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"El cine uruguayo crece si hay variedad"

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"En Uruguay están todos los ingredientes para hacer una buena película" (foto: Ariel Colmegna)

Entró al cine tarde, a los 27 años. Le dijeron que una película uruguaya de terror no iba a funcionar. Luego del éxito, le dijeron que fue una “excepción”. Ya lleva dos excepciones.

La barra de amigos del Buceo solía juntarse en alguna casa a ver una de terror. Tocaba Reanimator, hoy un film de culto, en aquel momento divertimento adolescente. Estaban en vilo, en silencio y en la oscuridad. Gustavo Hernández (42) la estaba pasando particularmente mal. No miraba la película, miraba hacia abajo, miraba a los costados. "Estaba cagado, bah". Tanto, que se quiso tomar los vientos. "Muchachos, me tengo que ir. Me llama mi vieja". La barra lo miró como a un espectro. "Gustavo... ¡estamos en tu casa!".

El cineasta, hoy el nombre del terror uruguayo en la gran pantalla, remata la anécdota a carcajada limpia. "¡Imaginate lo metido en el miedo que estaba!". Al cine, al que entró casi de costado, a los 27 años ytras quedar "varado" en la Facultad de Arquitectura, llegó sin haber tenido más experiencia que haber sido un espectador. Lo que nunca dejó de ser.

Él entró a la Escuela de Cine del Uruguay (ECU), en 1999, sin saber agarrar una cámara de fotos pero con un bagaje atrás del que carecían sus compañeros. "Mi hermano Roberto era fanático del cine y grababa todo en VHS: Welles, Kurosawa, Hitchcock, Bergman...". Su background era ese y las excursiones de un familión de seis hermanos Hernández con sus padres a las grandes salas durante las vacaciones de julio. "Nunca me imaginé en otro lado que no fuera el de un espectador". Roberto, justamente, fue quien le habló de los cursos de la ECU. "¿Viste cuando encontrás tu lugar en el mundo. Entré de costado, y seguí...".

Miedos

"Tengo ocho mil dólares, ¿te animás a hacer una película de terror?". Gustavo Rojo, su socio en Tokio Films, le trajo esa propuesta. Habían hecho publicidad, videoclips y televisión. "La primera reacción fue rechazarlo, ¿qué hacés con esa guita?". Pero era cine, el motivo por el cual meterse en ese mundo. Todo fue rápido: una historia presuntamente verídica que había escuchado en un fogón, la cooperación de amigos idóneos, una cámara fotográfica Canon que filmaba y una solución que nace de una limitación. Si hay poca plata, hay que acortar los días de rodaje. "Yo ahí pregunté: ¿qué tal si hacemos un plano secuencia (una toma sin cortes)? ¡Miedo real en tiempo real!". Bendito bagaje fílmico, Gustavo había admirado ese recurso en La soga, de Alfred Hitchcock, y en Sed del mal, de Orson Welles. El resultado, tras solo cuatro días de rodaje, fue La casa muda (2010). "Fue algo cooperativo, pensado para ser proyectada un día en Cinemateca... y terminó con una remake en Hollywood".

Sentado en la amplia oficina de Mother Superior Films, su productora desde 2014, por la calle Blanes, a Gustavo aún lo eriza el recuerdo. Era 16 de mayo de 2010, Día de la Madre en Uruguay, estreno de La casa muda en el Festival de Cannes. "De repente veo una cola de gente impresionante, daba una vuelta a la manzana. Y eso que había un sol que partía. Están haciendo la fila para ver tu película, me dicen. Yo estaba tan nervioso que no entré". En lugar de disfrutar su momento de gloria, se fue a caminar por las calles de esa ciudad de la Riviera Francesa. Llamó a su madre, que no podía creer que su hijo no estuviera en la proyección. Pensó en el trailer de dos minutos que había subido a YouTube y que había generado el interés de Paramount, Sony y Warner. "Nos compraban la película, pero nunca se iba a ver. Solo se conocería la remake. Era negocio... lo pensamos". Que también fuera seleccionada en Cannes —gracias a ese bendito trailer— la salvó del anonimato. Quizá pensó en los agoreros que nunca faltan, eso que vaticinaban solo fracasos para una película de terror made in Uruguay. Volvió a la sala, donde había quedado gente afuera, para los aplausos.

"A partir de ahí, la película se comenzó a vender. Fue vendida a 60 países. La casa muda es la película uruguaya más vendida de la historia", dice sin disimular el orgullo. The silent house, la versión estadounidense, vio la luz al año siguiente. Su presupuesto fue de dos millones de dólares. A Gustavo no le gustó.

A La casa muda le siguió Dios local (2014), su segunda película, mucho más compleja, de miedos, perspectivas y soledades. "Esa ya fue una apuesta directamente apuntada al género. Es una película clásica de terror y llegamos adonde queríamos llegar". Como tal fue al Festival de Cine Fantástico de Sitges (España) y al Fantastic Fest de Austin (Estados Unidos). Esta vez, la filmación duró doce días y su costo, asegura, fue prácticamente el mismo que el de su predecesora.

