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La brecha de autoestima entre hombres y mujeres existe y es un freno

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Reunión laboral Foto: Shutterstock
Pressmaster/Shutterstock / Pressmaster

Comportamiento

La baja autoestima es un freno en el desempeño y las iniciativas que afecta más a las mujeres, y que se construye desde la niñez.

"Cuando un pequeño se impone y toma el mando en un juego, se lo llama ‘líder’. Sin embargo, cuando una pequeña hace lo mismo, se arriesga a que la tilden de ‘mandona’: una palabra precursora a otras como ‘agresiva’, ‘enojada’ y ‘demasiado ambiciosa’, que atormentan a líderes femeninas sólidas”. Así comienza Consejos de liderazgo para niñas, una guía de la campaña Ban Bossy (en español “prohibe mandona”), lanzada en 2014 por la organización Lean In y las Niñas Exploradoras de los Estados Unidos.

La brecha de género no es novedad. Hay, en las causas, algo cultural que aunque en algunos hechos ha cambiado —el acceso al mundo laboral y a la educación no siempre fue el mismo, está claro—, en otros se mantiene. Como en la concepción detrás de la palabra “mandona” que, dice el informe de Ban Bossy, al llamar así a las niñas se las disuade del liderazgo, porque se les genera el temor a ser juzgadas, a no agradar o a “parecer tontas”. Luego las niñas crecen y los miedos son un obstáculo para el mundo adulto.

En The Confidence Code (“El código de la confianza”, 2014) y un consecuente ensayo en la revista The Atlantic, las periodistas estadounidenses Katty Kay y Claire Shipman analizaron un fenómeno que observaron entrevistando mujeres de poder a lo largo de su carrera, y que incluso lo vieron reflejado en sus propias actitudes: la baja confianza en sí mismas que tenían las mujeres.

“Para nuestra sorpresa, mientras hablábamos con mujeres, docenas de ellas logradas y acreditadas, nos topamos con un punto oscuro que no pudimos identificar del todo, una fuerza que claramente las frenaba. ¿Por qué una mujer exitosa en la banca de inversión dijo que realmente no merecía la gran promoción que acababa de recibir? ¿Qué significó cuando la ingeniera pionera en su industria durante décadas mencionó por casualidad que no estaba segura de ser realmente la mejor opción para ejecutar el nuevo gran proyecto de su empresa?”, plantearon en The Atlantic.

El tema resurgió este año cuando la psicóloga Lisa Damour publicó una columna en The New York Times bajo el título ¿Por qué las niñas superan a los niños en la escuela, pero pierden en la oficina?

Allí, Damour planteó que como psicóloga que trabaja con adolescentes escucha muy seguido la preocupación de los padres porque los varones hacen lo suficiente para quitarse las responsabilidades y a los adultos de encima. Pero las niñas se “esfuerzan incansablemente”, no quieren dejar margen de error y buscan alcanzar la perfección, para entonces sentirse seguras en sus tareas.

“Tener éxito en la escuela con un esfuerzo mínimo o moderado es potencialmente fundamental. Podría ayudar a nuestros hijos a desarrollar confianza, al ver todo lo que pueden lograr solo con su ingenio. Para ellos, la escuela funciona como una pista de pruebas en la que desarrollan seguridad en sus capacidades y se sienten cada vez más cómodos confiando en ellas. Nuestras hijas, por otro lado, podrían perder la oportunidad de adquirir confianza en sus capacidades si confían únicamente en el arduo empeño intelectual”, afirma la especialista.

Las presiones están en todos, niñas y niños. Sin embargo, la formación sobre lo que es ser una y lo que es ser el otro juega en la conformación de la autoconfianza. Ahí sí hay diferencias.

Moldear la autoestima al crecer

La autoestima y la autoconfianza deben trabajarse desde la niñez. En tanto, se da por hecho que un niño o una niña confía en sí mismo, por lo que el diálogo al respecto no es recurrente entre los adultos y los más jóvenes.

Así lo afirma unainvestigación de 2018 que se hizo como sustento para la campaña de la marca de cosméticos Dove sobre la belleza real: solo tres de cada diez niñas y adolescentes uruguayas de entre 10 y 17 años pudieron responder que tienen una autoestima alta, pero la mayoría de los padres encuestados sobreestimaba el amor propio de sus hijas.

