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La argentina que está de moda

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No tuvo suerte en su país, fue a Europa y tuvo un éxito rotundo. (Foto: Google)

Fanática del arte y el cine, Mica Argañaraz se volvió la musa de los grandes diseñadores y triunfa en las pasarelas de París y Nueva York.

Las indicaciones fueron precisas: no le hables, no la mires a los ojos, no comentes la ropa. Con un traje masculino, zapatillas y un libro de Borges bajo el brazo, la modelo Mica Argañaraz entró al casting de Miu Miu y cumplió: no miró a Miuccia Prada. "Ese es mi libro favorito", la sorprendió la diseñadora señalando El libro de arena. Desde ahí, la entrevista se convirtió en una charla distendida sobre el escritor, las lecturas, la Argentina. Dos días después, Mica abría el desfile de Miu Miu. En el mundo de la moda es lo más cercano a la cima y lo que luego la posicionó frente a otras marcas como la modelo del momento. Dos semanas después la convocaban para la campaña invierno de Prada, otro hito de la moda. Era principios de 2014.

Entre la vorágine de fotos, shooting y pasarelas supo que su carrera no tenía límites. Pasaron dos años y ahora Mica Argañaraz, con 23 años, se convirtió en habitué de las grandes maisons, tapas de las mejores revistas, más de 50 desfiles por fashion week, viajes relámpago de Los Ángeles a Tokio y de Nueva York a Milán, el trajín habitual de una vida que hace pie en un departamento parisino.

Deslumbró en las pasarelas de Jean Paul Gaultier, Valentino, Dior, Chanel, Lanvin, Stella McCartney, Louis Vuitton; protagonizó campañas de Zara y H&M hasta Hugo Boss, Dior, Tom Ford, Chanel y Givenchy, y fue tapa de Vogue Japón, Alemania y París, solo por nombrar algunas revistas. Es una de las elegidas por Models.com, referente indiscutido de la industria; y es musa inspiradora de grandes diseñadores.

Así conoció el mundo una argentina que vivió hasta el año en Beccar y que luego se mudó (con papá productor agropecuario, mamá fotógrafa aficionada y tres hermanos) a vivir en un campo a siete kilómetros de San Jorge, en el partido de Laprida, donde estudió en una escuela rural. Y que cuando llegó a París para su primer trabajo, en 2013, no sabía hablar inglés ni francés.

Entonces, ¿cómo se convirtió en top model internacional? Ella asegura que nunca lo proyectó. De vuelta en Capital Federal, estaba cursando la Licenciatura de Artes en la Universidad de Buenos Aires y estudiando cine en el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales cuando buscó trabajo en el modelaje. Desde su 1.79 metros era habitual que le sugirieran probar suerte en alguna agencia. "De chica padecía ser tan alta y flaca, y no me consideraba linda. Siempre fui muy tímida, de perfil bajo. Sentí el modelaje también como una forma de aprender a pararme, de empezar a hablar con la gente, de desarrollar mi personalidad. Un desafío".

Primero le hicieron un scouting (búsqueda de modelos) en una agencia que finalmente la rechazó. Hasta que llegó al lugar justo: conoció a Lorena Ceriscioli, dueña de Lo Management, y de ahí surgió la carrera internacional y una amistad única. "Me cuidó un montón, además de ser mi manager es un ser humano hermoso, y cualquier cosa que pasa recurro a ella".

Llegó a París con una propuesta laboral de la agencia Viva. En Buenos Aires había hecho algunas pruebas con fotógrafos y algún desfile de Bafweek. No le iba muy bien, no resultaba muy diferente a la argentina promedio. "Pero cuando comencé a viajar entraba a los castings y sorprendía. Me preguntaban de dónde venía. Los argentinos somos como una ensalada del mundo, tenemos algo que nos une, pero físicamente somos muy diferentes, y ese aire exótico nos identifica".

Tímida a rabiar, le costó ganar confianza en sí misma. Hasta que lo logró e hizo un clic. "Cuando empezás a mirar a los ojos, cuando te sentís segura de vos misma el mundo responde de otra manera, tanto en lo laboral como en lo personal", cuenta. En 2013 fue a Nueva York y tuvo una temporada buena. De ahí viajó a Europa, llegó a París y le fue muy bien en los desfiles. Participó en el primero de Nicholas Ghesquière con Louis Vuitton. Luego la llamaron de Miu Miu e hizo la campaña de Prada. A partir de entonces nunca paró.

En un ambiente en el que reinan las apariencias, Mica llegaba vestida a los castings con traje y championes. No quería dar la nota, pero con su autenticidad y su aire tomboy —el toque masculino de modelos muy femeninas— conseguía llamar siempre la atención. "Me vestía como un varón, aunque me recomendaban que usara tacos, minifalda y colores, pero yo sabía que tenía un cuerpo y color de piel que me ayudaban. Mi guardarropas es básico, uso remeras lisas, rayadas, rojas. Aunque tengo un placard lleno de carteras que me regalaron diseñadores y que no uso".

