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Carta al presi

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Querido Taba, ya sé que no me vas a dar bola, que soy un cero a la “derecha” para ti, pero no puedo menos que incomodarte en estos tiempos difíciles.

Resulta que me estoy encontrando un montón de laburantes de clase media que empiezan a ladrar contra ti las veinticuatro horas. ¡Están que vuelan! Eran amigos míos pero un día los sedujiste con tu carisma, jopo a lo James Dean y todo eso que tenías (el peluquero tuyo es Gardel, aún hoy).
Lo que pasa, ahora, es que toda esa barra anda caliente. Posta (los de la oposición creen que son ellos los que te empujaron allí y los pobres son Lassie con tres paquetes de maruja peperil y caramelitos de miel de los abuelos).
Yo ya no sé qué decirles a todos estos ciudadanos enojados. Que el Fonasa, que el IRPF, que los costos del supermercado, que el IVA (por supuesto los degenerados de los profesionales siempre pidiendo demás con el asunto del Fondo de Solidaridad, el adicional, el hijo del adicional y todas esas minucias). ¡Todos en la dura Taba! ¿Y sabés qué es lo peor? Que se llena el teléfono móvil de videitos tuyos con mil formas de relajarte. Tendrías que pensar en suprimir la telefonía móvil porque esto es espantoso (censura no sería, defensa de la institucionalidad). No hay grupo de WhatsApp que no tenga alguna realización virulenta y antipatriótica (Marito Baracus prepara algo, ojo). Mirá que estoy clarito.
Vos sos caudillo Taba, sos de la escuela de los Trasante (solo para memoriosos), onda Rocky V, metés y metés, pero si no renovás el equipo sos boleta. ¡Se cae la murga gerontocrática! Te lo dice un gil. La mitad están pensando en jubilarse (mucho problema de próstata en ese gabinete). Otro cacho piensa en cómo no ir en cana (sí, ese y algún otro) y la barrita más culta se fue para casa (Filgueiras y Mir). Te queda el viejo Pepe, que mientras planta semillas en su chacra está todo el día carburando cómo joderte a vos y a los partidos tradicionales. El viejo no te quiere nada —ya lo sabés— pero ustedes son como Batman y Robin: no te queda otro para salir de la Baticueva.
Te paso un pique: invitalo a cenar al viejo con Lu en el Prado. Decile a María Auxiliadora que haga unos ravioles blanditos (por los dientes de los Mujica) y le tirás onda. Esa noche no le hablás de política. Cero. El viejo vuelve a la chacra sin entender qué milanga querías. ¡Lo desconcertás! Lo citás, luego, otro atardecer, para ir a pescar algo. Allí, tampoco le hablás de nada. Cero bola. ¡El viejo enloquece y alucina! ¡No entiende esa lógica! Con dos movidas de esas lo desacomodás y un día, de sopetón, te le caés en su chacra-mansión con tu short Patterson (¡caés con las rodillas al aire!) Y ahí mismo te lo trenzás. Le decís que se están yendo al carajo, que se está pudriendo todo, que los blancos ya le están hablando a las secretarias y que si él no rema contigo terminan todos haciendo dedo en la Interbalnearia General Seregni. Te prometo que el viejo al final se deja de joder y muerde el polvo. ¡No es boludo che! Allí mismo, al toque, lo llamás a Danilo —que es como el escribano de familia de ustedes— y sale foto de los tres pescando un Surubí “blanco”. ¿No me digas que no está bien pensada la movida?
La semana inmediata al encuentro con Pepe te hacés el misterioso con la prensa. Batís que se habló de “cosas” con el Pepe que no podés contar (hablá con los que comiste “tapas” en Europa). El Pepe sigue la truchez. Con eso ganás un año más hasta que aparezca algún manguito de un nuevo endeudamiento y UPM que tendría que salir (ofrecé servicio de mucama para los laburantes, Andrade te la lleva, es un rusito vivo.)
Y no te compliques más. A Marita mandala a Australia de embajadora con los canguros, a Bonomi ponelo a dieta que va a reventar del stress, a Roballo decile que tome Speed y a la divina Jara ponela en los noticieros hablando de lo que se le cante. Y así va la cosa, es esa mago. Al resto lo de siempre: cero bola a la gilada. Eso te sale bárbaro. ¡Hasta la victoria siempre!

cabeza de turcoWASHINGTON ABDALA

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