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La Bolsa, el silencioso testigo de Rincón y Misiones

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La Bolsa de Valores en sus tiempos de esplendor, con los brokers en acción.

La actividad de la Bolsa de Valores es mínima y paradojalmente ello la pone a salvo de las gigantescas turbulencias que sacuden al mundo. Un gigante que pelea por sobrevivir

En las minas de carbón los operarios llevaban un canario en su jaula para alertarlos sobre gases tóxicos. La extrema sensibilidad de las aves era capaz de advertir mucho antes que los mineros el peligro de las emanaciones. Del mismo modo las bolsas de valores son en el mundo de las finanzas las primeras en detectar el peligro. Algo de eso está ocurriendo con la pandemia de coronavirus donde, además del impacto sobre la salud humana, la consecuencia directa se hizo sentir en las principales bolsas.

En la esquina de Rincón y Misiones, el corazón de la City montevideana, se levanta un emblemático edificio. Se trata de una de las instituciones más antiguas del país -ha cumplido 153 años-, aunque ya no es ni la sombra de lo que fue en sus momentos de esplendor. En buena medida la Bolsa de Valores de Montevideo fue una de las principales víctimas de la crisis económica de 2002. Desde entonces y, sobre todo en los últimos años, su actividad ha ido disminuyendo casi a cero.

El edificio que fue inaugurado el 18 de julio de 1940 no se destaca por su belleza arquitectónica. Hijo del modernismo racionalista que imperaba en la época, su estructura ha pasado a formar parte inequívoca del perfil de la Ciudad Vieja.

El gran anfiteatro donde tenía lugar la rueda de operaciones de la Bolsa permanece intacto. La enorme pizarra que fue reconvertida en pantalla electrónica durante los últimos años permanece igual, pero en desuso. Debajo de la pantalla también persiste la antigua pizarra donde los operadores inscribían, “a tiza”, los valores que se operaban al día.

Actualmente el gran salón se utiliza solo en eventos y charlas para los operadores del sistema financiero.

“Aquí ya no se hace nada. Esta fue la rueda física donde se hacían las operaciones; en una época había dos ruedas por día y luego hubo una rueda diaria”, reconoce Ángel Urraburu, presidente por varios periodos de la Bolsa de Valores de Montevideo, desde hace unos 15 años sociedad anónima.

La tradición bursátil está firmemente instalada en la familia de Urraburu, ya que su padre era corredor y él puede decir que prácticamente “nació” dentro del viejo edificio.

Ángel Urraburu, presidente de la Bolsa de Valores de Montevideo.
Ángel Urraburu, presidente de la Bolsa de Valores de Montevideo.

antiguo esplendor. Cuando la Bolsa tenía una actividad sostenida había dos ruedas diarias, una de 14 a 14.30 y la otra de 16.30 a 17 horas. De algún modo, la tradición del cierre de operaciones la mantienen los bancos que cesan sus operaciones a esa hora. De hecho, los bancos tienen en sus manos el mercado de valores en la actualidad.

“Venían todos los corredores, nos sentábamos o estábamos de pie y voceábamos las operaciones a voz en cuello: ‘compro’, ‘vendo’, a tal precio, a tanta cantidad y así se operaba. Se anotaba en una pizarra que había a tiza, que está ahí abajo porque no la sacamos, pero ahora es todo electrónico”, recuerda Urraburu.

La época de auge ocurrió, sin embargo, a mediados del siglo XX. Según los datos históricos de la institución, esa época dorada tuvo lugar entre 1930 y 1950, cuando operaban allí 45 empresas, algunas de las más emblemáticas como Funsa, Campomar y Soulas, Fanapel (Fábrica Nacional de Papel), Frigorífico Modelo, Rausa, entre otros gigantes de la industria nacional.

Hasta la década de 1980, el mercado bursátil tenía un crecimiento intenso y sostenido. El primer golpe lo recibió con la crisis de 1982, que supuso una recesión de la que recién pudo recuperarse con la restauración democrática de 1985.

A mediados de la década de 1990 las reglas del mercado de valores cambiaron: la regulación del Banco Central fue cada vez mayor y la operativa pasó casi definitivamente al exterior.

Pero, de algún modo, por mucho tiempo el verdadero corazón de la City estaba allí. Al punto que, recuerda Urraburu, además de los corredores que trabajaban en la plataforma central, venían muchos ilustres visitantes “a tomar un café”. Algunos distinguidos políticos fueron asiduos de la “hora del café” en Rincón y Misiones, tales como Mario y Alberto Heber, o el exvicepresidente Gonzalo Aguirre, por nombrar a algunos de los que recuerda Urraburu de sus épocas de broker.

