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Cines que fueron recuperados por el pueblo

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El Cine Helvético fue comprado por el pueblo en 1998

DE PORTADA

El Cine Helvético, el Cine Melo y el Teatro Paz y Unión (también cine) de Dolores fueron rescatados porque los vecinos hicieron lo imposible para que eso sucediera. 

Siguen estando porque en algún momento de la historia estuvieron en peligro y la gente los salvó. Se reunieron en asambleas, se organizaron, se movilizaron, buscaron ayuda, pidieron préstamos, hicieron beneficios, rifas y hasta golpearon puerta por puerta para pedir ayuda. Y todo para rescatarlos, para no perder un pedazo de ciudad, un poco de identidad, una parte de su historia. Siguen estando donde siempre estuvieron porque la gente no quiso perderlos.

El Cine Helvético, en Nueva Helvecia, fue comprado por los vecinos y vecinas de la ciudad cuando se iba a rematar. El cine Melo, después de haber estado en manos de una iglesia por seis años, fue comprado por la Intendencia de Cerro Largo tras la petición de una comisión de vecinos que se organizó para recuperarlo. El teatro Paz y Unión de Dolores, que también tenía una sala de cine, quedó destrozado después del tornado de 2016 y desde entonces la sociedad se ha movilizado de todas formas para poder reconstruirlo.

Son íconos de sus ciudades, viven en ellas desde hace más de 50 años. Las han visto crecer, caer, levantarse, romperse y rearmarse. Actualmente ninguno pasa por un buen momento, pero los tres tienen a un grupo de personas que trabajan para sostenerlos. Estas son las historias de tres cines que fueron rescatados por su pueblo.

Orgullo helvético

La sala del Cine Helvético
La sala del Cine Helvético. Foto: D. Borrelli

Retiraron las entradas con días de anticipación. Se pusieron trajes, vestidos largos, se peinaron, fueron a la peluquería y dos horas antes de que empezara la función estuvieron en la puerta. La fila era larga. Estaba Carlos Moreira, el intendente de Colonia, y se rumoreaba que estaba por llegar China Zorrilla. Había cámaras de televisión, periodistas de todos lados. Era 16 de abril de 1998 y aunque ese día no iba a haber película, era un día importante para la ciudad de Nueva Helvecia: después de tres años de trabajo, el pueblo había logrado comprar el cine, su cine.

La primera película que se proyectó tras la reapertura fue Titanic. Solo en tres días, viernes, sábado y domingo, casi el 60 por ciento del pueblo había pasado por la sala. Ese fue, además del año de la compra del pueblo, el año en el que Carlos Fernández, el Chorly, para los helvéticos, empezó a manejar el proyector del cine.

Fue fundado en 1916 por los hermanos Mario y Eduardo Nemer. En 1955 construyeron el actual edificio, en la esquina de 25 de Agosto y Luis Dreyer, donde pareciera estar incrustado, congelado en el tiempo. Leonel González, “el Chongo” (foto principal), entró al cine en 1970 y estuvo en todos los momentos de su historia. Los primeros dos años trabajó como acomodador y después pasó a ser el portero. En invierno, dice, también se encargaba de prender la caldera. Recuerda a los años 70 como uno de los mejores momentos del cine. “Éramos dos porteros porque iba demasiada gente, la sala se llenaba. Era la salida que tenía el pueblo. Hacíamos funciones de martes populares, los jueves pasábamos prohibidas solo para adultos, y el fin de semana, el domingo había tres funciones. Siempre lleno estaba”.

En 1984 el Cine Helvético dejó de funcionar. Diez años después, una comisión de padres del Jardín 140 lo reabrió y lo mantuvo por tres años. Pero en 1996 fue insostenible. Llevar adelante una sala de cine con 1054 butacas resultó imposible y la familia Nemer decidió venderlo.

En el pueblo se decía que había ofertas por parte de una cadena de supermercados y por parte de una iglesia, pero también se decía que Edgardo Pignataro, al frente de la inmobiliaria encargada de la venta, quería que el cine siguiera funcionando. “Se generó un movimiento que lo arrancó la Comisión Municipal de Cultura que presidía Nélida Beltrán en ese momento, ella fue la que lo arrancó. Ahí se hicieron reuniones populares en la junta local, y se llegó al acuerdo de formar una comisión de vecinos para poder salvar al cine”, cuenta Rafael Ravazzani, que formó parte de esa comisión. Se sabía que la Intendencia de Colonia iba a donar 25 mil dólares, pero había que lograr llegar a 100 mil, que fue el precio que lograron acordar con la inmobiliaria. A partir de entonces se hicieron rifas, bonos, beneficios y colectas. La UTU hizo un carro para el desfile de la Fiesta de la Cerveza que se realiza cada diciembre en el ciudad que decía, bien grande “Salvemos el cine”; “con ese carro después los gurises salieron a recorrer el pueblo golpeando puerta por puerta para que la gente colaborara”.

En un año, los vecinos de Nueva Helvecia, 11.224 habitantes según el censo de 2011, lograron juntar otros 25 mil dólares. A los otros 50 mil los lograron pidiendo un préstamo que recién pudieron pagar en 2008.

