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Para volver a nacer

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Tomás de Mattos, foto Archivo El País

Novela sobre Jesús que desacomoda la fe "facilonga" de no pocos creyentes.

TOMÁS DE MATTOS fue un narrador valiente. La novela La Puerta de la Misericordia (2002) sea tal vez el ápice de su coraje. No por atreverse a publicar un novelón de un millar de páginas, marca que superó en El hombre de marzo sobre José Pedro Varela, cuyos dos tomos sumados superan las mil trescientas y que es también un acto de coraje. Tampoco por la reconstrucción histórica de precisión maniática, al modo de otros grandes realistas del siglo XIX. Incluso por escribir desde la fe, en este Uruguay tan laico. Ni siquiera por publicarla en el 2002, en medio de una crisis nacional para nada metafísica. La suprema valentía de este texto es presentar un Jesús que desacomoda la fe facilonga de no pocos "creyentes".

De Mattos parte de esta base: Jesús tuvo que ir descubriendo él mismo que, además de ser totalmente hombre —menos en lo del pecado— era el Hijo de Dios y, por eso, también totalmente divino. De ahí que sostenga que, cuando Jesús les pregunta a los apóstoles quién creen que es Él, la pregunta no es retórica, sino que pregunta porque está buscando. Y si bien esto sacude la fe de no pocos, es consistente con los Evangelios canónicos: el único episodio en que Jesús niño muestra conciencia de su filiación divina es en la discusión con los doctores en el Templo, referida por Lucas, cuando tiene doce años. En cambio, en los apócrifos, abundan los milagros de Jesús niño. En el "Evangelio árabe de la infancia", Jesús le dice a María, desde su pesebre/cuna, que es el Verbo de Dios que ella pariera. Como cristiano, De Mattos creyó en un Dios que, para revelarse a los hombres, de modo paradójico, se les esconde, pues si se les mostrara del todo no les daría la posibilidad de construirse buenos por libre decisión. Colmo de la coherencia, al Jesús/hombre compuesto por De Mattos, su propia divinidad también se le esconde al principio.

La Puerta de la Misericordia es una novela de aprendizaje y conversión. El narrador es Nakdimón, el Nicodemo del Evangelio de Juan, ese rabino al que Jesús le dijo que debía nacer de nuevo. En arameo "dimón" significa original y, según qué pronunciación se le dé a la "a" de "nak", puede significar hombre o serpiente. El personaje es cifra de la tensión humana entre el bien y el mal. Tema constante en la narrativa del gran novelista tacuaremboense.

Importa no sólo la lenta "digestión" que Nakdimón hace de ese extraño Maestro que lo escandaliza y lo fascina, sino el contrapunto con su hermano Ananías. Su padre, Jefonías, había querido educarlos en la piedad religiosa y la libertad intelectual, pero mientras que Nakdimón es de una religiosidad escrupulosa, Ananías ha venido sosteniendo por muchos años, aunque de un modo más terrenal y deslenguado, las cosas que de pronto viene a decir el carpintero de Galilea. En el propósito de Jefonías, la síntesis entre la piedad maravillada ante el misterio de Dios y la razón que no teme indagar, podría resumirse la idea que De Mattos se hacía de la recta religiosidad.

Son importantísimas, para la evolución del relato, las conversaciones de sobremesa —abundantes en los cuatro Evangelios— en las que Jesús muestra una profunda bondad, pero también una retórica aguda y brillante.

Emociona, casi al final, el salto de fe de Nakdimón, que empieza a creer cuando Jesús ha muerto crucificado, que era la muerte más indigna posible en esos días. Y por creer se la juega: siendo miembro del Sanedrín se gasta públicamente una fortuna en perfumes, para ungir el cadáver del criminal recién ajusticiado. Decide, como el propio Jesús, estar donde debe, por riesgoso que resulte.

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Tomás de Mattos, foto Archivo El País

TOMÁS DE MATTOS y "la puerta de la misericordia"Juan de Marsilio

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