“Lo esperanzador era que aquellas chicas que efectivamente hablaron con sus padres —eran las que recibían hostigamiento en forma reiterada— se sintieron apoyadas y pudieron manejar la situación”, explicó a Revista Domingo Ana Laura Gudynas, una de las coordinadora de la investigación. Aunque la investigación se centró en la belleza, la autoestima que más preocupa a las niñas y adolescentes (ver recuadro), también se encontró falta de confianza a nivel académico y un efecto negativo de las inseguridades a la hora de relacionarse con sus pares.

La belleza física sigue pesando más

Para la investigación que encargó la marca Dove a la consultura idRetail se utilizó un modelo teórico que divide al autoestima en cinco dimensiones: académica, ética, física, social y familiar afectiva. Aunque al principio de las entrevistas aparecía el discurso políticamente correcto de al belleza interior, para las chicas del estudio —15 entrevistas en profundidad, 12 grupos de discusión y 400 encuestas a jóvenes y sus padres— la autoestima física era la más importante. Al tener una autoestima física más bien débil, también se ve afectado su desenvolvimiento en lo social, lo afectivo, y lo académico. Que se quieran, que les guste mirarse en un espejo y que se sientan buenas, eficientes, suficientes eran ingredientes fundamentales para sumarse a encuentros sociales con sus pares.

El contexto en el que crecieron las afectaba mucho, al punto que “las chicas que se consideraban inteligentes tenían un autoestima superior, pero las que se lograban definir como atractivas o lindas tenían un promedio de autoestima aún más alto”, explicó Ana Gudynas, coordinadora del equipo. El estudio también destaca que con Instagram los estereotipos de belleza se profundizaron y se miden en “Me gusta” y por los ángulos de las fotos.

Por su parte, el estudio de Ban Bossy reveló que en las escuelas secundarias hay un 25% menos de probabilidades de que las niñas se animen a hablar o se adelanten para realizar alguna obra. Lo preocupante según ese estudio es que las cualidades de líder que puedan adquirir en esa etapa son imprescindibles para después.

Al respecto Rachel Simons, cofundadora del Instituto de Liderazgo para Niñas, escribió: “Nadie se despierta mágicamente sabiendo cómo ser una líder o dar un paso al frente (...) es importante recordar que estas habilidades requieren práctica”. En vista de esto, recomiendan a las niñas a animarse a decir lo que piensan así tengan dudas, a que dejen de disculparse antes de hablar, a que se desafíen a ellas mismas, que pidan ayuda, que no hagan el trabajo de los demás y a que confíen en su voz interior. Una autoestima fuerte es necesaria.

Consultada para la nota, la psicóloga uruguaya Leticia Brando, organizadora del Congreso sobre Autoestima y Liderazgo, explicó que para ser un buen líder la seguridad en uno mismo es fundamental, y que hay que lograr un equilibrio entre una buena autoestima y el ego. “Es verdad que el ego hace mucho bien a la hora de emprender, pero la autoestima es la que permite estabilidad en los momentos más críticos”.

Pero además de ser importante en la cancha, la autoestima termina por ser un impulso para entrar a cargos altos y para una negociación salarial. De lo contrario, puede ser un freno.

Un obstáculo para el mundo laboral

Si bien el reporte del Banco de Desarrollo de América Latina-CAF dice que Uruguay mejora con respecto al resto de América Latina, la brecha salarial por género supera el 20 por ciento (y aumenta a mayor nivel educativo). Además, el Reporte Nacional de Uruguay del Global Entrepreneurship Monitor 2018 indica que el emprendimiento femenino subió un punto respecto al año anterior y la brecha en ese sentido disminuyó, pero la distancia es de siete puntos con ventaja para ellos. Esa tendencia no es ajena al resto del hemisferio.

Cuando Katty Kay y Claire Shipman investigaron, se encontraron con que a la hora de negociar sus salarios o de presentarse a puestos de trabajos altos las mujeres se frenaban o partían de aspiraciones menores a la de los hombres. Citaron, por ejemplo, una investigación de Reino Unido de 2011 que, luego de encuestar a gerentes británicos, supieron que la mitad de las mujeres consultadas informaron dudas sobre su desempeño laboral y sus carreras, en comparación con menos de un tercio de los hombres. Investigaciones internacionales sobre esa línea hay muchas. Ejemplos locales, dice la psicóloga Brando, ve en todos lados.

La autoestima es un límite que, aunque presente en todos, afecta más a las mujeres. En su mundo ideal, la psicóloga se imagina que se trabaje el amor propio en los programas educativos. Sobre todo mirando Uruguay, donde de por sí la idiosincrasia dice que creérsela no está bien visto, cuando en realidad y en medida justa “es necesario”.

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