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Brujas, una ciudad que encanta con su historia

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El Markt es la plaza principal de Brujas y el punto más concurrido de la ciudad.

La ciudad que nació como puerto y centro comercial en el siglo XI hoy es uno de los principales polos turísticos de Bélgica. Apodada “la Venecia del Norte”, sus calles desbordan energía y belleza.

Mi padre, Isaac, nació en Bélgica, pero la Segunda Guerra Mundial lo obligó a abandonar el país a los nueve meses. Junto a su madre y sus dos hermanos mayores cruzó el océano Atlántico en un barco de la Cruz Roja. Recién comenzaba el año 1940. Ya de adulto, volvió varias veces al país de sus orígenes, sobre todo a visitar a la familia que todavía vive en la región. A mí, en cambio, me tomó algo más de 40 años llegar hasta allí.

Y, en realidad, mi aterrizaje en Bélgica fue bastante casual. Un invitación de trabajó me llevo hasta Bruselas, capital de la Unión Europea y por esos días sede de un festival gastronómico. La curiosidad hizo el resto. Rodeado de dos grandes como Francia y Alemania, el pequeño país no está entre los destinos más populares de Europa, mucho menos entre el público latinoamericano, que en general prefiere un tour clásico por las ciudades más famosas del viejo continente. Sin embargo, Bélgica guarda un pequeño tesoro que hace que muchos viajeros desvíen su recorrido al menos por 24 horas. Es Brujas, la ciudad fundada en el siglo XI y famosa por sus encajes, sus cervezas y sus canales, que no en vano le han valido el apodo de "la Venecia del Norte".

A Brujas se puede llegar en auto, pero el medio de transporte más popular es, sin lugar a dudas, el tren. Desde Bruselas, pero también desde casi cualquier capital de Europa, hay varias frecuencias al día. Es sábado y la estación Midi de Bruselas parece una romería. Las largas filas impiden vislumbrar las boleterías y las máquinas dispensadoras. Al entrar al inmenso hall, parece que toda esa gente quisiera ir a Brujas. Según la línea y el destino final, el recorrido Bruselas-Brujas dura poco más de una hora y cuesta alrededor de 28 euros ida y vuelta.

El tren va repleto, con gente sentada en los escalones del vagón esperando ansiosa que alguien descienda. Mirando por la ventanilla, el paisaje no es muy interesante ni muy diferente al que ofrece Uruguay: campo, algunos animales, más campo, alguna casa. Las estaciones que aparecen a medio camino se suceden sin pena ni gloria. En la terminal de Brujas, en cambio, el tren queda vacío y el andén repleto.

Aun sin mapa ni guía, es fácil adivinar el camino. Basta cruzar la calle y seguir el río de gente para quedar envuelto en la atmósfera medieval de la ciudad. Brugge, como se la conoce en flamenco (su idioma oficial), es la capital de la región de Flandes Occidental y se encuentra comunicada mediante una gran red de canales al río Zwing, lo que le vale la comparación con Venecia y buena parte de su fama. El centro histórico, foco de interés de la mayoría de los turistas, es pequeño y abarcable en un solo día, aunque los sitios especializados suelen recomendar una estadía mínima de 48 horas.

A cielo abierto.

Aunque hay quienes prefieren la bicicleta o incluso las patinetas eléctricas, Brujas es una ciudad para recorrer a pie. Sus calles, empedradas la mayoría, son angostas, desembocan unas en otras y llevan al visitante a perderse entre curvas y círculos concéntricos. También resultan un desafío para la vista, obligada a "barrer" de suelo a cielo para lograr admirar cisnes, faroles, molduras, techos y campanarios. Según algunos belgas, hace tiempo que Brujas dejó de ser una ciudad real para pasar a ser una mera puesta en escena para turistas. "Ya nadie vive allí, las casas están vacías", advierten. Incluso llegan a recomendar excluirla del paseo y sustituirla por Gante, capital de Flandes Oriental y a medio camino entre Brujas y Bruselas.

A juzgar por la cantidad de personas que hay por metro cuadrado, parece que esta sugerencia no llega a oídos de muchos. En la parte más céntrica incluso es difícil caminar sin pechar o ser pechado. En los puestos de papas fritas y waffles, dos de las opciones gastronómicas más típicas y turísticas del lugar, hay largas filas. Y al mediodía, si el tiempo lo permite, en las terrazas de restaurantes, bares y cafés no queda ni una sola mesa libre. Por lo menos a fines del verano, cuando me tocó recorrer esta ciudad que creció a impulso de la industria de la lana, los visitantes eligen las propuestas a cielo abierto más que los museos.

