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Ruben Cotelo sobre W.H. Hudson y "El Hachero"

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Ruben Cotelo

El reseñista inolvidable

Dos piezas breves de la antología recién publicada. Una inspiración para críticos jóvenes.

Ante el centenario de "La tierra purpúrea"

El futuro escritor inglés, entonces un mozo de veinte años, rescató lo esencial de esos años: el conflicto irreconciliable entre blancos y colorados. Es imposible que en sus recorridas por la campaña no haya conocido de cerca, personalmente, a algunos de sus caudillos, que sintetizó en la figura romántica y ligeramente folletinesca de Santa Coloma. Aún hoy sobreviven en las páginas de su libro el testimonio del rencor empecinado de los blancos y el desprecio de los colorados.
Nunca más retornó Hudson a Argentina y Uruguay, pese a que su familia lo invitó y le quedara alguna propiedad en la provincia de Buenos Aires. Aunque al final de su vida le costaba hablar español y aprendió un inglés perfecto de sus padres y a través de lecturas, fue un auténtico criollo, bien integrado a su país natal, y no necesitó de libros para tomar partido en las luchas de facciones que se desataron en el Río de la Plata luego de la independencia.

Nacido en el partido de Quilmes, en 1841, su familia y él eran rosistas y federales, cercanos en consecuencia a todos los sentimientos blancos. Cuando se releen las páginas de La tierra purpúrea sin prejuicios ni pasiones, se perciben los matices de simpatía hacia los blancos, siempre derrotados y perseguidos, a quienes presenta, en su relato, en constantes gestos, actitudes y acciones de altiva protesta y rebeldía. Era la época romántica y también el estilo literario que alimentó la narrativa de Hudson; pero además hubo algo muy personal, una veta muy íntima que alimentaba esos matices. Despreciaba, por ejemplo, a los inmigrantes italianos, que comenzaban a invadir el país criollo al que transformarían. Eran, en el peor repudio imaginable de un ornitólogo, “destructores de pájaros”, pero también alguna vez de Garibaldi dijo que era el “capitán de una banda de rufianes”.

(“En el centenario de La tierra purpúrea, de W. H. Hudson”, Jaque, Montevideo, 26 de diciembre de 1985. En 1992 el artículo fue adaptado como prólogo a la reedición de la novela por Banda Oriental.)

Sobre Julio César Puppo, "El Hachero"

Montevideo ha producido sus cronistas, y según lo obtuvo para la Patria Vieja y alrededores en los dos tomos de Montevideo antiguo de Isidoro de María, las décadas del diez y del veinte han elegido a Julio César Puppo. Ya El Hachero es el cronista que percibe la transición de la gran ciudad, cuyo centro lo rechaza, y le hace buscar refugio en una decadente Ciudad Vieja, en el Bajo, en los barrios, en la antigua Estación Pocitos y la sede de Misiones hasta el Buceo, en el Puerto rico y en las canchas de fútbol más apartadas. Ese es el escenario de sus crónicas; y el escenario, preciso y sin fantasía, exacto en el nombre de calles y cruces, es fundamental para el costumbrista.

Podrá parecer manía arqueológica, pero si la crónica omitiera el detalle fotográfico de la esquina y las variantes del nomenclátor urbano, la memoria del lector carecería de asideros. El Hachero comparte ese rasgo con Isidoro de María, pero comienza a diferir en los tipos que recoge. A de María (vale decir: por su contexto social todavía armonioso y no cuestionado) le era posible introducir, al lado del tipo popular, el personaje patricio. El Hachero se da cuenta de que esa mezcla sería promiscuidad y su público no la toleraría.

(Reseña de Ese mundo del Bajo, de Julio C. Puppo. El País, Montevideo, 21 de agosto de 1966, pocos días después de la muerte del cronista.)

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