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La ciudad que suma récords

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Dubai tiene el edificio más alto del mundo.

Con un crecimiento vertiginoso, Dubai tiene el rascacielos más alto, el hotel con más estrellas y el shopping con más superficie. ¿La apuesta? Ser meca del entretenimiento.

Si uno va a España, por ejemplo, no será difícil entrar en contacto con españoles nacidos y criados en su país; es más, será lo más sencillo, como en la mayoría de los países del mundo. Pero quien ponga un pie en Dubai podría entrar en una verdadera cruzada digna de los templarios por intercambiar algunas palabras con un auténtico emiratí, como se llama a los ciudadanos con todos los derechos de este emirato, a orillas del golfo Pérsico.

En un par de días en Dubai recorro el mundo por medio de sus ocasionales habitantes e historias de vida. Un empleado del aeropuerto tunecino, que acaba de volver de unas fugaces vacaciones para ver a su enamorada; la recepcionista del hotel, rumana; el botones, de Kenya, el remisero expatriado de la India, que sólo ve a sus hijos una vez al año; la camarera de Vietnam; el guía de Marruecos, y la lista sigue... Ningún emiratí a la vista. Hasta que Faizal Khan me pasa a buscar por el hotel en su 4x4, con destino al desierto, una de las excursiones típicas, alejadas del espejismo hecho realidad de la ciudad. Sí, por fin, el primer nacido y criado en Dubai, y el único.

Enamorado de su tierra, del calor extremo, del embotellamiento de tránsito constante, del crecimiento vertiginoso. Pero enseguida me aclara que hace años y años que lucha y no pierde la esperanza de lograr el privilegio de la ciudadanía. Apenas un 15% de la población que llega a los dos millones de habitantes es emiratí. Faizal es hijo de paquistaníes que vinieron a trabajar a Dubai hace más de 30 años y esa, por ahora, es su nacionalidad. La mayoría de los emiratíes tiene cargo estatal o directivo, con poco contacto con turistas.

Tomamos Sheikh Zayed Road, una de las avenidas principales, mientas Faizal describe lo que se ve. Una jungla de edificios altísimos se suceden interminables. A lo lejos se ve el Burj Khalika, el rascacielos más alto del mundo, con 828 metros. "Hace 15 años apenas había una torre, ahora hay más de 700. Dubai sólo quiere romper récords mundiales para atraer a turistas", cuenta Faizal.

Nadie camina por las calles. La vida en Dubai está regida por la ley islámica, ligeramente más atenuada que en otros países árabes, y por el reinado del aire acondicionado con dos estaciones bien marcadas: la época de calor (de noviembre a abril) y el infierno (en verano, julio, agosto, alcanza los 50°C). Si no existiera el aire acondicionado seguramente no existiría Dubai tal como se lo ve. Por eso nadie sale a pasear: del auto al trabajo o al moderno metro. Además, las distancias son largas, no es una ciudad a escala de los peatones. Cuando cae la tarde y el sol da una tregua, los mercados de las Especias y el del Oro en la parte antigua de Dubai se animan.

Sólo quedan expuestos al calor los obreros de la construcción, en general del sudeste asiático, que trabajan las 24 horas en diferentes turnos. La construcción nunca para. ¿Hasta dónde llegará la ambición por tener lo más grande, lo más alto, lo más moderno? En Dubai parecería no tener fin.

Donde hasta hace unas décadas había arena, ahora se levanta una ciudad descomunal. Además del edificio más alto del mundo tiene otros íconos de fama mundial, como el complejo The Palm, un barrio construido con forma de palmera en medio del mar donde vive Diego Maradona. El Burj Al Arab, el hotel con forma de vela creación del uruguayo Carlos Ott, que se autoproclama de siete estrellas con tarifas que rondan los US$ 2.000 la noche. El Dubai Mall, un shopping gigantesco, aseguran que el más grande del mundo, con acuario, cascada y pista de patinaje sobre hielo, y en otro shopping, el Mall of the Emirates, está la pista de esquí cubierta más grande del mundo.

Donde ahora hay arena, grúas y obra, Faizal señala lo que pronto será el nuevo Dubailand, ya en las afueras, camino a la Dubai Desert Conservation Reserve, destino de la expedición al desierto. Será como una pequeña ciudad, con diferentes áreas de entretenimientos, deportes, compras y hoteles dos veces más grande que Disney, que prometen, después de varias postergaciones, estará listo en 2017. Habrá desde una torre Eiffel y el Taj Mahal hasta un Universal Studios.

Menos petróleo, más turistas.

Son muchos los que dicen por acá que las reservas de petróleo se acaban dentro de siete años, por eso el futuro de Dubai es convertirse en Las Vegas de Medio Oriente, un sitio destinado al entretenimiento. Eso sí, sin casino, sin alcohol (aunque en los hoteles cinco estrellas se puede consumir sin problemas) y sin descontrol, al pie de la letra musulmana. De hecho ya hay varios parques temáticos y acuáticos como el Wild Wadi Water Park y Aquaventure.

Otra buena razón para atraer turistas será la realización de la Expo Mundial 2020, la primera vez que se realizará en la región. Como Qatar, su vecino, será anfitrión del Mundial 2022, Dubai no podía ser menos.

De lo que vendrá, un brusco viaje al pasado: llegamos al desierto, como era todo Dubai hasta no hace tanto. Un gran mar de arena y dunas como uno siempre se lo imaginó, inmenso, inabarcable. Es el desierto de arena sin zonas rocosas más grande del mundo. Una arena suave, finita, muy clara, apenas tibia, como talco que se pega delicadamente en los pies. Primero un show con halcones, donde muestran cómo ayudaban a los beduinos en la caza, y después el paseo por los médanos, donde las 4x4 se convierten en carritos de la montaña rusa, con escenas de rescate de una camioneta encallada, aunque nada fuera de libreto. Lo mejor, la parada en lo alto de unas dunas para ver una romántica puesta de sol, con el paisaje teñido de ocre por completo.

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Dubai tiene el edificio más alto del mundo.

Viajes La Nación/GDA

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