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Aire en la pareja: ¿la llave de la buena convivencia?

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Tener espacios propios es muy importante, según expertos.

Defensores de la individualidad y el espacio propio en la vida de a dos, cada vez son más los que innovan en tácticas para oxigenar la relación. Una estrategia que muchos expertos recomiendan.

El arreglo es así: él se va cuatro días en moto con sus amigos y ella se queda al cuidado de las hijas, pero con la libertad de cambiar de casa o hacerse también alguna escapada. Damián Koirach, técnico electrónico de 36 años, explica, un poco en serio, un poco en broma, que ese ritual que repite cada dos o tres meses "es el secreto de la felicidad en pareja". De hecho, Damián hoy está montado en su enduro rumbo hacia San Luis con un grupo de amigos fanáticos como él de las travesías en moto... y cultores de la filosofía de la oxigenación conyugal.

Se sabe que no hay una fórmula mágica para la vida en pareja. Pero si la hubiera hay una que seguro tendría mucho éxito y un gran número de adeptos: el O2. Sucede que el oxígeno es tan necesario para la vida individual como de a dos, y cuando escasea puede ser fatal.

"El espacio propio y personal es fundamental. Siempre digo que la rutina es el enemigo número uno de las relaciones y la aliada perfecta para el diván —sostiene Damián—. Estas escapadas son fundamentales no sólo para mí, sino para la familia. Es un deshago. Si no saltaría como un fusible", reconoce el técnico electrónico, en pareja con Eugenia desde hace 17 años y padre de Julia, de 4, y Paulina, de 7, con quienes también organiza salidas en cuatriciclo por el interior. "Algunos se juntan con los amigos todos los miércoles a jugar al fútbol. Yo me junto cada dos meses y voy a andar en moto", compara Damián, que obviamente no pone objeciones cuando su mujer sale con sus amigas y le toca a él quedarse al cuidado de sus hijas. "Los acuerdos deben ser recíprocos y parejos", sostiene.

Salir de la trampa de la monotonía en la que caen casi todas las parejas es lo que impulsa a cada vez más gente a probar alternativas que van desde tiempos de ocio personal, como salidas o viajes con amigos, pasando por tener habitaciones y casas separadas que aseguren un reencuentro con la individualidad que suele perderse cuando se comparte la vida con otra persona hasta tiempos sabáticos donde cada miembro de la pareja "hace la suya" sin rendirle cuentas (ni darle explicaciones) al otro.

"El peor enemigo de la pareja es el aburrimiento. Para salir de él somos capaces de muchas cosas. En general hay un impulso natural a la búsqueda de novedad, que no necesariamente es algo mejor. Las personas tenemos sed de aventura. El gran tema es que también buscamos la seguridad y ambas cosas parecen no ir de la mano. Entre esa dicotomía nos movemos siempre", explica la psicóloga Cristina Benchetrit.

En la búsqueda de un mejor descanso, Glenda Fisbein y Santiago Martí decidieron tener cada uno, dentro de la casa que comparten con Pedro, su hijo de 2 años y medio, un cuarto personal.

"Es por una cuestión de comodidad. Todos descansamos mejor y así evitamos algunos roces de la convivencia —explica Glenda—. Cuando queremos estar juntos estamos juntos, pero cuando necesitamos aire, cada uno tiene su lugar sin interferir con el otro. Y está buenísimo", señala la joven.

Glenda, empresaria, asegura que mantener dormitorios separados es "la envidia de sus amigas". En pareja desde hace poco más de tres años, cuenta que con Santiago se conocieron en marzo de 2012 y en junio ella ya estaba embarazada de Pedro. "Fue todo muy rápido y yo siempre fui una mujer muy independiente, de necesitar espacios propios. Y por suerte Santi lo entendió, él es superrelajado y se adapta. Nos llevamos muy bien, no discutimos nunca, pero llega un momento en que necesito aislarme y tener mi lugar. De hecho también tengo un baño para mí porque mi habitación es en suite. Nos pasa de extrañarnos viviendo en la misma casa. Y no es que no dormimos juntos, lo hacemos seguido, pero porque lo elegimos", cuenta Glenda.

Hasta ahora, la fórmula de mantener habitaciones o camas separadas pudo cumplirse incluso en vacaciones, cuando es más complicado mantener las pautas familiares establecidas en el año. "La primera vez que nos fuimos los tres juntos a un all inclusive en Brasil iba resignada a no dormir los 10 días. Pero tuvimos la suerte de que nos tocó una especie de departamento con un living que tenía un sofá cama separado de la habitación. Y la última vez que fuimos a Brasil pagamos un poco más para tener una especie de loft con una cama en un sobrepiso. Este año, veremos", cuenta Glenda.

