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Setenta haikus de Basho, el poeta que fue samurái

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Basho

Valiosa recopilación

Terminó ronin, un samurái sin patrón, y en lugar de dedicarse al bandolerismo optó por algo parecido, a vagar, al sake y a las letras, para dar al haiku la categoría de poesía mayor.

Matsuo Basho, nacido como Matsuo Kinsaku (1644– 1694), es considerado por la mayoría de los especialistas como el más grande poeta del Japón. Su vida misma fue poética, pues nacido y educado samurái, a los veintidós años pasó a la condición de ronin por la muerte de su señor —ronin significa “hombre errante como las olas del mar”— que es como se denominaba a los samuráis que no cumplían con el deber de suicidarse, como buenos vasallos. La mayoría acababan en el bandolerismo, pero él se volcó a las letras, y se hizo monje ambulante. Al igual que Li Po (701- 762), poeta chino al que admiraba, bebía bastante y el sake es muy mencionado en sus textos.

Para el lector occidental, este poeta está asociado al haiku, forma poética breve —tres versos de cinco siete y cinco sílabas, respectivamente— que busca comunicar, sin alardes retóricos, el asombro ante la contemplación de un instante de la naturaleza, estado que en japonés se denomina aware. Lo cierto es que Matsuo Basho cultivó con maestría varias formas poéticas breves y extensas, así como también la escritura en prosa, pero fue quien sacó al haiku de la categoría de mero divertimento literario para convertirlo, pese a su brevedad, en poesía mayor. En Leve presencia, uno de los mayores expertos en literatura japonesa hispanohablantes, Fernando Rodríguez–Izquierdo y Gavala (Sevilla, 1937), presenta, en edición bilingüe y comentada, setenta haikus del poeta vagabundo, que pueden servir, por los comentarios y explicaciones del traductor, como una buena puerta de entrada a la poesía japonesa.

Este maestro, con pocos trazos sutiles, pinta en cada texto un paisaje que sugiere un estado de ánimo y hace pensar, pero requiere un lector dispuesto a la contemplación. Algunos haikus se acercan más a la manera poética occidental (Añoro a padre y madre/ muy dentro, cuando escucho/ el canto del faisán.). Otros pueden, casi sin necesidad de explicación, dar a entender que el poeta, pese a vivir en una sociedad muy jerarquizada, consideraba dignos a todos los hombres (Aun el muchacho pobre/ que descascara arroz/ mira a la luna.). Pero otros textos obligan a aceptar que el poeta sólo muestre lo que vio y asumir la tarea de captar la belleza del momento y su posible sentido. Como el haiku que da título al libro: Tras de la lluvia/ se yergue el crisantemo: leve presencia.

LEVE PRESENCIA, de Matsuo Basho. (Maestros del Haiku, 9). Satori, 2019. Gijón, 160 págs.

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