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Yann Martel, el que sabe de alegorías

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Yann Martel

MONTAÑAS ALTAS EN PORTUGAL

Una novela donde sus protagonistas están marcados por pérdidas y dolores. Yann Martel narra con amenidad, revelando la clave simbólica en el momento justo.

Yann Martel

Quienes hayan leído La vida de Pi, o visto la película de Ang Lee basada en esa novela, saben que al canadiense Yann Martel (Salamanca, 1963) se le da bien construir alegorías. Sabe narrar con amenidad y elige el momento justo para revelar la clave simbólica del relato, sorprendiendo al lector.

En Las altas montañas de Portugal, los protagonistas están marcados por pérdidas y dolores. El Padre Ulisses Pinto, cura de esclavos en la colonia africana de São Tomé, en el siglo XVII, no ha perdido la fe en Dios, pero si en los blancos. Tomás, el empleado de museo que descubre por azar el diario del cura, ha perdido en una semana a su mujer, su hijo y su padre. En el segundo capítulo, el lector asiste a una autopsia —en clave de realismo mágico— en que una viuda, que ha cargado el cadáver del esposo en la maleta, le pide al forense que le explique “cómo vivió”. Lo que quiere saber es cómo ha vivido la pérdida, décadas atrás, de su único hijo pequeño. Al final del capítulo nos enteramos que el forense también ha enviudado hace poco y fábula que charla con su mujer. En el último capítulo, Peter, senador canadiense de origen portugués, también viudo reciente, deja su puesto y se va a vivir a Portugal, junto a Odo, un chimpancé que ha rescatado del maltrato en un laboratorio. Es el único personaje que, poco antes de su muerte, recupera el gusto de estar vivo.

Abundan los símbolos. Tomás, tras perder a los suyos, camina de espaldas, como gesto de resistencia a la realidad. La propia región portuguesa en la que transcurren estos hechos es simbólica: no hay allí altas montañas, sino aridez, peñascos y pobreza, significando que la vida de cualquiera es una alta montaña dura de escalar. Es simbólico el extraño Cristo crucificado que talla el Padre Ulisses y en cuya búsqueda viaja Tomás a las “altas montañas”. Es simbólico el sufrimiento de simios a manos de hombres, tanto da si negreros o científicos. Y también la aparición fugaz, de un ejemplar de rinoceronte ibérico, extinto hace siglos. El lector deberá atender a lo que hacen y dicen los personajes femeninos, y muy en especial el paralelismo que María, la mujer del forense, traza entre Agatha Christie y San Pablo. Porque esta es una novela sobre la fe.

Son de lamentar algunas erratas. La más seria es dar a Martel como nacido en 1953, y no en 1963, dato real.

LAS ALTAS MONTAÑAS DE PORTUGAL, de Yann Martel. Malpaso, 2016. Barcelona, 414 págs. Distribuye Océano.

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