En otros casos, la fórmula de espacios separados como manera de oxigenar la relación se aplica directamente para evitar la convivencia. Es el caso de Fernando Molina y su mujer, Agueda, que viven a dos cuadras. Casado por segunda vez, cuando la conoció le avisó que todo era negociable menos resignar su lugar, es decir, un tres ambientes "amplio y luminoso" en pleno Palermo. "Venía de una muy mala experiencia con mi pareja anterior. La convivencia me empezó a asfixiar. Yo necesitaba tener espacios propios, físicos y también emocionales —dice Fernando—. Yo pinto, de repente me levanto a las tres de la mañana con ganas de ponerme a crear y viviendo con otra persona no puedo. A Agueda le costó entenderlo, pero hoy agradece tener su lugar."

Fernando asegura que el modelo casa separadas funciona a la perfección, al menos por ahora que no está en los planes tener hijos. Después se verá. "A Agueda la ayudé a comprar el departamento cerca del mío y nos vemos todo el tiempo. Yo tengo sus llaves y ella las mías, pero me gusta tocar el timbre como si fuéramos novios. Creo que tener tu propio espacio y no invadir el de tu pareja es la base para una relación sana y duradera. Yo se lo recomiendo a todos mis amigos, pero me dicen que ni siquiera pueden plantearlo en su casa porque se separan", cuenta Molina (43).

Acuerdos renovables.

Algunos especialistas celebran la tendencia y la búsqueda de espacios personales, aunque advierten que deben ser acuerdos que se renueven en forma permanente. Para la psicóloga Benchetrit "una pareja se trata de acuerdos. Acuerdos que debemos respetar, modificar y consensuar. Tener un lugar propio en la casa, de ser esto posible, es altamente aconsejable para la pareja. El poder estar solo es una virtud. Sentir que se puede estar sin la necesidad de otro da fortaleza y seguridad. Pero si no existe esa posibilidad de espacio físico, al menos es aconsejable tener intereses individuales y grupos distintos", sostiene.

Para evitar sentir la falta de aire, aun cuando están determinados a dar un paso definitivo como es el matrimonio, Vanesa Esses y su novio, Brian, acordaron que iban a mantener la costumbre de salir solos, cada uno por su lado, aun estando casados. "La rutina te consume, lo ves en otras parejas que hacen todo juntas y se terminan matando. Los fines de semana casi no lo veo porque él arma sus programas y yo los míos. Cada uno es libre, no nos damos permisos. Lo hacemos y punto", dice la futura esposa de Brian.

Sin embargo hay quienes ven detrás de esta defensa de la individualidad en la pareja ciertas tácticas evasivas. "Está muy bien que cada uno conserve su espacio, el problema es determinar si esto es algo que esa persona hace desde siempre porque le hace bien o empezó a hacerlo para evadirse del otro", advierte Esteban Irigoyen, director y fundador del Centro de Coaching de Parej. "La rutina no es el enemigo de una relación, sino un síntoma de que la pareja está operando en la superficie, es decir, no tiene profundidad". La Nación/GDA

Años sabáticos sí, ¿e infieles también?

La apuesta más arriesgada en esta búsqueda de aire conyugal la expuso hace unos años la periodista norteamericana Cheryl Jarvis, que contó en su libro El matrimonio sabático, el viaje que te lleva a casa su propia experiencia después de varios años de matrimonio. "Este libro nació de un conflicto, entre amar a mi marido y tener ganas de dejarlo", explica Jarvis sin anestesia. Ella asegura que aunque llevaban vidas independientes, sentía que no era suficiente. "Necesitaba irme sola. No por una semana, eso lo había hecho bastante. Necesitaba irme por más tiempo, pero con la intención de volver con él". En total, cuenta Jarvis, fueron tres meses en los que se dedicó a hacer cursos, viajar y a extrañar a su pareja. "Los marriage sabbaticals no son una pausa en la relación, sino una pausa de la rutina, que puede revitalizar a esa relación", asegura la creadora del concepto que suma varios adeptos en el mundo, sobre todo anglosajón.

Aunque pocos lo reconocen abiertamente, la infidelidad es otra de las maneras que muchos encuentran para romper con la rutina marital... "El tema es que está socialmente condenada, por eso nadie reconoce que es infiel", dice Matías Lamouret, vocero de Second Love, red social para casados que buscan relaciones paralelas. Según varias encuestas, la mitad de las mujeres y más de la mitad de los hombres reconocen haber sido infieles alguna vez. La mayoría busca el coqueteo sin concretar el encuentro sexual", sostiene Lamouret.

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