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Rinocerontes y mariposas

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Joyce Carol Oates

Vilipendiada por Gore Vidal o Truman Capote, supo no darles corte y seguir adelante. Hoy es una eterna candidata al Premio Nobel. Este nuevo libro revela por qué.

LAS CIFRAS abruman: cincuenta y cuatro novelas, doce nouvelles, cientos de relatos reunidos en treinta y ocho libros, más una cantidad considerable de poemarios, obras de teatro, libros para niños y adolescentes, ensayos y memorias. Se trata de Joyce Carol Oates, neoyorkina nacida en 1938, delgada y de apariencia débil, pero inmune a los vituperios, a la página en blanco y a la amnesia del Nobel. Su cociente intelectual le ha permitido ingresar al selecto Mensa, la famosa ONG de superdotados con sede en Inglaterra, que no sé sabe bien para qué sirve, pero da lustre. Ninguno, sin embargo, como el de ser tan prolífica escritora, un caso parangonable al de Stephen King (igual que él, Oates se vale de uno o dos pseudónimos para evacuar títulos). La pregunta surge al instante y es con ceja enarcada: si produce tanto ¿será buena? Se podría decir que para comenzar a saberlo habría que leerla entera, y esa es una empresa hercúlea y todavía lejana para sus lectores en español, pues es mínimo lo que se ha traducido.

Su colección más reciente, Mágico, sombrío, impenetrable (del original Lovely, Dark, Deep, 2014) presenta trece buenos relatos. En los mejores se nota el pulso, la imaginación, la tensión y todo aquello que hay que tener para lograr que añadir un renglón más a la historia de la literatura no sea un acto innecesario.

DOLIENTES.

Susan Sontag decía que la enfermedad "es el lado nocturno de la vida, una ciudadanía más cara". De un modo u otro, cada uno de estos relatos tiene un trasfondo hospitalario, lo cual le da al volumen un aire temático. Refieren a enfermedades, accidentes, muertes o simplemente a su antesala básica: la vejez. O a patologías como la baja autoestima, las obsesiones, etc. Los cuatro relatos menos novedosos (en el sentido de que son ingeniosos pero de mecánica obvia) tienen que ver con esto.

En "Distancia" una mujer está de paso en un hotel de Las Vegas donde las ventanas permanecen selladas para evitar suicidios. Llama por teléfono a su amante, pero la ansiedad le juega en contra y el relato se convierte en una sucesión de torpezas, malentendidos y ruina psicológica que recuerda las divertidas historias que la también neoyorkina Dorothy Parker escribió allá por los años treinta del siglo pasado. Cuando el teléfono aún era novedad, ya Parker había aquilatado el uso que se le podía dar como metáfora de la desesperación amorosa. También es previsible "Los payasos", con su casa de suburbio convertida en metáfora del deterioro vital, que por momentos recuerda a "El nadador" de Cheever. Menores aún son "Traición" y "Santuario al borde de la carretera de Forked River, Jersey del Sur", historias de jóvenes que se autodestruyen narradas desde lugares demasiado tópicos.

Los otros nueve relatos tienen otra espesura, y hay que destacar algo que Oates comparte con los grandes de la cuentística estadounidense (Welty, Porter, Cheever, Carver, Ford) y es la fluidez con que se mueven sus historias, la variedad de puntos de vista que utiliza, y en general lo descontracturado de su discurso, que a veces llega incluso a parecer "poco corregido" (aunque en diversas entrevistas ella asegura que corrige hasta la exasperación).

Hay varias joyitas en Mágico, sombrío, impenetrable. La historia inicial es de una pureza sorprendente: "Sexo con una camella" presenta a un nieto adolescente y su abuela en viaje a un hospital para que la mujer se haga algún tipo de tratamiento invasivo. El chico trata de ser ocurrente, ella ejercita la templanza y ambos tratan de ocultar sus respectivos miedos. El relato viaja alrededor de una elipsis, permitiéndonos ver lo que hay sin mencionarlo. El segundo texto es brillante de otro modo. Como una película lenta que de pronto se dispara en una escena, "Mastín" presenta a una mujer (en este libro, al menos, la típica mujer oateña insegura e inmadura emocionalmente) que va de excursión con su recién estrenado amante, y solo está pendiente de lo que él hace o deja de hacer. De pronto un perro los ataca y tanto los personajes como la historia misma adquieren un vértigo y una profundidad inusitados.

