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"La batería es mi vida y también mi oficina"

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"El Cuarteto se aburre muy rápido de todo, por eso cambia tanto". (Foto: Fernando Ponzetto)

Baterista histórico del rock nacional, estuvo en el inicio de La Tabaré, en el mejor momento de La Trampa y lleva 32 años en el Cuarteto de Nos. Y aprendió con los Joker’s y los Gaby’s.

LEONEL GARCÍA

A pocas cuadras del Parque Rodó, entre un apartamento de un edificio de dos pisos cuya fachada no dice mucho y una de las primeras salas de preproducción y ensayo que hubo en Montevideo, transcurren los días de un hombre que, sentado en su batería, fue testigo participante de 32 años de rock nacional. Vivió su resurrección y auge postdictadura, su caída y ostracismo, su repunte, su explosión de principios de siglo y su meseta actual. Y lo hizo en bandas de pocos fieles que se volvieron masivas. Con la primera y más notoria (Cuarteto de Nos) llegó a los Grammy Latino, también fundó una segunda (La Tabaré) y a otra la dejó en su mejor momento (La Trampa). El es Alvin, el batero, siempre solo, siempre atrás...

"Acá vienen millones de personas", dice Álvaro Pintos (52) sobre su sala, Elepé. Este es un proyecto iniciado en 1984, paralelo a su carrera musical, que sirvió para parar la olla cuando el rock estaba muy lejos de lograrlo. Ahí han sonado artistas tan disímiles como Ruben Rada y Los Traidores, Rey Toro y Marama. También ahí ensaya el Cuarteto de Nos para sus recitales del 6 y 7 de mayo en el Teatro de Verano. "Cuando terminé el liceo estudié un poco de contabilidad y de electrónica y me metí en la Escuela Universitaria de Música. Esta sala combina todos esos conocimientos. Todo lo que pinché en la vida me trajo hasta acá".

Y todo comenzó en Pocitos: escuela Brasil, liceo Suárez, hasta baby fútbol en Mirador Rosado. Su hermano Ricardo, cuatro años mayor, y un amigo que vivía con ellos hicieron a su formación musical. Ellos tocaban guitarra y bajo y escuchaban Tótem, Santana, Led Zeppelin, Queen y The Beatles. A Álvaro, que prefería la música bailable tipo Village People, le gustaba golpear cosas desde chico. Primero fue un bombo legüero para hacer cosas de folclore en la escuela, luego le añadía las ollas de su madre. Apiadándose de ella, los Reyes Magos le regalaron una batería. A los 10 años tomaba clases con Arturo Barros; a los 13 actuaba en las Estudiantinas, auspiciadas por El País, Canal 12 y radio Panamericana, con su banda Mantis, rock pesado setentoso. Era el "niño prodigio" de la batería. Y luego tocó timbre Momo, en forma de Roberto Tuala, fundador de humoristas Jokers. Eso fue en 1979.

"Tuala pasó por la esquina de casa y nos escuchó tocar. ¡Nos oían en toda la cuadra! Tocó timbre y nos dijo de salir en Carnaval, hacer tablados, algo que no conocíamos. Luego nos fuimos a (parodistas) los Gabys, de Tucho Orta, con Baby Sansone como arreglador. El Carnaval era un ambiente pesado, pero para un músico resulta increíble. Tenías que tocar desde una cumbia hasta Tchaikovsky, de todo tipo de música. Fue tremenda escuela. Aunque no salí todos los años estuve hasta 1993, ya paralelo al Cuarteto".

Formar parte de proyectos paralelos de peso es constante en su vida, hasta que Uruguay le quedó chico al Cuarteto de Nos, algo que el baterista no podía ni soñar cuando los vio por primera vez.

A tres bandas.

"Grabé un disco con una banda pero la dejo. ¿Querés tomar mi lugar?". Álvaro no podía creer lo que decía su amigo y colega baterista, Leonardo Baroncini, que se iba con Los Tontos. En 1984 no cualquiera tenía un disco y el Cuarteto había grabado su debut junto con Mandrake Wolf. Lo suyo no fue amor a primera escucha: su música le pareció "una locura". Y el primer encuentro con Roberto Musso, Ricardo Musso y Santiago Tavella fue lo contrario a lo que se espera de una banda que busca notoriedad.

"Cuando me junto a ensayar con ellos me dicen: Estamos aburridos de los temas del disco, vamos a hacer otros. ¡Ni siquiera querían tocar lo que tenían grabado, lo que yo me había aprendido! Con el tiempo te das cuenta que eso es algo habitual en la vida del Cuarteto: nos aburrimos muy rápido de todo. Por eso no nos quedamos en lo viejo, siempre apuntamos a lo nuevo. Y yo entré en esa".

Como para dejar asentado su nombre dentro de la historia del rock nacional, Álvaro fue parte de la primer formación de La Tabaré Riverock Banda, grabando su disco debut, Sigue siendo rocanrol (1987), y participando de sus primeras presentaciones en El Circular. Dice que su contacto con esa banda duró hasta entrados los 90, en paralelo con los Gabys y el siempre presente Cuarteto. "Tabaré (Rivero) se enojó de que llegaba tarde a los ensayos".

