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Charlotte Ramping, la hija del coronel

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Rampling recibió elogios por su papel en 45 years. Foto: Archivo El País
British actress Charlotte Rampling poses with her trophies after the 28th European Film Awards ceremony in Berlin on December 12, 2015. Rampling won a lifetime achievement award as well as a best actress award. / AFP / John MAC DOUGALL GERMANY-CINEMA-EUROPEAN-FILM-AWARDS-film
JOHN MAC DOUGALL/AFP

Con 70 años la actriz británica, mito erótico, fue galardonada por la Academia de Cine Europeo y compitió por el premio Oscar.

Cada uno tiene su recorrido por la vida de celuloide de Charlotte Rampling (1946), una de las miradas más enigmáticas y a la vez más arrebatadoras que ha dado el cine. Son 50 años de profesión y un centenar de filmes, hasta conseguir este año una nominación para el Oscar a la Mejor Actriz por 45 años, de Andrew Haich, y desatar polémica por su posición en el conflicto por la ausencia de negros entre los nominados a los premios de la Academia.

Habrá quien la recuerde sobre todo por sus trabajos con grandes directores como Sidney Lumet (El veredicto, 1982, junto a Paul Newman), Woody Allen (Recuerdos, 1980) o Lars Von Trier (Melancolía, 2011). O por sus papeles más arriesgados: Ellen, la profesora que practica turismo sexual en Bienvenidas al paraíso, de Laurent Cantet (2005) o Margaret Jones, la mujer de diplomático que, sublimando los intereses de una Jane Goodall, se hace amante de un chimpancé en Max, mon amour, de Nagisa Oshima (1986) —inenarrable la escena en la que el marido los encuentra en la cama—.

Sin olvidar todo eso, la Rampling, esa mujer a la que no sabrías si besar o silbarle la marcha del coronel Bogey, o las dos cosas a la vez, es inolvidable especialmente en tres películas. La primera, Zardoz (1974), de John Borman, un raro film de culto de ciencia-ficción en el que la actriz interpretaba a la salvaje exterminadora Consuella, cabalgando con el pecho desnudo (lo que era cosa de verse en aquellos años) y pareja de un Sean Connery con pelo largo y con un imposible atuendo tipo bañador. La segunda película es Un taxi malva (1977), una historia preciosa de amistad y almas solitarias refugiadas en la campiña irlandesa y en la que aparecían Philip Noiret, Peter Ustinov y Fred Astaire.

Y sobre todo, la tercera, claro, El portero de noche (1974), morbosa historia sadomasoquista entre una víctima de los campos nazis, Lucía (la Rampling) y su antiguo torturador, el SS Max (Dirk Bogarde), que en su momento hasta pareció una bonita historia de amor. En esa película la actriz aparecía en flash back completamente desnuda mientras Max la filmaba y luego le disparaba con su Luger —jugando a no darle— entre lo que parecían las ruinas de un crematorio; vamos puro amor adolescente. Eran escenas muy arriesgadas para una actriz entonces (desnudo frontal) y Charlotte Rampling mostraba ese desapego, casi abandono, de su cuerpo y su imagen que siempre ha reivindicado para el oficio y que es una de las razones seguramente de su magnetismo en pantalla junto con su planta de chica bien, casi aristocrática, haciendo cosas raritas.

De El portero de noche, de Liliana Cavani, hay muchas imágenes que nunca olvidaremos, como la escena en que canta a lo Marlene Dietrich ante los SS y envuelta en un humo sospechosísimo Wenn ich mir was wünschen durfte con la gorra de la calavera y los tirantes sobre, de nuevo, el pecho desnudo (una gran reivindicación de la chica plana). Pero, por encima de todo, hay una que sintetiza la personalidad actoral de la Rampling. Hacia el final cuando Max y Lucía están encerrados en el piso de éste acorralados por los viejos camaradas nazis del primero y se mueren de hambre, ella, encadenada, retrocede a un estado casi animal y acaba rivalizando con el gato de la casa. La imagen de la Rampling felina maullando y bufando, con esos ojos que según la luz oscilan del gris al verde, lamiendo los restos de un pote de mermelada es de las más perturbadoras de su carrera. No era la primera vez que la actriz interpretaba a una víctima de los campos nazis. Lo hizo antes (1969) en La caída de los dioses, de Visconti, donde Bogarde ya la denominó "La Mirada".