Actualmente el Cine Helvético no pasa por su mejor momento. En 2014 se proyectó por última vez una película en 35 milímetros. “Desde 2015 estamos alquilando un proyector digital a un productor de Montevideo, que nos cobra 30 mil pesos por mes, porque comprarlo nos resulta imposible”, dice Mónica Font, actual presidenta de la comisión que se encarga, de manera honoraria, de mantener al cine. Hoy hay al menos 300 socios, que pagan una cuota de 500 pesos anuales o 200 cada cuatro meses. Además, se sostiene con las funciones, los fines de semana. “El sábado pasado dimos Dumbo y quedamos re-contentos porque vinieron más de 200 personas, pero el domingo solo eran 30. La entrada sale 150 pesos y los socios tienen dos por uno. Tenemos una sala muy grande que mantener y son muy pocos los ingresos que percibimos”, cuenta Mónica.

Además, la sala es alquilada para espectáculos. Es en esas ocasiones cuando mejor les va en términos económicos. “Cuando vienen bandas, el cine se llena. También está repleto en la elección de la Reina de Nueva Helvecia, en diciembre o cuando se hace la fiesta de los payadores, en julio”.

El pueblo tiene conciencia de que el cine es suyo, dicen. Es algo que les genera orgullo, eso que cuentan cuando les preguntan por su ciudad. De hecho, las escuelas e instituciones lo utilizan para actos y eventos, y está siempre a disposición de las actividades de la ciudad, como ha estado desde 1998, cuando el pueblo celebró su compra, pero también, el haberse unido para poder lograrlo.

De cine a iglesia y viceversa

La fachada del cine Melo
La fachada del cine Melo. Foto: Néstor Araujo

La iniciativa de no perder el edificio del Cine Melo partió del músico Bady Arguello, que reunió a la sociedad civil para conformar una ONG para recuperarlo. En su antiguo edificio de calle Saravia casi Wilson Ferreira, en pleno centro de la ciudad, funcionó entre 1999 y 2004 una congregación religiosa que “deterioró todas las instalaciones”, según el músico. Por ese motivo, agrega, los propietarios decidieron desalojarla.

A fines de 2005 se inició un movimiento social que procuraba la adquisición del cine, que se demoraba por falta de recursos. Hasta que un día el tiempo empezó a pesar. El propietario del cine le dijo a Bady que se apuraran: “Vienen pastores y están con la lapicera en mano para comprar todo. Ahí pusimos acelerador a fondo. Con el apoyo de los medios de prensa del departamento reunimos a 300 personas en una asamblea y planteamos la necesidad de comprarlo por un sentido de pertenencia que tenía Melo con su cine”, recuerda el músico.

Y en este caso, también el pueblo respondió. No querían perder al cine, formaba parte de la historia de la ciudad. Así que empezaron las gestiones con la Intendencia de Cerro Largo, que por entonces tenía a Ambrosio Barreiro al frente, con embajadas y con el gobierno para poder reunir el dinero suficiente para comprarlo. “Por suerte, el intendente Barreiro decidió comprarlo, de lo contrario adquirirlo mediante otros sistemas hubiese llevado demasiado tiempo y la gestión de un proyecto con el gobierno central hubiese traído aparejado burocracia”, agrega Bady. Es que la compra era urgente. Había otras ofertas y los dueños estaban apurados por venderlo.

Fue en la administración de Sergio Botana, luego de Barreiro, que se logró definitivamente la compra del cine: fueron 750 mil dólares que se pagaron en cuotas.

El segundo paso tras la compra consistió en un proyecto en dos etapas, que se logró gracias al trabajo de varios arquitectos de Cerro Largo. La primera, para la que consiguieron 4 millones de pesos a través del Ministerio de Educación y Cultura, fue arreglar el edificio: la prioridad fue “tratar de reparar lo que se había destruido, cielo rasos, pisos que se estaban hundiendo por la humedad, pluviales y palomares”.

La segunda etapa del proyecto aún no se logró: se pretende transformar al lugar, construyendo una sala de cine más pequeña (la actual tiene 1.400 butacas), una sala de conferencias, un auditorio, aulas, camarines, salas de maquillaje, una sala de dirección, vestuarios, un ascensor para acceder al segundo piso, una cafetería y una terraza hacia la calle Saravia, la principal de la ciudad.

El cine Melo fue un emblema en América. Fue construido en 1950 tras un diseño del arquitecto Ildefonso Aroztegui y la empresa Bertamini, por encargo de Bernardo Glucksmann, empresario austríaco radicado en Montevideo, propietario de varias salas en la capital (Trocadero, Ariel, Radio City, Coventry, Eliseo, Rex) y en el interior (Glucksmann Palace en Mercedes, etcétera)

El 24 de agosto de 1952 en una revista europea fue elegido el mejor centro de espectáculos. Bady dice que “es la única que tiene un hall de esas dimensiones, sala para 1.400 personas, con 1.400 butacas, supo ser una de las salas más grandes del país”. Además, “tuvo la pantalla de cine más grande de Uruguay con un sistema de calefacción avanzado para la época: se hacía con aire caliente humidificado, tenía un sistema por el piso y un grupo electrógeno para transformar la energía eléctrica para además poder proyectar a pesar de los apagones”.

