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El arte de hacerse millonario

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Es el cuarto hombre más rico de Francia, según Forbes. Foto: AFP

François Pinault, uno de los hombres más ricos de Francia, construyó desde abajo su fortuna y una de las mayores colecciones de pintura, que tendrá su museo en París.

DÉBORAH FRIEDMANN

El sueño de todo coleccionista es desaparecer detrás de sus obras de arte", ha dicho más de una vez el empresario francés François Pinault. Pero en él, al igual que otros multimillonarios que hacen de coleccionar pinturas y esculturas una pasión, el concepto de desaparecer es un poco particular: abren grandes museos donde exponer eso que tanto atesoran.

Para Pinault esa intención no es nueva. De hecho, tras intentar y no conseguir tener un centro de exhibiciones en su país, en 2006 este hombre, el cuarto más rico de Francia según Forbes —que estima su fortuna en 11,8 mil millones de dólares—, dueño del grupo Kering, que posee marcas como Yves Saint Laurent, Balenciaga o Alexander McQueen, transformó el tradicional Palazzo Grassi de Venecia en un ícono del arte contemporáneo.

Sin embargo eso no era suficiente. París era su gran cuenta pendiente, que finalmente va a saldar. Esta semana el gobierno de la capital francesa anunció oficialmente que Pinault (79), también propietario de la casa de subastas Christie´s, instalará un museo en la sede de la antigua Bolsa de Comercio, un edificio histórico ubicado entre el Louvre y el Forum de Halles, que prevé abrir en el segundo semestre de 2018. La reforma, al igual que en su centro de Venecia, estará a cargo del arquitecto japonés Tadao Ando. El museo aún no tiene nombre pero sí espíritu: "Quiero contribuir al brillo de París de manera original", resumió el empresario, propietario de unas 4.000 obras de arte, quien ha llegado a ser catalogado como la persona más poderosa de este mercado.

Mojones.

Nacido en Trévérien, un pueblo de 900 habitantes en la frontera con Normandía, Pinault vivió su infancia en un "entorno modesto" de una "región ruda", donde el arte no formaba parte de lo cotidiano. "En cierta forma, los bosques bretones, sus costas, sus paisajes graníticos han agudizado mi sensibilidad hacia lo extraordinario", señaló a la publicación española Fuera de serie, en una de las pocas entrevistas que ha brindado.

Sus padres, agricultores de profesión, hicieron el esfuerzo de enviarlo a un internado religioso repleto de chicos que se burlaban de su procedencia campesina, una decisión que fue perjudicial al corto plazo —lo abandonó debido al hostigamiento— pero que le daría la fuerza necesaria para convertirse en lo que vino después. "Lo que estudiábamos no me interesaba en absoluto, de modo que me fui a trabajar con mi padre. En realidad quería vengarme de todos aquellos que me habían humillado en el internado, así que volví a casa con una gran determinación, decidido a hacer algo grande en la vida".

Comenzó a trabajar en la industria de la madera como comerciante y tras casarse con la hija de un antiguo jefe se hizo con el control de una empresa de compra-venta de leña. "Seguramente sea el único dirigente de una gran empresa que sabe talar un árbol", comentó una vez. De esa pequeña firma, pasó a importar madera de Norteamérica y países nórdicos, e hizo una cadena de distribución para llegar a toda Francia sin intermediarios, relata El País de Madrid. Pudo vender esa firma en casi 50 veces su valor inicial; logró hacer más fortuna incursionando en el mercado del azúcar y a finales de los 80 comenzó a cotizar en bolsa.

Fue también por ese entonces que su interés por el arte se hizo más constante. Los negocios lo hacían viajar más, y matizaba reuniones y contratos con museos y centros de arte. Así compró la primera obra que considera "significativa" en su colección. Es una tela de Paul Sérusier que muestra una granja. "El personaje central me recordaba a mi abuela. Al principio, pensaba que la atracción era anecdótica, pero había algo más, y cuanto más la contemplaba, más descubría. Esta obra ha jugado un papel catalizador, porque después de su adquisición, mi vida ha estado jalonada de conmociones artísticas", contó a Fuera de serie.

