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Talento mordaz y violencia expresiva

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Juan Rodolfo Wilcock

Se acaba de publicar un volumen con 18 cuentos del argentino Juan Rodolfo Wilcock que exploran la imaginación en su lado más terrorífico

La literatura argentina ha dado no pocos escritores cuya obra mereció mayor atención en el exterior que en su país. Es el caso de Juan Rodolfo Wilcock, nacido en Buenos Aires, en 1919, y fallecido en Lubriano, Italia, en 1978. Ingeniero civil, durante dos años trabajó en Mendoza, en el trazado del ferrocarril trasandino, pero lo reclamó su vocación literaria —en 1940 obtuvo el Premio Martín Fierro de la Sociedad Argentina de Autores con su poemario Libro de poemas y canciones—, poco después entabló amistad con Bioy Casares, Silvina Ocampo y Jorge Luis Borges, en 1951 viajó por Europa con el matrimonio Casares y en el 57 se radicó en Italia, donde ejerció como crítico literario, fue traductor de varias lenguas y dio a conocer la mayoría de su obra, en la que destaca El estereoscopio de los solitarios, Los dos indios alegres y La sinagoga de los iconoclastas.

Su antología de cuentos más difundida, El caos, fue publicada por editorial Sudamericana en 1974 y acaba de regresar dentro de la política de rescates emprendida por La bestia equilátera, en una edición anotada por Ernesto Montequin, explícita en el reconocimiento de que ha sido desatendida por “un solicito grado de suspicacia”. La alusión incluye su antiperonismo, expreso en el cuento “Felicidad”, parábola de la intolerancia a la oposición a través de un funcionario de gobierno inmolado en una pira pública.

A los catorce cuentos originales esta edición suma otros cuatro relatos que completan el camino de Wilcock en el género del cuento, definido por un garbo de humor zumbón para crear atmósferas de naturaleza fantástica y situaciones horrendas. “El caos” cuenta la aventura de un estudioso de la filosofía, notablemente minusválido, abusado y humillado durante una fiesta popular, con derivaciones pantagruélicas y delirantes. “La fiesta de los enanos” presenta a una viuda entretenida en las noches por dos simpáticos enanos, hasta que el arribo a la casa de un sobrino de 15 años, los impulsa a torturarlo salvajemente y provocarle la muerte. En la misma línea feroz se ubica “Vulcano”, relato del tormento y el intento de fuga de un hombre que junta basuras en las playas esclavizado por implacables guardianes. Es una estética de la crueldad que se prolonga, atenuada o exaltada, en otros relatos destinados a explorar la imaginación terrífica y ensayos de lenguaje de irregular fortuna.

La concepción del cuento de Wilcock desestima la estructura y se respalda en los itinerarios de la imaginación, en los hallazgos irónicos de su prosa. No le faltan, pero tampoco abundan lo suficiente para poner la obra de pie. En conjunto, estos relatos dan la impresión de un autor de talento mordaz, sin dominio, acaso sin deseo de dominar, su violencia expresiva.

EL CAOS, de Juan Rodolfo Wilcock. La bestia equilátera, 2015. Buenos Aires, 255 págs. Distribuye Gussi.

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