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Sanguinetti y Mujica piensan en tiempo lento

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José Mujica y Julio María Sanguinetti

Dos ex presidentes juntos en un libro

El diálogo con los periodistas Alejandro Ferreiro y Gabriel Pereyra trae, como era de esperar, muchas sorpresas.

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Reunir a dos ex presidentes de la República en una mesa a charlar, grabador mediante, mientras dos experientes periodistas plantean preguntas, no parece a priori una idea taquillera. Todo cambia cuando los protagonistas son José Mujica y Julio María Sanguinetti, porque ambos parecen estar en polos muy opuestos de la política partidaria, esa cuyas oratorias dividen, contaminan con un ruido que no deja pensar, que abusa de las etiquetas reduccionistas, e impone tiempos rápidos para respuestas de alto impacto que, al final del día, se diluyen en la bruma.

Hay un tiempo lento, sin embargo, que permite pensar la política tal como la pensaban los clásicos, es decir, la política como construcción de comunidad. El libro El horizonte, Conversaciones sin ruido entre Sanguinetti y Mujica recoge seis encuentros entre ambos que se dieron en las oficinas de la editorial Penguin Random House de la calle Colonia, en Montevideo. Las charlas fueron conducidas por Alejandro Ferreiro y Gabriel Pereyra y son transcriptas en seis capítulos.

El prólogo dispara de entrada que “uno es liberal, el otro es socialista; uno hace de la liturgia del poder un dogma, el otro se ha encargado de dinamitar las formalidades de la autoridad”, para luego señalar que ambos pasaron los 80 años, que sus parejas mujeres son de carácter fuerte, que dedicaron su vida entera a la militancia, y que son grandes lectores capaces de pensar y elaborar, en el tiempo lento, ideas que ingresan en el terreno filosófico. El prólogo omite, sin embargo, un elemento común a ambos: no pertenecen a esa “índole tradicional dinástica” tan recurrente en la historia política uruguaya al decir de Real de Azúa, esa de los grandes apellidos republicanos, los Batlle, los Herrera, por citar los más notorios. Más adelante ambos harán hincapié en sus orígenes italianos.

Disolver etiquetas

El libro depara sorpresas. Para ser dos figuras que en el imaginario ciudadano tienen demasiadas diferencias, la charla fluye cómoda, natural, mientras ambos van sumando ideas en común. Tendiendo puentes no solo entre ellos, sino también hacia afuera de esas dos “tiendas” políticas que aparentemente representan: “un presidente blanco como fue Berro” cuenta Sanguinetti, “es el primero que toma la primera medida secularizadora cuando pasa los cementerios a la propiedad pública, a raíz de un cura de San José que se negó a enterrar a un masón. Y es el primer acto realmente de separación” entre el Estado y la Iglesia, abriendo un sesgo en el relato popular mas difundido sobre la secularización (que fue colorado/batllista), pero sin instalar polémica. Porque el libro no busca eso sino insistir que Uruguay es una construcción, una suma de voluntades individuales republicanas más allá de las tiendas político partidarias. Para quienes piensan la política solo en términos de antagonismo, este relato los dejará algo nerviosos.

La charla, bien moderada por Ferreiro y Pereyra, fluye como en mesa de café, con un Sanguinetti más verborrágico, mientras Mujica esgrime su don aforístico, ese de las frases de alto impacto que el propio Sanguinetti dice envidiar, “ese gracejo que le permite en una sola frase generar una saludable tormenta”, comenta. Pero no es solo aforístico. Mujica también se toma su tiempo para traer ejemplos de la Grecia Clásica y su democracia de 300 años, revelando sus lecturas de los libros de Pedro Olalla (¡hoy un autor imprescindible para todo demócrata de buena fe!). Ambos, a su vez, alaban a Adam Smith, tantas veces citado y pocas veces leído (“Smith es un humanista de la gran flauta”, dice Mujica, “Adam Smith lo dice todo con precisión” afirma Sanguinetti). También nombran a Marx, para pasar luego a la importancia de la educación pública o el combate de la desigualdad, con Mujica relatando su propia experiencia: “he vivido en hospitales como tirado al basural, y a mi señora ahora la trataron como una reina. Si no hubiera sido Fulana de Tal, iba a tener que esperar”, lo que lleva a pensar la desigualdad en términos culturales más que estructurales. Mujica se define como un neo estoico, entiende que “pobre es el que precisa mucho”.

Los mejores frases, las de que dejan “pensando”, tratan sobre la democracia. Sanguinetti afirma por ejemplo que la libertad es una relación, no un valor absoluto en sí, o que la democracia no garantiza un buen gobierno sino un proceso pacífico y ordenado para quitar un mal gobierno. Mujica insiste en que la clave en la política democrática es convencer, pero sobre todo aprender, porque “la respuesta sencilla va a ser autoritaria siempre, no hay que simplificar”.

Ambos también coinciden en Confucio y en la necesidad de rituales para la estabilidad de la democracia, o en cómo el miedo a la libertad lleva a la gente a buscar demasiada autoridad, “el cuento del tío de volver a la sociedad piramidal” comenta Mujica. “Seguro, el pacto fáustico”, le comenta Sanguinetti.

Construcción histórica

Tienen más de 80 años y ya no tienen las urgencias que pueden tener los jóvenes hoy. Piensan diferente. Sorprende, de entrada, su preocupación por la guerra de Ucrania, algo que a la juventud de hoy le importa un comino. Será porque Sanguinetti y Mujica vieron al Graf Spee, o vivieron el mundo de la escasez, no “este mundo fluyente, lleno de cosas” comenta Sanguinetti. Hablan de su propia fe religiosa, de los nietos y lo que significa ser abuelos, de las drogas y el prohibicionismo, o de la legalización de los casinos y el alcohol uruguayos. También del valor actual y futuro del agua y por qué la empresa estatal de agua potable (OSE) tiene una red que pierde como un colador sin que se haga nada. Abordan el machismo actual (Mujica evita hablar del fenómeno en el MLN, muy documentado en el libro Las Rehenas de Ruiz y Sanseviero), y de lo rápido que ocurren los cambios hoy: “Cuando yo llegué al gobierno la primera vez, la expectativa de vida de un uruguayo era de 73 años. Hoy son 79” comenta Sanguinetti.

Uruguay vivió un período democrático de casi 40 años en el que gobernaron todos los partidos políticos. El mérito, por lo tanto, es de todos. Ese es el espíritu que subyace entre líneas, la idea de que nadie refunda nada sino que todo es una continuidad histórica, una construcción. En ese sentido a algunos les caerá grueso que ambos ponderen la labor de Venancio Flores y Latorre durante el siglo XIX en la consolidación de la Constitución de 1830, que fue, en esencia, la fundación del Estado, el contrato superior al que puede aspirar toda comunidad. Es que saben mirar desde sitios inesperados. Por eso la advertencia: es un libro disfrutable sobre la mejor cara de la política, pero no es un libro cómodo para aquellos que adoran las simplificaciones y el antagonismo de cloaca.

EL HORIZONTE, Conversaciones sin ruido entre Sanguinetti y Mujica, de Alejandro Ferreiro y Gabriel Pereyra. Debate, 2022. Montevideo, 254 págs.

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