Otro punto fuerte es "Un libro de mártires", donde una pareja de amantes (él casado) viaja a otra ciudad para que ella aborte, y cada cosa que ocurre en ese largo trayecto de carretera de ida y vuelta no es más que la agonía detallada de la dimensión romántica del amor.

EL INTERIOR MASOQUISTA.

Por lo menos en este libro, las heroínas de Oates aman demasiado y exhiben lo que un personaje denomina "el yo interior masoquista de las mujeres", en tanto sus contrapartes masculinas se preservan, y ya lo decía el acápite de Pascal de un libro anterior suyo, Infiel. Historias de transgresión (2001): "Cuando no se ama demasiado, no se ama lo suficiente". Esa certeza, que es constante en mucha protagonista de cuentistas consumadas como Alice Munro o Doris Lessing, también lo es aquí. Puede tratarse de chicas inexpertas a punto de abortar, de hijas adoptadas que no hallan su lugar en la nueva familia, de universitarias prestigiosas enamoradas de su papá o de viejas esposas; el concepto es que las mujeres "siguen atadas a los hombres" o a menudo colocan en ellos el núcleo de su vida emocional.

Puede ocurrir que lo noten, como en "Desapariciones", donde una anciana observa que su esposo ha comenzado a deshacerse de cosas (ropa, una bicicleta, etc.) y mirando atrás ve que la lista de sustracciones comenzó mucho antes. De aquí es una de las máximas geniales del libro: "En el matrimonio, las conversaciones más apasionadas son a menudo con uno mismo". Puede ocurrir que escapen de un tipo de sumisión y caigan a conciencia en otro: "Cazador" lo pinta muy bien mostrando a una poeta que acepta una residencia temporal en una universidad al tiempo que su padre está muriendo, y comienza una relación tempestuosa y mezquina con el director de la misma. Asuntos cotidianos como la culpa, el remordimiento, la vergüenza y la autoconmiseración campean por estas páginas.

Los dos últimos relatos tienen un encanto especial, con sabor a revancha de género, y a esa inocente ironía que gasta la autora. Oates fue vilipendiada largo y sin argumentos por algunos coterráneos que ya crían pasto, como Gore Vidal o Truman Capote, a quienes no les dio mayor importancia. Tampoco los trae aquí, pero sí construye con picardía la figura de cierto tipo de intelectual, varón, escritor, que se las sabe todas y se especializa en arrasar mujeres. El relato que da título al volumen muestra a la "rubia tonta" Evangeline Fife haciendo una entrevista al gran Robert Frost y lo que comienza con una pelea despareja donde Frost hace gala de su lugar en el canon profesional, termina con un nocaut certero de la joven reportera que lo acorrala en el ámbito privado. Algo similar ocurre en "Parricidio", donde el modelo parece ser Saul Bellow, y lo que comienza como un complejo de Electra apenas disimulado desemboca en un crimen por omisión y un nuevo statu quo. Y quizá también hay bastante de la propia Oates —que hoy mismo, con incansable energía, debe estar procesando nuevas historias— en estas protagonistas. Allá por 1976 en una entrevista que concedió para The Paris Review, Oates afirmó que quien ha publicado tantos libros como ella (y recién empezaba) tiene que desarrollar, por necesidad, una piel de rinoceronte, aunque en su interior resida un espíritu frágil y esperanzado de mariposa. Cuatro décadas después y ante libros como éste, qué duda cabe.

MÁGICO, SOMBRÍO, IMPENETRABLE, de Joyce Carol Oates. Alfaguara, 2015. Barcelona, 438 págs. Trad. de José Luis López Muñoz. Distribuye Penguin Random House.

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