De todos modos, hay paseos que son ineludibles, esos que toda buena guía del viajero que se precie de tal advierte que "no puede decir que ha visitado Brujas si no…". El caso emblema es el Belfort (campanario), separado del piso por 366 escalones u 83 metros de altura. La subida implica un esfuerzo, pero desde la cima se puede disfrutar una increíble vista de la ciudad. Aquí es donde se encuentra el carillón de Brujas que en 2014, al igual que los demás en Bélgica, fue reconocido por la Unesco como patrimonio cultural inmaterial mundial.

Al bajar, uno está en la mismísima plaza del mercado, el Markt, el punto más turístico de la ciudad. A lo largo del perímetro de esta hermosa explanada hay varios restaurantes, cuyas marquesinas y toldos definitivamente no están a la altura de lo magníficas que son las fachadas. Sobre las esquinas, los carritos de papas fritas ofrecen un calórico tentempié por pocos euros. También en la plaza se encuentra Historium, una atracción que propone transportarse en el tiempo hasta la Brujas medieval.

En esta zona, a los peatones de siempre se suman los carruajes de caballos, elegidos por muchas parejas y familias como el vehículo para recorrer la ciudad. La propuesta es tentadora y su estética no desentona con el entorno, pero no es apta para todos los bolsillos: cuesta unos 40 euros la media hora (con capacidad para cinco personas).

El Markt también puede oficiar como el "kilómetro cero" para visitar las principales calles comerciales (Steenstraat y Geldmunstraat/Noordzandstraat), con sus tiendas de ropa, chocolaterías, cervecerías y casas de souvenirs. De hecho, llama la atención como un lugar tan pequeño (viven 117 mil personas) alberga tantas tiendas de ropa, con cadenas como Mango, H&M y Zara, siempre desbordadas de gente.

Tradiciones.

Aunque en todas las ciudades belgas venden piezas de encaje, el original está en Brujas. El de Bruselas, advierten desde los órganos oficiales de turismo, es "made in China", por lo cual no vale la pena desembolsar en ello ni un euro. En contrapartida, Brugge y el encaje están vinculados desde tiempos inmemoriales. En una época, cuenta la leyenda, hasta la cuarta parte de las mujeres de la ciudad se dedicaban a esta tarea. Y aún hoy, aunque cada vez menos, se puede ver a las "encajeras" en acción en algunas de las tiendas más tradicionales.

Obviamente, en Brujas también está el Centro del Encaje, un museo que en 2014 se incorporó a la escuela de las hermanas apostolinas. Dividido en varias plantas, en una de ellas se exhibe buena parte de su historia con instalaciones multimedia, pantallas táctiles y testimonios de expertos internacionales. Para quienes quieren más, otro piso está destinado a hacer demostraciones y talleres sobre el arte del encaje.

Brujas es una ciudad en la que las tradiciones se hacen sentir en cada esquina. En la plaza Burg, una de las más bonitas de la ciudad, está el ayuntamiento que la gobierna desde hace más de 600 años. Casi desde cualquier punto, al levantar la vista se ve la imponente torre de la Iglesia Nuestra Señora, que con sus 122 metros de altura es la segunda torre construida en ladrillo más alta del mundo. En su interior alberga la imagen de Miguel Ángel en mármol blanco La Virgen con el Niño.

Menos imponentes pero no por eso con menor encanto, en el trazado de Brujas aparecen "pequeños pueblos" que fueron levantados gracias a la caridad. Se trata de zonas residenciales medievales con fachadas en cal y pintorescos jardines, ideales para hacer una pausa. También hay un sinfín de canales y puentes que además de una abultada cuota de romanticismo elevan al lugar a la categoría de postal. El Rozenhoedkaai, o Muelle del Rosario, enlaza en campanario con los canales de Brujas y es uno de los lugares más deseados para fotografiar. El Parque Minnewater, donde originalmente atracaban los barcos cargados de mercancías, se volvió el sitio preferido por las parejas, con un lago espejado y cisnes incluidos. Entre las varias leyendas en torno a él, una dice que "minne" significa amor en neerlandés y avala que se lo conozca como Lago del Amor. Casi todos los canales de la ciudad están aptos para hacer paseos en barcos. Los precios no son elevados y, según dicen, aun los lugares más bellos de Brujas adquieren más encanto cuando se los admira desde el agua.

El Markt es la plaza principal de Brujas y el punto más concurrido de la ciudad.
El Markt es la plaza principal de Brujas y el punto más concurrido de la ciudad.
Por sus canales y puentes se ganó el apodo de "la Venecia del Norte".
Por sus canales y puentes se ganó el apodo de "la Venecia del Norte".
Una de las opciones es recorrer sus calles en carruajes tirados por caballos.
Una de las opciones es recorrer sus calles en carruajes tirados por caballos.
Por la arquitectura de sus edificios, es una de las ciudades medievales más hermosas de Europa.
Por la arquitectura de sus edificios, es una de las ciudades medievales más hermosas de Europa.

VEA LA FOTOGALERÍADaniela Bluth

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