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En la tierra y en el cielo de Nicaragua

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Ernesto Cardenal

Con el poeta y místico Ernesto cardenal

Buscando la combinación perfecta para mejorar el mundo.

La lluvia diluvial que cae en Nicaragua en estos primeros días de octubre evoca el castigo bíblico por el que Dios decide inundar la tierra para lavar la iniquidad en que se han sumido los seres humanos. En la ciudad donde vive Ernesto Cardenal (Granada, Nicaragua, 1925) realmente mana agua en estos días.

Su historia sería imposible de ser imaginada por el más ingenioso de los escritores. Poeta, exsacerdote, creador de una comunidad contemplativa popular en el archipiélago de Solentiname, escultor, político, ministro de cultura durante el gobierno de la revolución sandinista, son algunas de las facetas de la personalidad más conocida y de mayor prestigio que ha brindado su país.

Increpado públicamente por el papa Juan Pablo II en su visita a Nicaragua en 1983, su figura encarnó las contradicciones del diálogo entre marxismo y cristianismo propiciado a partir del concilio Vaticano II (1962-1965).

A su extensa obra poética se agregan sus variados ensayos y sus extensas memorias. Con 93 años acaba de lanzar, en la editorial Anamá de Nicaragua, la que anuncia como su última obra: Así en la tierra como en el cielo, donde continúa una poesía inspirada en la ciencia, meditando sobre el cosmos y el misterio de “la creación de Dios que cada vez se nos revela más grande”.

De respuestas breves y pausadas, el poeta nicaragüense transmite con precisión y autenticidad las convicciones que han alimentado su peculiar recorrido, que lo vuelve un referente también para las nuevas generaciones.

El 19 de junio -junto a la reciente Coordinadora Universitaria por la Democracia y la Justicia- le envió una carta al uruguayo José Mujica pidiéndole que sumara su voz a la denuncia de la crisis de derechos humanos y terrorismo de Estado en Nicaragua. Mujica se sumó.

UNA UTOPÍA PERDIDA.

-Cuando uno mira su larga historia llaman la atención los cambios, sus “conversiones” ¿Qué es la conversión para usted? ¿Qué implica?

-La conversión es una entrega a Dios, es renunciar a todo por Él. Aquello que el místico español San Juan de la Cruz llamaba “el desapego de todo”. Es como una botella que tiene un líquido pero para que pueda entrar otro líquido en ella debe vaciarse antes; entonces la conversión es vaciarnos para que entre Dios en nosotros. Para mí fue lo más grande de mi vida, cuando hice una renuncia de todo por la voluntad de Dios, cuando tenía 31 años. Luego tuve una segunda conversión cuando fui a Cuba, en 1970, como jurado de Casa de las Américas, donde vi la revolución en vivo. Aquello fue una conversión al pueblo y a la revolución.

-Tras casi 40 años de aquella revolución y ante la vista de esta catástrofe en la que se encuentra su país, ¿el sandinismo es una revolución perdida?

-En el tercer tomo de mis memorias hablo largamente sobre la revolución perdida, como me gusta llamarla, porque ya no existe la revolución. Es como un sueño que tuvimos, del que no queríamos despertarnos nunca. Lo más bello que he tenido en mi vida ha sido la revolución y lo más triste que terminara. Y todo esto ocurrió cuando perdimos las elecciones. Fidel Castro lo había dicho ya, que íbamos a correr el riesgo de perder las elecciones, pero había que hacerlas de cualquier manera porque decía que era un país que estaba en guerra y un país que está en guerra quiere la paz.

-¿Cómo explica esta pérdida?

-La revolución se pierde por esta intervención de los Estados Unidos. Las administraciones de Ronald Reagan y de George Bush impusieron un bloqueo económico. Días antes de las elecciones Bush señaló que si ganaban los sandinistas seguiría el bloqueo. Ante el bloqueo económico y la injerencia patrocinando a la Contra durante ocho años, por los muertos de la guerra, jóvenes y grandes, el pueblo de Nicaragua prefirió ese cambio y perdimos las elecciones. Fue una gran desmoralización. Tras este fracaso electoral, que era una victoria moral para la revolución, ocurre, sin embargo, otra catástrofe. Muchos se desmoralizaron y otros se corrompieron. Fue lo que el pueblo llamó “La piñata”. Y ahora tenemos una dictadura, lo contrario de una revolución.

-¿Cómo ha vivido la relación entre religión y política?

-A mí me gusta hablar de una relación entre mística y revolución. No diría política, es algo que nunca me ha gustado. Yo participé en una revolución. Por otro lado he cultivado una religión contemplativa, la mística de Dios amor. Y todo esto nunca se ha contrapuesto en mi vida, la mística y la revolución. Dios amor es también Dios revolución.

UNA CAUSA INVENCIBLE.

-Luego de tantos años, ¿cómo ha sido el diálogo cristianismo-marxismo? ¿Fecundo, desparejo, desilusionante?

-Fue muy fecundo. La revolución ganó mucho con ese diálogo. Fue algo bueno para Nicaragua, pero también para Cuba donde influyó la revolución sandinista por ese dialogo entre religión y marxismo. También Polonia se interesó por lo que estaba viviendo Nicaragua, porque ellos estaban teniendo un conflicto muy grande entre la religión y el comunismo; me pidieron consejo para ver cómo conseguir esa armonía que nosotros estábamos teniendo. Fue lo que no vio el papa polaco Juan Pablo II, que era una revolución hecha con los cristianos, que no perseguía a la iglesia. En aquella época, a quienes venían del bloque soviético se les ponía en cuarentena, aislados, para que fueran conociendo lo que íbamos teniendo en Nicaragua, que era otro tipo de marxismo, sin sectarismo ni dogmatismos, como el que tenían los soviéticos. Eso también fue un producto del dialogo que mantuvimos marxistas y cristianos alrededor de la revolución.

-¿Cómo ve a la iglesia hoy? ¿Está aun vigente la teología de la liberación?

-Se puede decir que la teología de la liberación terminó, o casi, con el funesto pontificado de Juan Pablo II y el del papa Ratzinger que siguió su misma línea, que consistió en el desmantelamiento del concilio Vaticano II, haciendo que la iglesia retrocediera cien o doscientos años. Fue entregar la iglesia al Opus Dei, a los Legionarios de Cristo, también fue un anti Medellín y un anti teología de la liberación. Pero, por otro lado, mientras haya pobres habrá teología de la liberación, dijo Mons. Casaldáliga en el Brasil y así hemos creído nosotros. Éramos soldados derrotados de una causa invencible. El espíritu sigue vivo en los mártires y los santos siguen vivos.

-Usted se pregunta en su último libro Así en la tierra como en el cielo: ¿tenemos un rol en el universo? ¿Cuál sería este rol?

-La construcción del reino de Dios en la tierra. Mejorar el universo, llevarlo hacia Dios. La evolución que estamos teniendo es una evolución del universo hacia Dios, ese es nuestro rol, participar en esa construcción del reino.

-¿Cuáles son los caminos de salida que percibe para Nicaragua?

-La pareja presidencial de Daniel Ortega y su mujer Rosario Murillo son dueños de todo el país, hasta de la justicia. La única salida es que se vayan Ortega y Murillo y se acabe la dictadura que estamos teniendo, que está siendo peor que la de Somoza.

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