“Algunos hacían negocios y otros no, había conversaciones políticas, económicas, había gente que venía acá que era referente en política o en finanzas”, señala.

La dinámica presencial de la operativa bursátil tenía, a juicio de Urraburu, una gran cantidad de ventajas. La transparencia era una de las principales. “La rueda física es mucho más trasparente; usted está viendo a la contraparte, sabe quién es”, insiste Urraburu. Y añade: “Cuando se hacía una operación era a los gritos, cosa de que los otros pudieran participar”.

Aunque aquellos tiempos parecen hoy lejanos, el presidente de la Bolsa mantiene vivas las esperanzas de devolverle protagonismo a la institución.

competir. A juicio de Ángel Urraburu, un mercado de valores fuerte no puede dar más que ventajas. Sobre todo para quienes tienen que recurrir a los créditos para sus emprendimientos y solo cuentan con la puerta de entrada de los bancos.

“El mercado de capitales en el país, lejos de crecer se ha ido disminuyendo. La operativa de los corredores se pasó toda al exterior, ahora los corredores compran Petrobras, Pemex, Templeton, fondos ubicados en el exterior, que operan sobre acciones del exterior, el índice Dow Jones”, explica Urraburu.

El veterano agente de bolsa cree que esto ha resultado tremendamente negativo y lo explica en pocas palabras. “Un sistema financiero en cualquier país tiene dos patas: el sistema bancario y el mercado de valores. ¿Para qué y por qué tiene dos patas? Porque compiten a la hora de financiarlo a usted que quiere producir. Si usted va al banco le van a decir: le doy dinero a tanto plazo y a tanta tasa, pero si viene al mercado de valores le voy a decir: le doy a más plazo y a una tasa, generalmente, más baja que la de los bancos”, explica con pasión.

Urraburu ha trasmitido sus preocupaciones primero a los candidatos durante los inicios de la campaña electoral y ahora a las nuevas autoridades. Su objetivo es que se dé luz verde al proyecto de creación de una Comisión Nacional de Valores integrada por todos los operadores del sistema, incluidas las Afaps, como punto de partida.

Los corredores ya no realizan operaciones desde esta plataforma.
Los corredores ya no realizan operaciones desde esta plataforma.

“Acá tiene que haber una decisión política que establezca que en Uruguay es importante que haya un mercado de capitales”, resume.

La situación de la Bolsa, entre tanto, es cada vez más compleja. Desde que reasumió la presidencia en 2017, Urraburu ha tenido que aplicar un severo programa de ajustes y recortes de gastos. Las urgencias económicas lo llevaron a tomar la decisión de vender el emblemático edificio. Pero el inmueble tiene un valor de mercado que supera ampliamente el millón de dólares y no encontró comprador.

La única contrapartida positiva de esa situación deficitaria es que la Bolsa de Montevideo permanece inmune a la crisis del Covid-19. Lo minúsculo de las operaciones la mantiene a salvo de las turbulencias globales que están sacudiendo al planeta.

“Las bolsas, los mercados, se forman por expectativas. Y las expectativas a veces están alineadas con la realidad y otras veces no”, señala Urraburu. Hoy esas expectativas parecen en línea con la realidad y son particularmente negativas.

Un edificio con mucha historia

Ángel Urraburu es presidente de la Bolsa de Valores desde 2017 luego de presidirla en varios períodos. Recuerda que al retirarse en 2011 de su mandato anterior había un total de 74 corredores; hoy son apenas 27.

En el momento de auge de la Bolsa, en la década de 1950, operaba un total de 45 empresas, entre ellas las principales industrias nacionales. En la nómina figuraban empresas como Funsa, Campomar y Soulas, Fanapel (Fábrica Nacional de Papel), Frigorífico Modelo, Rausa, entre otras.

La Bolsa de Valores de Montevideo se fundó como asociación civil sin fines de lucro en 1867. Su primera sede estuvo en Piedras y Zabala, aunque en 1928 debió mudarse a un edificio arrendado para pasar a su sede definitiva el 18 de julio de 1940, en la presidencia de Alfredo Baldomir.

El edificio es obra de los arquitectos Beltrán Arbeleche y Miguel Ángel Canale obtenida por concurso en 1936. Su concepción se inscribe en el modernismo racionalista de la época: volumen sobrio, planos simples, una monumentalidad típica de este período.

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