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El champagne es cada vez más global

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copas champagne

GASTRONOMÍA

Por primera vez en un siglo, se vendió más champagne fuera de Francia que en su país de origen.Los consumos de una bebida con historia.

Por primera vez en un siglo, el año pasado se bebió más champagne fuera de Francia que en el país donde se elabora. Y la tendencia de los últimos años es que la bebida francesa encuentra nuevos paladares en mercados cada vez más lejanos.

En total, el año pasado se vendieron más de 300 millones de botellas del vino en todo el mundo, y más de la mitad de todo el champagne que se comercializa a nivel global proviene de las 34.000 hectáreas de viña de la región que le da el nombre a la bebida: la provincia de Champagne, compuesta de cinco condados y que queda a aproximadamente 150 kilómetros al Noreste de París.

provincia de Champagne, Francia
Foto: Commons

Una importante razón por la cual las ventas bajaron en Francia fue la movilización de los “chalecos amarillos” desde noviembre. Las protestas contra las políticas del gobierno de Emmanuel Macron coparon las calles de París y otras ciudades y dificultaron la distribución de la bebida en el peor momento: los tres últimos meses del año, que suponen la mitad del consumo total. Y eso que los franceses brindaron de lo lindo con champagne cuando Francia triunfó en el Mundial de Fútbol de 2018 en Rusia. A raíz de esa victoria, se vendieron unas 300.000 botellas más de las que normalmente se comercializan en Francia por año.

Pero ¿quiénes son los más afectos al vino con burbujas luego de los franceses? Los ingleses. El Reino Unido es el segundo mercado de la bebida y hace tanto que el champagne es popular en Gran Bretaña que hasta su máximo agente secreto lo pide en las películas. La primera vez que James Bond pidió champagne para beber fue en 1973, en la película Vive y deja morir (en ese entonces, Bond era interpretado por el actor Roger Moore). Y el vínculo entre la bebida y el agente continúa: hace poco se anunció que la marca exclusiva de la franquicia cinematográfica, Bollinger, lanzará una edición especial de Bollinger R.D., la variante de lujo que toma el Agente 007.

Llamada R.D. 25 (bautizada así porque la próxima película será la vigésimoquinta de Bond), la edición limitada de Bollinger R.D. —que en su versión más corriente cuesta unos 250 dólares la botella— tendrá una versión vintage y otra más juvenil. La edición será tan limitada que solo habrá 120 botellas de R.D. 25 para cada uno de sus targets.

Estados Unidos también es un gran mercado para la típica bebida francesa, pero los expertos dicen que el futuro, cuándo no, está en Asia. Pero no solo en China. En Japón, por ejemplo, el consumo de champagne ha crecido durante nueve años consecutivos, y un experto calificó al mercado nipón de “milagroso”. En parte porque la economía de Japón ya no crece a las tasas que solía hacerlo, y también porque su población está envejeciendo.

En cuanto a China, el champagne es cada vez más popular, como también lo es en Hong Kong y Taiwán. Aún así, el gigante asiático no es la única gran promesa para quienes cultivan los viñedos de los cuales proviene el espumante. También en Corea del Sur y Tailandia hay sed de champagne. En América Latina, por ahora, se está bastante lejos de los números que representan los mercados asiáticos. En México, por ejemplo (el mercado más grande en América Latina), se vendieron menos de de dos millones de botellas.

Si la excepción se convierte en tendencia y el champagne pasa a ser una bebida más consumida fuera de Francia que dentro de ella, cabe preguntarse cuánto tiempo más se podrán mantener las estrictas normas que regulan su elaboración y comercialización. O —en su defecto— cuánto importará que la botella lleve el sello de autenticidad y distinción.

Para que pueda llamarse “champagne”, la bebida solo admite ser elaborada con tres tipos de uva (Chardonnay, Pinot Noir y Pinot Meunier), tiene que hacerse con el método “champenoise” (una segunda fermentación dentro de la botella para su propia carbonatación) y tiene que provenir de la zona ya mencionada.

¿Será Francia capaz de mantener intactas las tradiciones que se amalgamaron en el trago transparente y burbujeante ante los vaivenes de la globalización? Solo el tiempo lo dirá, pero la bebida está tan imbricada en la sensación de identidad francesa que tiene con qué defenderse.

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