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Conversaciones en el cielo

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COLUMNA —CABEZA DE TURCO

Washington Abdala

Batlle. ¡Vieron! ¡Les dije que los colorados revivían! ¡Y se creían que estaba loco yo! ¿Y ahora qué me dicen?

Seregni. Eshteee, eshteee, la verdad shí, shí, no estaba en los pronóshticos esha recuperashión y Shanguinetti no estaba en la nómina.

Wilson. ¡No larga nunca che! ¡Le gusta la política más que los pingos a vos, Jorge! En fin, que se prepare este chiquilín, Luisito, porque no va a ser gratis semejante “apoyo”. Julito no regala carnada… díganmelo a mí…

Seregni. Pero Jorge, ¿tú no estabas impulsando al joven Talvi? ¿Acasho no era tu “candidato”? Recuerdo verte hablando de ese mozo…Yo te veía desde acá arriba…

Batlle. Sí, claro, porque no lo podía convencer a Julitoooo, pero una vez con él adentro, listo el pollo. Si en un programa de Gerardo Sotelo, en el que fuimos ambos a platicar sobre el destino de la república, le propuse al aire que fuera candidato, y en esa época Julito estaba con postura de patriarca. Al final hizo lo que tenía que hacer: se remangó y salió a mover a la indiada.

Wilson. Che, perdonen, al que no lo dejan ni aparecer llevando limonada es a Luis Alberto. Lo pusieron en penitencia… los hijos son siempre lo mejor que hacemos y lo más difícil de amar sin arrollarlos… y los amigos de los hijos nunca nos quieren demasiado.

Seregni. ¿Ushted lo dice por algo en especial Wilson? ¿No me diga que eshtá haciendo terapia con noshotros?

Wilson. Noooo, yo no me meto con la vida de los hijos de nadie, cada uno los tiene y en una aldea como la nuestra todo el mundo sabe quién es quién y cómo son nuestros hijos.

Batlle. ¡Yo estoy chocho de la vida con el Mono y Beatriz! Los miro desde acá arriba y los veo fenómenos. Lo que pasa es que Cuqui es una máquina topadora, si Luisito no logra tener sus espacios propios termina con Luis Alberto hablando en el acto final y le organiza los quioscos para repartir la lista. ¡Yo sé lo que es tener un padre enorme, y sobreviví! Ta clavadooo, me costó un Perú, pero pude.

Wilson. Tú Jorge, con tu padre o sin él, hubieras llegado igual. Lograste, además, algo que pocos alcanzan: ser respetado por los que te combatieron. Eso sí que es un gran logro. Yo también logré eso. No es para todos, mi amigo, semejante asunto.

Batlle (lo mira a Wilson y a todos, haciendo un silencio). Pero estamos acá, fuera de concurso, mirando lo que vemos y vivimos en el recuerdo de los que nos quieren…

Seregni (voz firme). ¡Dimos lo mejor de noshotros mishmos, lo hishimos sin misherias, con entrega absoluta y sin pretender el bronce! ¡De paso les digo que Bethel y Giselle, fueron mi mejor obra! Hoy, muchos de los que nos siguieron… ya sabemos cómo son…

Batlle. General ¿usted nos está metiendo en internas partidarias que no son nuestras? ¡No sea pícaro!

Seregni. Eshteee, negativo, de forma implacable afirmo que no. Pudo haber sido un lapsus. Perdón.

Batlle. Ahora que estamos haciendo catarsis, la verdad General… con usted su fuerza política no ha sido suficientemente justa. Ya que estamos (como dice una publicidad poco ocurrente) le digo la verdad, pero los humanos son así, transcurren unos años y se olvidan de todo. ¿Quién recuerda a Don Pepe?

Seregni. ¿Y a Frugoni?

Wilson. ¿Y a Aparicio?

Batlle. Mejor nos quedamos en paz y la vamos viendo sin desmesuras desde acá. Lo que podríamos hacer es una penca y ver quién gana luego de las internas. Las internas ya están allí y cada uno sabe lo que pasará, pero luego se pone linda.

Wilson. Yo apuesto todo, si Jorge me asegura que su partido nos apoya, que les ganamos General. Allí, me parece que —esta vez— no levantan la cometa.

Seregni. Vamos despacio, primero veamos que “conshenshos” nashionales aparecen, luego veremos. Tiempo al tiempo.

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