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Temor al poeta

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Bob Dylan, Premio Nobel de Literatura 2016

El problema no es Bob Dylan. El problema es la visión del mundo que instala la buena poesía.

EL Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan provocó un breve desconcierto, como en 2015, cuando la rusa Svetlana Alexiévich, periodista, se convirtió de un día para el otro en una narradora de estatura poética (lo era) para una parte importante del globo que la ignoraba. Con Dylan, famoso cantante, el premio lo cambia a poeta. En ambos casos se abrieron ventanas hacia textos ignorados o soslayados sobre las consecuencias del abuso del poder soviético (Alexiévich) o la contracultura norteamericana (Dylan). Ambos definen una relación contestataria con el poder dominante y ambos, a su manera, retoman la relación de la literatura y la poesía con el poder, sobre todo con el poder que abreva en la mentira.

Hay dos suicidios, uno real y otro metafórico, que aún no han sido comprendidos por el mundo intelectual: el de Yukio Mishima y el de Peter Handke. Nadie entendió que estaban denunciando a ese poder difuso, el del arrase, la brutalidad y la estupidez. Peor, nadie lo quiere entender. El japonés, que ya era una celebridad mundial, vio a su mundo desaparecer y se abrió las entrañas con un sable (1970) para que su grito no pasara desapercibido. Gesto intolerable, absurdo, loco, dijeron. Lo rotularon de militarista, nacionalista, pero soslayaron, por ejemplo, que creía en el valor de la democracia directa o en la virtud de los gobernantes. Su visión del mundo era compleja y ambigua. Escribió 257 obras en vida y sólo una fracción está traducida al español. La sensibilidad de novelas como La escuela de la carne, El marino que perdió la gracia del mar o Confesiones de una máscara revelan al instante que no estamos preparados para comprender las razones últimas de su denuncia. Porque somos parte del problema.

Con Handke es peor, porque sigue vivo. El gran escritor y poeta austríaco denunció la falsedad de los argumentos para justificar los bombardeos de la OTAN a Yugoslavia de 1999 (otra guerra impulsada por mentiras, y van). Un poeta contra las bombas. Denunció, sobre todo, la manipulación de los medios masivos de comunicación para imponer verdades absolutas (algo que abordó, en su estilo, en la novela La pérdida de la imagen o Por la sierra de Gredos). Cuando los pueblos de los balcanes recibieron las bombas y quedaron sembrados de cadáveres y esos muertos no eran serbios, croatas, kosovares, cristianos o musulmanes sino sólo seres humanos, los gritos desde las fosas comunes se le hicieron intolerables. Nadie los escuchó. Handke entendió que debía llamar la atención. Optó por el suicidio simbólico. Fue al sepelio del "anticristo", el líder serbio Slobodan Milosevic (el MAL ABSOLUTO a ojos occidentales) y dio un discurso que pedía a gritos otro lenguaje, otro tono. Que nadie entendió. Que enfureció a los bienpensantes. Handke está loco, dijeron, y sin prueba alguna lo tildaron de racista, genocida, incoherente (Wim Wenders dijo hace poco, tímido, que fue "malinterpretado"). Le quitaron premios, lo convirtieron en paria. Otro poeta incomprendido, otro maldito, y van. Pero, diez años después, el poeta sigue vivo y no descansa. Como sabe de la furia del poder en su último libro, Ensayo sobre el Lugar Silencioso (Alianza, 2015), propone al lector pasar a la clandestinidad y lo manda a leer... al inodoro, sentado en la intimidad del WC. El Lugar Silencioso, en alemán, es el baño. El último refugio para la sensibilidad, la exploración, un terreno seguro para intentar una vez más entender la geometría de este mundo.

Entonces la academia sueca nos manda a leer a Bob Dylan cuando ya, apenas, sólo escuchábamos sus melodías. No es un gesto menor. A los más viejos, a recuperar los versos de la canción "The Times They Are A-Changin'" (1964), cuya letanía y sonoridad fue el himno de una época en crisis, la de los hippies, y que 50 años más tarde ayudan a comprender los puzzles de la crisis actual, de la relación con la política, de los choques intergeneracionales, con una vigencia asombrosa. A los más jóvenes a leer los versos cercanos de "Duquesne whistle" (2012) en el contexto de su música y su video clip, una poesía que habla de loco amor, violencia, resentimiento e indiferencia. La realidad ambigua y contradictoria explorada a través de ecos y reminiscencias. Abrir ventanas. El lugar de la poesía.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Bob Dylan, Premio Nobel de Literatura 2016

TEXTOSLászló Erdélyi

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