—¿Y ahora cómo es tu vida?

—Empecé a shootear con los mejores fotógrafos, hacer Vogue París todos los números y de estar incluida en estas familias que se forman en Europa de diseñadores, estilistas, revistas, maquilladores. Empecé a trabajar seguido con los mejores equipos. Yo me iba haciendo amiga de ellos y no me daba cuenta de quiénes eran. Me sentaba a hablar sobre la última película que había visto con Olivier Rizzo, el estilista de Prada.

El cine es su pasión, pero no es la única. También le gusta la literatura y pinta desde niña; tiene un estudio en su casa. "Termino de trabajar y recorro las muestras de los museos. Me gusta leer mucho, desde Cortázar y Borges hasta Allen Ginsberg y Dylan Thomas. Aprovecho mucho para eso el avión, que estoy aprendiendo a disfrutar, es como tomarme el bondi para ir a trabajar. Es el momento en el que no me llega ningún mail, no tengo contacto con nadie, puedo leer y escribir, y estoy desconectada de la faz de la tierra, literalmente".

La exigencia y esa sensación de "no estar nunca en ningún lado" son los puntos negativos de su carrera. Más terrenal, también aparece el dolor de pies. Con siete cambios de zapatos por desfiles (multiplicado por los 50 que hace en cada fashion week) sufrió lesiones tan profundas que debió iniciar tratamiento con un osteópata. El momento más crítico fue luego de participar en el videoclip de Tom Ford para presentar la colección verano 2016 y luego de bailar 18 horas con stilettos altísimos. Pero también tuvo su recompensa: fue la elegida para abrir el video, donde termina bailando a los abrazos con Lady Gaga.

Aunque le sobran ganas de retomar los estudios, hoy le falta tiempo. Su sueño es estudiar Bellas Artes en París o en Central Saint Martins, en Londres. "Pero quiero ser honesta conmigo. Sé que este año será muy intenso y no me quiero llenar de cosas", admite. Mientras, disfruta de su nueva realidad. "Es impactante cuando entrás por primera vez a un desfile y te encontrás con modelos que viste en todos lados. Pero cuando las conocés, las humanizás. Incluso a los diseñadores. Los trato de igual a igual, y ellos responden muy bien a eso. Encontré mucha gente muy creativa".

—¿Cómo te llevás con la otra cara del mundo de la moda, la de las fiestas y los eventos?

—Hay cosas que tenés que hacer y otras las elegís. Hasta el Instagram influye, hay modelos que son de Instagram, con un millón de seguidores: muestran qué comen, dónde van a la noche, selfies. Y en mi cuenta no me podés seguir el rastro, aunque la agencia me pide que muestre otra imagen, que muestre salidas y fiestas. Pero intento que mis relaciones humanas y lo que hago sea honesto y real conmigo, sino me pierdo.

—¿Cuál es tu cable a tierra?

—Mirar de dónde vengo. Un día estaba en Tokio, en la punta del gran Hyatt mirando la ciudad, me vi en el espejo y me pregunté quién soy, qué estoy haciendo acá. Es una ciudad con tanta información, que me encontré conmigo misma. Pensé: ¿A dónde voy con mi vida? Me sentí mal y llamé a mi mamá y a mi papá y les dije que no estaba bien. Me sentí sola en realidad, porque es una vida muy solitaria. Tengo amigos en todos lados pero viajás sola. Te ponés también una carcaza para que no te afecte, porque no quiero convertirme en algo que no soy. Es muy efímero todo.

Viaja a Argentina cada dos años y, cada vez, se deja mimar por sus padres y por sus hermanos Milagros, Ximena y Rafael. Su abuela, quien le contaba historias en la infancia, es su principal fan. En París, en cambio, elije la soledad. "Necesito mi espacio, estoy tanto tiempo con tantas personas que necesito volver a mi casa y encontrar todo como lo dejé, y tener mi espacio para pintar, silencio, mis vinilos, mi momento". 

EN LA RUTA DE UNA MODA MÁS REAL

A Mica Argañaraz le gustan muchos diseñadores, pero admira particularmente a Demna Gvasalia (foto), de la marca Vtements y nuevo diseñador de Balenciaga. "Es parte de la nueva generación que está llegando a la moda, y también hay nuevos nombres en la fotografía de moda. Están todos buscando algo más real, menos acartonado y no tan plástico. Yo veía cosas en la pasarela con un concepto buenísimo pero a la vez pensaba que nadie podría ponérselo. La movida que veo ahora es la parte del fashion que más me gusta y quiero ser parte de eso", explica. Esa es la mirada que comparte con su novio, el fotógrafo inglés Jamie Hawkesworth. "Él hace desde documentales hasta campañas de moda. Es el mejor equilibrio que encontré. Nos conocimos trabajando y nos volvimos a encontrar en un momento de la vida en el que teníamos el mismo ritmo de vida".

El eterno femenino de una imaginativa pintora
No tuvo suerte en su país, fue a Europa y tuvo un éxito rotundo. (Foto: Google)

NOMBRESLa Nación/GDA

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