"A mí me gusta el terror psicológico, los miedos más internos y radicales, lo que te ponga en estado de alerta. Y siempre pienso como espectador —repite—, aunque obviamente hago cosas que me gusten. Siempre hay que hacer un equilibrio entre las cosas que nos gustan y lo comercial. La nuestra es una productora que vive del cine. Y lo que ganamos con el cine lo reinvertimos en el cine". A Gustavo, la palabra "comercial", que le daría escozor a más de un colega suyo, no le da miedo. "Nosotros tenemos que producir películas rentables para seguir haciendo películas. No tenemos otra forma de subsistir. Vivimos del cine, no del Estado. Nos hemos presentado varias veces y de distinta forma a la línea de producción para largometraje de ficción del ICAU (Instituto del Cine y el Audiovisual del Uruguay, el apoyo estatal más importante para cine en el país), que fundamentalmente te permite comenzar una película. Nunca ganamos. También entiendo que los fondos son insuficientes, somos muchos nenes para un mismo trompo".

Convicción

A Máximo, su hijo de cinco años, lo lleva al cine desde que tiene año y medio. Obviamente, no le mostró ninguna de sus dos películas. Su mujer, Penélope, es chef, tiene su propio emprendimiento en Punta Carretas y prefiere las comedias románticas. Mother Superior no se detiene; además de realizar publicidades, se está guionando una posible tercera película. Los proyectos llevan por nombre Pueblo chico, La tortuga gigante y Albatros. La segunda es una tragicomedia "con tintes oníricos"; la tercera, una "película de supervivencia, posapocalíptica". Paralelamente, también está produciendo Fiesta niribu, la segunda película de Manuel Facal (el de Relocos y repasados), una comedia de ciencia ficción. "Sé que no voy a hacer solo películas de terror. Estoy muy abierto a todos los géneros".

Aunque parece disfrutar con que no se lo relacione con lo que habitualmente se conoce como cine uruguayo, donde predominan películas que él denomina como "contemplativas", se dice enamorado del país, de Montevideo y de las posibilidades que brinda. "Luego de La casa muda me llegaron tres guiones, dos norteamericanos y uno inglés, para hacer películas allá. Y eran una cagada. Hay una fantasía colectiva que en Hollywood te hacés millonario, pero empezás a hacer cuentas, ver qué clase de película vas a hacer, cuánto vas a ganar... y decidís seguir acá. Acá, en Uruguay, estás bárbaro en infraestructura, técnicos y locaciones. Además, está todo más globalizado, ¡si subimos un trailer y nos llamaron de los sellos y de Cannes! Acá tenés casi todos los ingredientes para hacer una buena película. Lo único que falta es plata".

En el explorar de los distintos géneros ve el futuro de la producción audiovisual local. "Yo siento que el cine uruguayo se repitió. Siempre es el mismo perro con diferente collar, parece que siempre se habla de la misma película, películas contemplativas. Y el espectador uruguayo le dio la espalda a ese cine. Hoy una producción nacional te lleva dos mil, tres mil personas; Dios local llevó 7.000, La casa muda, 20.000. Yo siento que el público quiere variedad. No digo que no se haga lo de siempre, pero para que el cine uruguayo crezca tiene que haber variedad".

Hasta hoy, cuenta, los agoreros que le vaticinaban un duro aterrizaje le dicen que lo suyo fue una "excepción". "En todo caso, ya van dos excepciones. Te dicen que acá no podés hacer terror y los norteamericanos, que son los reyes en eso, te hacen una remake. A la hora de hacer algo tomo en cuenta a mi círculo y a mis convicciones. Me podré equivocar, pero voy hasta el final".

SUS COSAS

Un cineasta

Conocedor de la obra completa de los grandes, su director de cine favorito es Martin Scorsese. "Me encanta su pulso narrativo. Vos ves El lobo de Wall Street... el tipo tiene 80 años y la energía de un adolescente. Es moderno y clásico a la vez".

Un libro

No duda al nombrar Cuentos de amor, de locura y de muerte, de Horacio Quiroga. Su admiración por el escritor salteño quedó patente en la escena de seis minutos que sigue a los títulos de La casa muda, basada en el cuento El hijo. "Un tremendo libro".

Un monstruo

De todos los villanos de las películas de terror se queda con el Jack Torrance que interpretó Jack Nicholson en El resplandor, de Stanley Kubrick. "Me gusta todo lo que tiene que ver con la locura". Lo suyo no pasa por el gore ni por las criaturas de ficción.

Un videoclip

De su etapa de realizador de videoclips, al que le tiene más cariño es a Zafar, de La Vela Puerca, un plano secuencia. Su primer video fue Bienvenidos a Plutonia, de Vinilo. "Un video me llevó a otro. Siempre me llevé muy bien con las bandas nacionales".

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"En Uruguay están todos los ingredientes para hacer una buena película" (foto: Ariel Colmegna)

el personaje I Gustavo HernándezLeonel García

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