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Cosby y Woody Allen

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Borges nunca escribía textos demasiado extensos. Quizás por eso, por no haber elaborado una supuesta obra "mayor" nunca ganó el Premio Nobel de literatura. O quizás por prejuicios.

Igual se daba el lujo de escribir sobre lo que le daba la gana, desde la vida de los cuchilleros rioplatenses a la de los señoritos soñadores de su tiempo. A Borges no le gustaban algunas películas de Charles Chaplin y se animó a criticarlas con un talante que hoy sería considerado un acto de insensatez ante un maestro. Siempre tuvo esa libertad, un día se apropió de ella y no la abandonó jamás. Se ve poco eso por este mundo actual donde la mayoría de los que escriben, repiten lugares comunes, evitan enfrentar lo obvio y le temen al poder de turno. Ni que hablar de los intelectuales al servicio de los que mandan. En este país —insisto en esto— abundan estos personajes y son los que pretenden luego que se les crea en sus "relatos" cuando solo son corifeos menores. Son cronopios con sueldo estatal. Punto.

Todo esto viene a cuento porque por estos días el genio en lo cinematográfico Woody Allen afirmó en una entrevista que empezó con posición paternal —con su actual pareja, que era la hijastra que tenía con Mia Farrow— y luego todo se deslizó hacia un vínculo amoroso de otro tenor. Y dale que va. Dale Woody, tranquilo. Habrá que aplaudirte, supongo.

¿Habrá —en serio— que aplaudirlo? ¿Tanto poder tiene el personaje que nadie se anima a afirmar que eso que acometió es desde una inmoralidad superlativa a un acto reprobable de la peor especie? ¿Cómo es la cosa? ¿Cuando se tiene enorme "influencia" en este mundo se le perdona al infractor todo pecado? ¿Pero cuando es un "pelagatos" se le aplica otra vara legal? ¿Y la mirada moral es distinta en un caso y en otro? No está bueno que sucedan estas cosas, que tengamos un doble standard y que para algunos corra la guillotina y mientras que para otros opere un silencio cómplice.

Ya sé que el poder es un salvoconducto absoluto hasta que se cae en desgracia. Ese día los dioses del Olimpo aparecen y los mortales piden sangre cual barras bravas de Boca Juniors. Chaplin también era un genio y sedujo a algunas actrices (jovencitas y pico) desde la cima del poder y nadie nunca osó decirle nada de semejantes asuntos (no había prueba de ADN en ésa época). El propio Picasso tuvo relaciones turbulentas (de violencia hablo) con varias de las damas que pasaron por su vida —según serios biógrafos— pero ese no es el mito que nos llega del personaje. El poder oculta, muta la evidencia, miente y encubre la verdad.

Observen lo que sucede con Bill Cosby, un maestro de la comicidad que a muchos de nosotros nos hizo disfrutar con su comedia familiar, donde además, lograba para el 13% de los afrodescendientes norteamericanos dotarlos de un relato inclusivo e inteligente que necesitaban desesperadamente. Cosby era un genio actuando dado su perfil carismático. En sus representaciones televisivas comunicaba valores morales y construía una idea de familia negra que la derecha norteamericana negaba que existiera o que tuviera derecho a existir. Ese era también su éxito además de su histrionismo. Era una doble victoria. Fue, además, de los primeros negros que construyó humor de altísima calidad en algunos monólogos. Lo que ahora llamamos stand up. ¿Qué pasó ahora? Que —por suerte para la verdad— no pocas mujeres que fueron ofendidas sexualmente por él, levantan su voz y lo denuncian abiertamente. Eso en la época de Chaplin y Picasso no sucedía, o en la actual con Woody Allen sucede selectivamente y poco.

Es curioso como la sociedad a veces hace justicia, a veces se hace la tonta y a veces lo oculta todo. Y no es claro cómo se procesan estos asuntos (aunque no creo en las tesis conspirativas que todo lo plantean de manera maniquea). Me afilio más a la tesis del poder: mientras los personajes tienen peso y cortan el bacalao, no pocos los van disculpando en sus excesos, inmoralidades, ilegalidades y abusos.

Cuando se cierne sobre ellos la noche oscura de llano, empieza a conocerse la verdad. Claro, ya es tarde, el daño está hecho y no se repara el mal producido. Eso sí, se corre el velo y aparece el rey sin su corona siendo solo un señor casi siempre viejo, feo, con olores pútridos y plagado de pecados. La verdad casi nunca es idílica.

Cabeza de Turco I washington abdala

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