Tessa Charlotte Rampling, a la que llamaban familiarmente Charley, es hija de un "impenetrable e incuestionable", según la actriz, coronel de la Artillería Real del ejército británico, Godfrey Lionel Rampling, quien además era atleta olímpico: participó en los Juegos de 1932 y 1936 y ganó una medalla de oro en atletismo (relevos 400 metros) en estos últimos, que recibió de manos del mismísimo Hitler. El padre de Godfrey, también militar, había muerto en Basora en la Gran Guerra. Y su hermano, el tío de Charlotte, cayó abatido en la II Guerra Mundial a los mandos de un Lancaster. La madre de la actriz, Isabel Ann Gurteen, pertenecía a una familia acomodada y era una mujer romántica ("mariposa de día y princesa de noche", la define su hija), que se enamoró del que sería su marido a los 12 años. Ambos, padre y madre, murieron a avanzada edad, él ya centenario y tras confesarle que, vaya, también le hubiera gustado ser actor.

En cambio, la única hermana de Charlotte, Sarah, dos años mayor que ella, y de personalidad delicada y compleja, falleció joven, en Buenos Aires, el 14 de febrero de 1967, tras haber dado a luz prematuramente a un bebé. Vivía en Argentina, donde se había casado con un rico ganadero una semana después de conocerlo, boda de la que la familia de ella se enteró por los periódicos. Charlotte no supo sino mucho después, por boca de su padre, que Sarah en realidad se había suicidado (a la madre nunca se lo dijeron). Ese hecho la ha atormentado toda su vida hasta que, ya una mujer madura, ha podido hacer las paces con el pasado.

Sarah y ella eran uña y carne. Juntas se escaparon una vez a Picadilly para hacer una prueba como coristas. Pero el padre las encontró. Charlotte, pese a ser la menor, actuaba como la guardiana de su compleja hermana. Entre ellas hablaban en francés, su "idioma secreto", y organizaban "conciertos" en los que se desarrolló la temprana vocación actoral de Charlotte. 

Escándalos, infidelidades y sufrimiento.

¿TRÍO? Se ha hablado de que su primer matrimonio (1972-1976) con Bryan Southcombe, tuvo formato de trío (con el modelo Randall Laurence), aunque ella asegura que simplemente compartían los tres un apartamento. Tuvieron un hijo, Barnaby, que se convirtió en un exitoso director de televisión. Se divorciaron en 1976.

ESCÁNDALO. En 1978 se casó buscando oxígeno con Jean Michel Jarre y tuvo su segundo hijo, David Jarre, que es mago y cantante. El matrimonio se deshizo en 1997 cuando ella se enteró a través de medios de comunicación sensacionalistas de las relaciones de Jarre con otras mujeres; tuvo un ataque de nervios.

VIUDA. La siguiente pareja de Rampling fue Jean Noël Tassez, un magnate francés de las comunicaciones, fallecido en 2015.

VIDA. "Quería tener una vida sin sufrimiento, alejarme del caos y la desesperación que me acompañaron de joven. Siempre he querido ser independiente. Estamos solos, aunque la soledad compartida es algo excepcional. El amor es la fuente de la vida. Estamos solos, pero acompañados de otras personas, que también están solas. Eso es a lo que yo llamo amor adulto".

MUERTE. "Vivimos bien porque sabemos que un día moriremos".

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Rampling recibió elogios por su papel en 45 years. Foto: Archivo El País

NOMBRES El Mercurio/GDA

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