En la actualidad en el hall funciona Zona Joven de la Intendencia de Cerro Largo con diferentes talleres, mientras el cine Melo, uno de los más grandes del país, espera ahora por su transformación definitiva.

Producción: Néstor Araujo (Cerro Largo).

Por daniel rojas 

Un teatro aún por salvar

El Teatro Paz y Unión quedó destrozado después del tornado de 2016
El Teatro Paz y Unión quedó destrozado después del tornado de 2016. Foto: Daniel Rojas

El viernes 15 de abril de 2016, un tornado categoría F3 destruyó un tercio de la ciudad de Dolores. Ese día murieron cuatro personas y otras doscientas resultaron con lesiones de diversa magnitud.

Además, la fuerza del viento provocó daños en un total de 1.800 padrones, en su mayoría viviendas.

A casi tres años del fenómeno climático, la comunidad aún está procurando recuperar el teatro Paz y Unión, un edificio emblemático de 105 años que es el polo cultural por excelencia de la ciudad doloreña.

“El proyecto de restauración ha llevado más tiempo del que evidentemente hubiéramos deseado porque se tuvieron que atender las prioridades de los vecinos que se quedaron sin techo”, indicó Aldo Polletti, integrante de la actual comisión directiva.

Hoy, junto con el asesoramiento de profesionales, la directiva está definiendo qué empresa, de las dos que presentaron un proyecto, llevará a cabo la obra de reconstrucción.

“En una primera etapa, reconstruiremos las paredes, el piso y el techo que se hará de un material hormigonado que sea capaz de resistir futuros temporales”, indicó Polletti.

La obra demandará entre cerca de nueve meses. Los fondos surgieron de convenios con la intendencia y el ministerio de Transporte y Obras Públicas, aportes de privados a través de la organización Reconstruyamos y, sobre todo, del común de la gente que ha participado de distintas actividades benéficas.

“En la sede social con entrada por calle Prestes, hemos realizado varios espectáculos con muchos personas que han colaborado desinteresadamente. De los actores que vemos habitualmente en la tele, la mayoría vino a darnos una mano por amor al arte” expresó Polletti.

También en la sede social funciona una escuela del Sodre que este año cuenta con 75 alumnos. “Tres profesores vienen de Montevideo dos veces a la semana y han logrado formar una orquesta sinfónica”, informó el directivo. Se suma una escuela de patín que reúne a muchos niños de la comunidad.

“Es una forma de mantener viva la institución mientras trabajamos en la recuperación del teatro” estableció.

Chorly, el único que puede proyectar una película en el Helvético
Carlos Fernández, proyectorista del Cine Helvético desde 1998

El cine ha sido su vida. Dice que creció allí, en su sala, en sus pasillos, en sus butacas. Era a una de las pocas personas a las que Bauman, proyectorista del cine Helvético por 62 años y amigo de su abuelo, permitía entrar a la sala de proyecciones. “Era todo un misterio”, dice Carlos Fernández, conocido en el pueblo como el Chorly.

En 1998, cuando el cine fue comprado por la ciudad, fueron él, junto a su profesor de la UTU, José “Pepe” Barrientos, los encargados de las proyecciones. “Desde que yo estoy con el proyector, dejo que todo el que quiera subir a ver la sala, suba, les explico, comparto, dejo que entren los gurises de la escuela. A mí me encanta el cine. Yo cobro un sueldito por las horas que hago ahí, pero la verdad es que lo hago porque me gusta”, dice.

Por el cine Chorly ha hecho mucho. En el año 2000, por ejemplo, construyó a mano un porta carretes porque no había plata para comprar uno nuevo y estuvo preso en Buenos Aires por ir a comprar carbones para el cine.

Él es la única persona de la ciudad que sabe proyectar películas, por eso, sin Chorly, no hay cine.

Un sitio clave que está por volver

La Sociedad Recreativa Paz y Unión, fue fundada el 18 de julio de 1895 con el propósito de fomentar “el espíritu de amistad y sociabilidad” de la ciudad de Dolores.

El 12 de febrero de 1912 pasó a llamarse Centro Recreativo y un año más tarde inauguró la primera sala del Teatro Paz y Unión en el actual edificio.

El teatro fue ampliado en 1939 y aumentó su capacidad a 1.100 espectadores.

Posteriormente en 2009, los socios apoyaron la reforma que dividió la sala de teatro y contempló la creación de una micro sala de cine.

En este sitio neurálgico de la cultura local se ha desarrollado un trabajo honorario por más de un siglo, dicen con orgullo los habitantes de esa ciudad de Soriano.

Aún no se ha logrado reparar el teatro después del tornado de 2016. Sin embargo, desde la sociedad se han movilizado para que eso suceda lo más pronto posible.

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