Otro mojón fue en 1991 cuando la compra de una obra de Piet Mondrian lo "marcó profundamente". Pasó de tener una sensación de plenitud a sentir un gran vacío. Ahí se dio cuenta de que eso era solo el comienzo de esta aventura. "Entendí que la creación nunca es algo acabado, que el arte tiene un presente y que en todo momento y a lo largo del mundo, los artistas están en un continuo y apasionado proceso de creación. Y fue esto lo que me conminó a coleccionar pintura, escultura, videos, fotografías... que corresponden a culturas y sensibilidades bien diferentes".

Tanto es su interés que Pinault dice que el arte se ha convertido en su religión y aunque, según él, no es una obsesión, sí tiene bolsillos para darse los gustos. Una vez, tras contemplar durante 30 minutos una obra del escultor estadounidense Carl Andre sintió que no tenía otra opción que llevársela. Y pagó siete millones de dólares por ella.

Paralelamente, su imperio crecía. A fines de la década del 90 compró varias empresas, entre ellas las tiendas Printemps, pero fue en el mercado de lujo que encontró su lugar (y sus millones). Comenzó ese camino en 1999, cuando adquirió 44% de Gucci, arrebatándole la firma a Bernard Arnault, desde ese momento su eterno rival en lo empresarial pero también en esto de mostrar su colección al mundo. Pinault consigue ahora esta posibilidad de abrir su museo en París después de que hace dos años Arnault inaugurara el museo Louis Vuitton.

Cuando eso suceda, el gran público podrá disfrutar de algo que, según los expertos en arte, solo se encuentra en este tipo de museos: una impresionante variedad de firmas coexistiendo en un mismo espacio. Así, seguramente se exhiban obras de Andy Warhol, Mark Rothko, Jackson Pollock, Roy Lichtenstein, Jef Koons, Maurizio Cattelan, Takashi Murakami, Mark Rothk, Lucio Fontana, Damien Hirst, Pablo Picasso, Mondrian, y la lista de este artlover sigue. "Me apasiona frecuentar el arte y a los artistas. El contacto con el arte me ha llevado a cuestionarme, me ha impedido cerrarme en mis propias certidumbres, me ha incitado a rechazar el confort de lo habitual y me ha impelido a estar mucho más atento a la evolución del mundo. El interés por el arte es algo que se alimenta y nutre continuamente, y nunca deja de crecer. Entonces, sí, puede decir de mí que soy un amante del arte, o un artlover, si prefiere". Pinault dice eso con humildad. Es que si algo recuerda es lo mal que lo hicieron sentir por ser pobre y distinto. "Me desagrada mucho la gente que por tener una buena posición socioeconómica se siente superior. No he olvidado aquella herida, pero nunca he dejado que me desestabilice: soy yo quien traza mi propio camino".

UN HIJO TAMBIÉN FAMOSO.

Casado con Salma Hayek; tiene un hijo de Linda Evangelista.

"Es el marido de Salma Hayek", suele ser la primera reacción cuando se nombra a François Pinault. Es que con el mismo nombre que su padre, y encargado desde hace años de comandar el imperio de lujo que construyó, el hijo es mundialmente conocido por este matrimonio con la actriz mexicana. Pero el tema va más allá: Pinault es también el padre de Agustín, un niño que la actriz Linda Evangelista tuvo en 2006. El multimillonario lo reconoció recién en 2011, cuando la canadiense interpuso una demanda por paternidad que terminó en una pensión para el niño de 40.000 euros al mes. En estos días el matrimonio estuvo nuevamente en los titulares ya que Hayek, de 49 años, dijo que consideraba volver a ser madre. La pareja tiene embriones congelados y podría recurrir a un vientre de alquiler.

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