misma forma que un gerente de programación. Los más exitosos no sólo mantienen la narrativa en sus contenidos, sino que entendieron que la periodicidad y constancia son dos de los factores más importantes para hacer crecer y retener sus audiencias. La profesionalización quizá sumó calidad, pero quitó espontaneidad. De hecho, hay escuelas que enseñan cómo ser youtuber y hasta productoras que intentaron lanzar a la plataforma perfiles prefabricados. "Ser youtuber parece fácil, pero no lo es. Youtuber se nace, no se hace", asegura Elías, el papa de Nordeltus, atento a la evolución de la incipiente carrera de su hijo de 12 años.

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El desafío es mantener la frescura y variar el contenido.

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