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Alba Flores, la historia detrás de Nairobi y Saray

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Alba Flores, actriz española

NOMBRES DEL DOMINGO 

Sus interpretaciones en La casa de papel y en Vis a vis, éxitos de Netflix, la transformaron en una artista reconocida en el mundo entero.

Cuando le preguntan por el éxito dice que es difícil de definir, que lo que es para uno no es para el otro y que ella todavía no sabe qué es pero que seguro no tiene que ver con la popularidad ni con la fama ni con los más de 12 millones de seguidores que tiene en Instagram. Cuando le dicen que defina qué es ser gitana, responde que es un misterio. Cuando le preguntan sobre el feminismo, ella, que le puso el cuerpo a un personaje que se transformó en un símbolo con frases que se leen en marchas de mujeres - “Empieza el matriarcado”, “la puta ama”- responde: “El signo de estos tiempos”.

Para Alba Flores, actriz española, 33 años, gitana, nieta de Lola Flores  —la cantante, la bailarina de flamenco, la actriz—, hija de Antonio —el de No dudaría—, sobrina de Lolita y de Rosario —cantantes—, el feminismo es parte de su esencia. “Está en mi educación, esta cosa de las mujeres fuertes. Es que yo me he dado cuenta ahora de que siempre he sido feminista, porque ahora está la pregunta en el aire, de si eres feminista o no, pero yo no lo sabía y lo he sido toda la vida, porque vengo de una familia muy matriarcal —dijo en una entrevista con El País en 2018— Esto del matriarcado es real, mi familia es una alianza de mujeres muy fuertes. Y luego me he ido encontrando en que el mundo no funciona así, que hay muchas mujeres que no tienen derecho a opinar y yo todo lo contrario. Siempre me ha gustado mucho hablar y opinar”.

Cuando habla del arte dice que no lo eligió para hacerse popular. La popularidad viene con su historia y también con Netflix, que transformó a La casa de papel en la serie más vista en habla hispana en la historia del streaming. Y con la serie, a Nairobi, el personaje que la volvió popular en todo el mundo, la encargada de supervisar la impresión de dinero y la fundición del oro en los atracos que sostiene la trama de las cuatro temporadas, la que dice, en primer plano y con una voz que remarca cada letra que empieza el matriarcado.

“Soy actriz porque me gusta contar historias”, dijo en una entrevista. “La popularidad es algo que me vino heredado. Estoy viendo la mejor manera y la más sana de lidiar con ello. Me siento muy halagada, pero me abruma”.

Porque además de La casa de papel está Vis a vis, que acaba de estrenar su última temporada, en la que Saray, su personaje, tendrá una colaboración que tiene como único objetivo el de cerrar la historia de un personaje que se transformó en uno de los favoritos de la serie. “Si estoy contenta de algo con Saray es que pudimos hacer un bonito arco que cuenta que las personas cambian”, dijo.

Pero detrás de Nairobi y de Saray también hay una actriz a la que le gusta actuar por el placer de la investigación, la experimentación y el encuentro.

De familia

María Dolores Flores Ruiz tenía 18 años cuando actuó por primera vez en un escenario de Jerez de la Frontera, municipio de Cádiz, donde nació. Ese fue el comienzo de la historia de una familia dedicada al arte. Conocida como Lola Flores, la actriz, cantante y bailarina de flamenco se transformó rápidamente en una artista popular y reconocida por toda España y América. Lola tuvo tres hijos: Lolita, Antonio y Rosario.

Alba Flores es la única hija de Ana Villa, productora de teatro, y Antonio, cantante y compositor. “El peso del apellido Flores es como ser de un pueblo chico. Se te acercan para decirte que conocen a tu padre, que vieron cantar a tu abuela. A veces me apetece el pueblo chico pero otras veces no”, dijo en el programa español Deforme Semanal.

Por parte de su padre Alba tiene descendencia gitana. Por eso en sus redes, sobre todo Twitter, comparte, milita y defiende todo lo que tenga que ver con los gitanos. “La historia de los gitanos es una cuenta pendiente en la sociedad española, desde mi punto de vista”, dijo en un programa de radio español. “Hay mucho desconocimiento sobre los gitanos. Y hay también 600 años de muy mala prensa. Los gitanos han tenido que hacerse muy fuertes y estar muy en la suya para poder sobrevivir. Es una lucha conjunta, los libros de historias no te lo cuentan en el colegio”.

Además de gitana, es feminista y vegetariana. Sostiene cada bandera con fuerza y las promulga desde sus redes sociales siendo consciente de que cada palabra o imagen que comparte le llega a más de 12 millones de personas como si fuese una bala que les incide de diferentes formas.

También ha dicho que de a poco empezó a darse cuenta de que había algo de su historia, de su forma de estar en el mundo que le molestaba. Fue especialmente cuando empezó a leer mucho teatro y a hacer el ejercicio de ponerse en la piel de otro. Fue también cuando empezó a viajar y a conocer otras realidades.

“Me di cuenta de que yo había vivido una vida de privilegios que tenía a costa de que en otros lugares vivieran en la miseria, de que hay algo que se llama conciencia social”. Ella, que había nacido en una familia de artistas de clase alta, que había tenido todo lo que había querido, se rompió para volver a construirse de otra manera.

Nació en Madrid en 1986 como Alba González Villa. De niña decía que no quería subirse a un escenario como su padre, su abuela o sus tías. Quería ser veterinaria o “inventora” para crear puentes colgantes y dejar de cortar árboles. Pero a los 13 años empezó a estudiar teatro y desde entonces nunca más abandonó la actuación.

Alba es actriz porque le gusta el escenario, el crujido de las tablas, la creación colectiva. Desde sus comienzos participó en obras de teatro independiente y experimental y también de obras más grandes como Luna de miel en Hiroshima o una versión libre de Sueño de una noche de verano. Tuvo, además, algunas participaciones en cine como en El Calentito, El Comisario o El Síndrome de Ulises. En 2013 fue parte de la serie de Antena3 El tiempo entre costuras que la empezó a poner en la mira del gran público español. Después vino su personaje en Cuéntame cómo pasó. Todo cambió cuando llegaron Saray y Nairobi a su vida y cuando Vis a vis y La casa de papel se transformaron en éxitos internacionales gracias a Netflix. Aunque ella sigue eligiendo y apostando al teatro -fundó La extraña, su propia compañía- sabe que esos dos personajes de los que se despidió este año son, por ahora, el punto de inflexión de su carrera, los que la llevaron al mundo entero.

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