La Trampa —que ensayaba en Elepé— y el Cuarteto tenían asistentes en común. Pronto compartirían también baterista. "Un día, cuando faltaba un par de semanas para que grabaran su segundo disco (Calaveras, 1997), se les reviró el batero que tenían y me pidieron que les diera una mano. Yo los temas los conocía, pero tuve que hacer un curso intensivo de The Cure (risas). Ahí me ayudó mucho la música que escuchaba con mi hermano y que hacía en Mantis. Es que con el Cuarteto hacía algo más pop, más divertido".

El doble empleo entre la Tabaré y el Cuarteto no fue muy difícil. En esa época se tocaba poco y lo poco que se tocaba era en Montevideo. "Sí se me complicó luego que estalló la popularidad de La Trampa (a partir de 2002, con la edición de Caída libre) y cuando con Raro (2006) el Cuarteto comenzó a sonar en toda Latinoamérica. Estaba en el mejor momento de mis dos bandas y tuve que consultar con la almohada: El Cuarteto son mis hermanos, La Trampa son mis amigos, ¿qué hago?. Y me decidí por mis hermanos, que estaban por realizar su primera gira por Estados Unidos". Con el grupo de Garo Arakelián y Alejandro Spuntone terminó en muy buenos términos, tanto que no descarta una reunión. "Nunca nos disolvimos, la gente todavía me para por la calle para decirme que nos juntemos".

Cambiar.

Alvin —separado, en pareja— tiene dos hijas, Natalia (22) y Agustina (15). La mayor está en Irlanda estudiando inglés y la menor va al liceo. "No sabés cómo Verónica (Piana, de Majareta Producciones) nos cuida la imagen", dice a la hora de las fotos, señal de los tiempos for export del Cuarteto de Nos, lejos de los años de "las Viejas", de Tajo y las letras irreverentes y procaces. Ha dado clases de batería en Montevideo y Buenos Aires. Entre sus alumnos se incluyen Pepe Canedo, Martín Ibarburu y Marcelo Oliveira. "La batería es mi vida y mi oficina. Yo les enseño mucho el amor a la música, que no es solo de golpear, que hay que llegar a la gente, que el ritmo es algo muy feliz".

Su labor docente se remonta a 1984, siempre a la par de Elepé y del Cuarteto. Por eso él pudo vivir de la música cuando casi nadie podía hacerlo. "Quizá en algún momento me dieron más plata la sala y las clases. Pero fue una apuesta. Hoy le puedo decir a otra generación que sí se puede vivir de la música, que para eso hay que trabajar en serio y con honestidad. Yo lo hice en una época en la que no había nada. Ahora hay una base".

—Luego de vivir tantos picos y descensos, ¿cómo lo ves hoy al rock nacional?

—Ahora está en su verdadero lugar, es parte de la cultura. El rock "salta" cada tanto, no es tan popular como lo imaginamos, en América Latina hay otros géneros que lo son más, como el folclore o el reggaetón. Pero lo bueno de los uruguayos es que, como la peleamos tanto para salir, cuando uno se despega realmente resalta.

Extraña a Riki Musso, que dejó la banda en 2009 ("Sigo siendo su amigo. Habla muy bien de él que se haya bajado de algo que no le gustaba, aunque económicamente le hubiera servido") y se ríe de quienes dicen que prefieren al Cuarteto "más viejo" ("Le preguntás por una época que les guste y te dicen: La de Raro"). No extraña aquellos tiempos. "Para mí, todo es cambio. Siempre fuimos una banda diferente, que cambió todo el tiempo. No seguimos una fórmula. Cuando tenemos ganas de tocar temas como Bo cartero (del disco Otra Navidad en las trincheras de 1994, todavía el más vendido de la historia del rock nacional), lo hacemos. A los que les gustábamos de antes igual nos van a ver porque siempre tenemos referencia a las viejas épocas. Saben que nuestro éxito fue fruto de años de trabajo. Quizá a algunos no les gusta lo que hacemos ahora pero sí les gusta que nos vaya bien. Eso te dicen. Y eso te llega".

SUS COSAS

UN BATERISTA

Su favorito en su instrumento es Dave Weckl, un virtuoso en su propia banda, la de Chick Corea y la de Michel Camilo. "Y eso que es de la otra rama de bateristas, la de los solistas". Álvaro, en cambio, es de los que prefiere estar al servicio de la canción. Otro referente es Gustavo Etchenique, exprofesor suyo.

UNA CIUDAD

La respuesta de Álvaro Pintos es: Madrid. La conoció ya de grande, durante una gira, cuando el Cuarteto de Nos se internacionalizó. "Me sentí como en casa". Con la banda recorrió toda América del Sur, México y Estados Unidos. Allí, en Nueva York, donde tocaron en Manhattan y Brooklyn, también se sintió muy a gusto. En Europa actuaron solo en España.

UN AUTO

Desde hace poco, Álvaro es el feliz propietario de un Chery Fulwin. Desde hace poco remite al robo de su anterior Chevrolet Spark. Cobró el seguro y cambió de marca. "Soy muy fanático de las cosas chinas. En la banda me joden con eso. Tenía que tener auto chino también".

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"El Cuarteto se aburre muy rápido de todo, por eso cambia tanto". (Foto: Fernando Ponzetto)

ÁLVARO PINTOS | el personaje

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